CUCHI
PISHTAG
(Matarife de Chanchos
Cebados)
Por:
José Santos Gamarra Soto (Perù)
¿Quién
no ha jugado fútbol con la vejiga de chancho en el “canchón” que quedaba al
costado de la Iglesia de Marca?, los preciados "Pùcapash" era el
interés de todo niño en épocas del matarife de chanchos cebados y participar en
electrizantes encuentros de Fùtbol...
En el Departamento de Ancash y algunas
regiones del Perú profundo se suele comparar el lucero del amanecer llamada así
a la cruz del sur ò el Waraq Koyllur con los días apropiados para el matarife de chanchos cebados o "Cuchi Pishtag", que en realidad esa luminosidad de las madrugadas es
el Planeta Venus, el que en noches espléndidas y
despejadas se aprecia en todo su esplendor en horas de la madrugada en la parte
sur del cielo de cada pueblo. Estos a su vez son considerados como puntos de
partida para el matarife de chanchos cebados que cada año en número de uno ò
dos se degollaban en casa de mis padres sea en Marca o en Cochacar(Campiña al sur del pueblo).
En la década del 50 del siglo pasado tuve
la suerte de vivir entre Cochacar y Marca, alternando y gozando de hermosos
parajes cuyos recuerdos de mi niñez y mocedad de plenitudes vivenciales
quedaron en mi memoria en las que gocé del paraíso llamado Cochacar hasta
cumplir mis doce años de edad, en el año de 1963 fecha que terminé becado la
primaria y continuar mis estudios secundarios en el centenario colegio de La Libertad de
Huaraz.
En Cochacar, muy cerca a la casa de mis
padres, existía un corral muy grande dentro del cual había otro de menor
tamaño, en casas abandonadas y deterioradas que los marquinos llamamos “Rakqa” existía un claustro para chanchos debajo de
la acequia donde había una casa derruida de tiempos no especificados, debido a lo
deteriorado de sus instalaciones. Ésta casa se encontraba muy cerca a la casa
de don Leonor Gamarra Cubillas, cantor del pueblo, quien era vecino nuestro, él, poseía una chacra a la que
llamaban “Llanu”, éste nombre le habían puesto porque la
chacra era angosta y muy larga que ocupaba a lo largo de la cabecera de la
acequia de Cochacar, que a su vez ésta acequia llega hasta Cashapampa, a 5 km., de distancia.
En la Rakqa, mis padres criaban una buena
cantidad de chanchos; los cuales eran de cuerpo alargado, cabeza y orejas
grandes, algunas tenían las orejas caídas, otras puntiagudas, el hocico lo
tenían cilíndricos; animal muy codiciado por el puma por su rica carne, por
ello la puerta del corral tenía doble seguro, así como las paredes de la
casa.
Una noche de luna llena, el puma entró
al corral donde dormían los cerdos y se llevó a uno de los mejores puercos que
con tanto cuidado era criado por mis padres, por el grito del marrano mi
padre salió a toda prisa tras ellos en la oscuridad de la noche, el puma
llevaba entre sus fauces al pobre cochinito que daba gritos desesperados,
imposible de alcanzar en la oscuridad, como felino que era había corrido a gran
velocidad en la oscuridad de la noche por pircas y chacras. Al día siguiente,
siguiendo las huellas del felino, mi padre pudo encontrar parte del chancho en
la orilla del río enterrado debajo de un
“Cullash” árbol
que había en abundancia por esos lugares, rescatando solo medio cuerpo del
infeliz paquidermo doméstico. A raíz de ello mi padre ordenó:
- José
será el encargado del cuidado y alimentación de los chanchos en el día.
- ¿Y
en las noches?.......Pregunté
angustiado.
- Yo
mismo me encargaré de su cuidado en las noches – Sentenció mi padre.
