EL AMOR DE MADRE ES ÚNICO
A MI MADRE ELLPICHA
FELIZ DIA DE LA MADRE
Escribe: José Santos Gamarra Soto
Corría el año de 1965 la tarde del
sábado 10 de octubre de aquel año, cuando recibí la noticia más trágica de mi
vida, la muerte de mi madre.
Cuatro de la tarde de aquel sábado
del mes de octubre, me encontraba jugando fútbol en el estadio del barrio de
Belén de Huaraz como así se llamaba en ése entonces. En Huaraz existían 4
barrios por esos tiempos: Barrio de Belén, de Nicrupampa, de San Francisco y la
Soledad, el Centenario por esos años iba en crecimiento poblacional y de
viviendas, mientras que Independencia no existía. Era costumbre que los sábados
en la tarde jugara fútbol en dicho estadio, cuando aquella tarde llegó mi amigo
Agustín, natural de Pampas Chico, jadeante y sudoroso-me había estado buscando
todo Huaraz-con su bicicleta Monark verde que unos días antes le habían
comprado sus padres.
Agustín me llamaba con desesperación
desde la línea lateral del campo, apenas lo vi, salí del campo y me dirigí
hacia él, al acercarme me dijo:
- Mi tía Julia te necesita
¡Urgente! – “Tía Julia” era la pensionista en Huaraz que atendía a 18
estudiantes de diferentes provincias y distritos de Ancash.
- ¿Para qué? – le inquirí con
cierta molestia, el partido que jugaba estaba en su mejor momento.
- Tienes que viajar urgente a tu
pueblo – me replicó Agustín…. ¿?
Salí del campo no con mucho agrado,
me subí a la bicicleta de Agustín y nos fuimos a la Av. Tarapacá N° 205 en el
barrio de Nicrupampa, lugar donde vivía y quedaba la pensión; al llegar escuché
a mi tía Julia decir:
-
“Será con parto…”
Ella, se encontraba en la cocina
acompañada de dos pensionistas más y su ayudante de cocina “Patu”, de nombre
Patricia, natural del caserío de Esperanza, del Distrito de Anta, Provincia de
Carhuaz. Al llegar pregunté a mi tía Julia, cuál era el motivo de mi búsqueda,
quien me dijo:
- “Joshe”-como me llamaba-tienes
que viajar urgente a Marca.
- ¿Para qué tía? – le dije, no
estaba dentro de mis planes un viaje a Marca sino hasta diciembre después de
culminar el año escolar.
- ¡Ha muerto tu Mamá! – Me
dijo a boca de jarro.
No sabía si gritar, llorar o pedir
alguna explicación a alguien, todos me miraron con infinita tristeza y
compasión, yo corrí a mi cuarto para preparar mi maletín, en el cual no tenía
mucho que llevar, una camisa un pantalón y una chompa, era una chompa de color
rojo y amarillo con cierre delantero que el año anterior lo había comprado
junto a mi madre en el mercado de Huaraz, el cual dudé en llevar, me pregunté:
¿No visten de negro en estos casos?, no importa, tenía que llevar aquella
chompa, además no tenía otra. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis
mejillas, mi tía Julia entró a mi cuarto y me dijo que me embarcaría con el
camión de correos de Huaraz hacia Lima que viaja en las noches y a diario a la
Capital.
Cuando los relojes marcaban las 7
pm., subí al camión de correos con destino a Lima, yo me bajaría en Chucchu,
kilómetro 72 de la carretera Pativilca-Huaraz, lugar donde yo tendría que pasar
la voz al chofer del camión, cosa que así lo hice, siendo las 3 de la madrugada
me bajé en Chucchu repartición hacia Marca, donde vivía el Sr. Allauca, a quien
a esas horas de la madrugada llamé:
- Don Allauca…don
Allaucaaaaa - grité con insistencia.
- ¿Quién interrumpe mis sueños
a estas horas de la noche? - respondió
- Soy el hijo de doña
Ellpicha….Es cierto que mi mamá a muerto en Marca? – Pregunté.
- Ahhh sí….ayer a muerto –
me contestó, ahora si estaba seguro de su muerte.
