Continuación…. de LAS COSTUMBRES Y LAS TRADICIONES
Por Jorge Humberto Flores Rios
...........y el canto de
los maitines , en latín de Viernes Santo, cuando en la esquina del barrio de
Mitana; justo, cuando en la cumbre de Warmi Jirka donde el astro rey posa sus
espigas doradas en su pétrea cabellera, de cuya presencia los viejos cuentan
historias sobre la silueta en permanente fuga de aquella figura femenina, que
la naturaleza ha pincelado con manos de ángel; y el domingo de Pascua con su
huerta y la lectura del Testamento de Judas, donde los autores de antes,
mostraban la rica vena picaresca en sus composiciones; otro ejemplo son las
pallas, tan nuestras, tan hermosas, tan señoriales, tan gráciles, con su alegre
pasacalle, su pinquichi, su pucllepampa y su cuadrilla en la fiesta patronal del 10 de agosto.
El Baile del Capitàn de la Fiesta. Estampa costumbrista del Distrito de Marca
Recordar el inspirado acento romántico de nuestros mayores que en sus raptos de osadas aventuras, se iban a dar serenatas nocturnas a los pueblos vecinos, cabalgando en briosos corceles, finamente enjaezados para expresar en sus canciones y en el bordoneo de sus guitarras las emociones del alma enamorada. El arte y la ensoñación bullían en las voces y la música de Porfirio Quispe, Edmundo Gutiérrez y Humberto Flores y de regreso a la tierra querida, casi al amanecer, como los viejos trovadores andaluces, luciendo sus pantalones de montar, sus polainas, el tintineo de sus espuelas en los ijares de sus caballos, y al compas del chasquido de los cascos de los potros, se detenían al pie de los balcones para desgranar sus canciones, acompasadas con el fino pespunteo de sus guitarras, rompían la monótona quietud de la madrugada, esperando aparezca, la núbil silueta vaporosa de la mujer amada en el balcón, dejando caer una rosa encarnada como símbolo de cortesía y agradecimiento, y en gesto romántico de coqueteo estos viejos trovadores colocaban en sus pechos, como símbolo de amor.
Recordar el inspirado acento romántico de nuestros mayores que en sus raptos de osadas aventuras, se iban a dar serenatas nocturnas a los pueblos vecinos, cabalgando en briosos corceles, finamente enjaezados para expresar en sus canciones y en el bordoneo de sus guitarras las emociones del alma enamorada. El arte y la ensoñación bullían en las voces y la música de Porfirio Quispe, Edmundo Gutiérrez y Humberto Flores y de regreso a la tierra querida, casi al amanecer, como los viejos trovadores andaluces, luciendo sus pantalones de montar, sus polainas, el tintineo de sus espuelas en los ijares de sus caballos, y al compas del chasquido de los cascos de los potros, se detenían al pie de los balcones para desgranar sus canciones, acompasadas con el fino pespunteo de sus guitarras, rompían la monótona quietud de la madrugada, esperando aparezca, la núbil silueta vaporosa de la mujer amada en el balcón, dejando caer una rosa encarnada como símbolo de cortesía y agradecimiento, y en gesto romántico de coqueteo estos viejos trovadores colocaban en sus pechos, como símbolo de amor.
Otro elemento
cultural que, a la fecha no contamos con un investigador que descubra la
secreta esencia del famoso grito de el
qaparí, cuyo eco viril parece ser el símbolo de coraje del hombre marquino,
siendo sus representantes más conspicuos: Pancracio Carrión y César Cubillas en
Marca y aquí en Lima Bartolomé Gamarra, o las huayaradas de Aurelia Virhuez, Paulina
Pérez y Juana Aguirre, acaso sus lamentos eran búsqueda de algo que se perdió
en el nublado sendero del tiempo, o es un llamado pagano o cristiano a un ser
supremo. ¿Qué son en electo esos dos gritos, cual es su significado, cuáles son
sus letras o cuál el secreto que los animaba?.
Todo un rico
filón cultural marquino puede extinguirse. Tenemos, pues, el legítimo derecho
de conservar lo nuestro, que mañana nos
reclamarán las generaciones. Pero que estos no signifiquen una regresión al
pasado, vivir como ellos vivían. No de ninguna manera, lo que nos obliga es
conservar todos los elementos culturales que han forjado nuestra identidad y
mística Marquina para que trasciendan siempre frescas en las mansiones del
recuerdo, pero practicándolas, porque estas identidades que son verdaderas
lecciones de fe, son los que han forjado
el sentido de Patria y han creado nuestra conciencia histórica.
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