- ¿Puedo quedarme sentado
hasta que amanezca? – pregunté nuevamente.
- Claro…puedes quedarte
hasta que amanezca – respondió, luego ni una palabra más.
Me senté delante de la choza donde
había unos troncos de molle y eucaliptos, como en la actualidad, a esperar que
amanezca, ya tenía como diez minutos sentado, la oscuridad era total, tenía
miedo – contaba con 13 años de edad – tenía sentimientos encontrados, caminar o
quedarme sentado allí hasta que amanezca por espacio de tres horas, carros
hacia Marca no habría hasta dentro de tres días. Los camiones por la carretera
Pativilca-Huaraz pasaban de subida y bajada cada cierto tiempo con mucha
lentitud por ser carretera afirmada y no asfaltada como en la actualidad, iluminaba
el lugar con sus faros de luces.
Entonces tomé la decisión de caminar,
no importa la hora ni la oscuridad, mis ansias por ver a mi madre y la
abundancia de Titiras que me chupaban la sangre, hizo que tomara la decisión de
caminar a esas horas de la madrugada. Comencé a caminar por el centro de la
carretera, estaba muy oscuro, se veía a solo dos metros de distancia; los
corralillos y las víboras me habían dicho que en la oscuridad se podían ver,
sin embargo era imposible ver nada.
-Ruego a los lectores su comprensión
al no extenderme más en ésta parte de la historia, porque en el libro:
“Historia de Ivo” se pormenoriza en su totalidad la muerte de mi madre, muy
triste para mí; motivo por el cual no me extiendo más en ésta parte-.
Al llegar a Marca, a la casa de mis
padres a las 7 am., me abalancé con desesperación ante el ataúd de mi madre que
yacía en el cajón mortuorio, al centro de la casa de la calle amargura, no
encontré más que el hielo de la muerte, la llamé con desesperación y suprema
angustia, solo el silencio de la muerte me decía que ya no me respondería, ese
dulcísimo corazón de bondad y sacrificio, enfermo de amor por su hijo ausente,
había apagado sus latidos para siempre.
Había nacido para mí la soledad, que me
rodearía en la infinita soledad de mi vida hacia el futuro, sin esa ternura
romántica y amorosa que a través de la distancia fortalecía mi espíritu había
partido, pensé sin mi madre la frágil nave de mi existencia zozobraría en la
tempestad de la vida. Oh madre mía, oh soledad, oh soledad del corazón, oh amor
infinito, a quien la muerte le ha arrancado brutalmente el tesoro más preciado
de su vida, el amor y la existencia de una madre, ¿porque me has abandonado?,
¿tú que tanto me querías?, sin tu amor mi existencia será una interminable y
cruel agonía, me dije. Ya no me escucharía mis lamentos, ya nada pudo llenar el
vacío que dejó en su viaje al infinito; ya no pude tomar sus manos puras y
blancas, ahora estaba lejos, definitivamente lejos, en ese más allá misterioso
e inescrutable.
Al día siguiente, camino a Macracruz
con el alma desfallecida, marché junto a ella en su último viaje, queriendo
pedir explicación a Dios, a la vida, al campo, al camino, todo fue inútil,
negruras en el espacio y sombras en mi interior, seguí mi peregrinación hasta
el camposanto y en su última morada solitaria prendí una vela y vertí mis
últimas lágrimas puras y ardientes que pudieron brotar de mis ojos, símbolo de
mi dolor y mi recuerdo a mi madre querida.
Ahora madre mía al cumplir cincuenta
y ocho años de tu partida, escucha mi fervorosa plegaria, hecha de amor y de
dolor con la elocuencia de mi profunda tristeza por tu temprana partida, ahora
estarás en el cielo junto a Papá Brindis y mi hermano Ciro, quienes te harán
compañía como antaño en Cochacar cuando vivíamos juntos, los cuatro. Madrecita
mía, madre buena, madre bondadosa, madre ejemplar, por todo lo que me quisiste
y sufriste por mí, hoy te rindo homenaje en tu día con todo mi amor y cariño y
solo te digo… ¡Hasta Pronto!
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