Era el hijo menor y contaría
con ocho ò nueve años de edad, me otorgaban esa
responsabilidad, debido a que los chanchos eran fáciles de pastar y ordenar
su enclaustramiento en sus piaras.
¡Eso pensaban mis padres!.
Por aquellos años mis padres tenían en
número de quince a veinte chanchos entre chicos y grandes, que una vez cebados
era el deleite de los paladares de la familia en épocas del Cuhi Pishtag. Durante el año era común ver a los niños
con el pastoreo de los chanchos en chacras y lugares de abundantes pastos
naturales; me gustaba pastar en la zanja de “Pati”, encima de la carretera existen terrenos
eriazos donde había gran cantidad de pastos en épocas de invierno, en dicho
lugar existía abundantes "Lacsos", cuyas raíces hoceaban mis puercos. Una
tarde mis chanchos encontraron gran cantidad de “Llacòn” en dicho lugar, que al probarlos comprobé
que eran muy dulces y apetitosos, compitiendo con los puercos quien come más
llacòn.
Por aquellas épocas el chancho era
prevalente animal doméstico en Marca el cual era criado en cada una de las
unidades familiares, su cuidado y alimentación era de gran preocupación, el
puerco es herbívoro pero ferozmente dañino, puede devorar cualquier objeto
comestible a su alcance. Una vez “Capado”
al gorrino macho para su
engorde se les alimentaba con sobras de la comida diaria, se les ayuda con
alfalfas y toda clase de pastos de temporada, que eran acopiados diariamente,
los cuales habían en abundancia en chacras y sembríos, eso sí, tenía que
tenerse especial cuidado porque son animales dañinos de las cementeras
ajenas así como las propias, son dañinos de incontrolada voracidad;
por ello mis padres habían tenido ciertas quejas en más de una oportunidad de
los dueños de las chacras vecinas:
- Don
Brindis…..tus chanchos han hecho daño en mi chacra - Era
la queja del vecino en Cochacar.
- No
te preocupes Don Dalmiro –
decía mi padre.
- Calcula
el daño - era papa-………para
darte en maíz - así procedían con el justiprecio del
daño, como buenos vecinos.
Durante la crianza no existía distingo de
razas, todos parecían iguales, generalmente eran los de color negro los que
predominaban, aunque en cada piara existían pintos ò “murus”, rojizos, blancos,
cenizos y castaños, en su mayoría eran chuscos. Un solo verraco era el
padrillo, el resto de los marranos machos tenían que ser castrados, dos ò tres de
estos eran seleccionados para el engorde, el Cuchi de mayor tamaño era el
escogido para el engorde mientras que había otro gorrino más pequeño que en
corral aparte se comenzaba con su engorde, por ello cuando se sacrificaba al
cebón engordado en el Cuchi Pishtag quedaba otro de menor tamaño que ya estaba
en etapa de engorde.
Los chicharrones y la manteca de uso
obligado en casa de los pobladores de aquellos tiempos era el fin supremo del
encebado de chanchos, además del Porky no se pierde nada, las cerdas son usadas
como cepillos y escobillas, los intestinos para los rellenos blancos y negros,
el cuero para el aderezo de las sopas y menestras, orejas y rabos para
los cuidadores al momento del “Qashpado”, mi padre cortaba estos
aditamentos-principalmente las orejitas y el rabito - y me daba, el cual comía con
gran agrado con cancha caliente, los perniles y brazos para el jamón, el tocino de la cara y hocico
para la fritanga o aderezos, la manteca que era de uso obligado por mi mamá en
las comidas porque en esos tiempos no se tenía ni noticias del aceite vegetal. La manteca era almacenada con gran cuidado para el consumo de todo el año.
El afán familiar de todo el año con los
puercos era ponerlo a punto al excepcional paquidermo doméstico para
beneficiarse en toda su magnitud, en consecuencia la comida para el chancho no
debía faltar por ningún motivo una vez comenzado el proceso, el animal tenía
que comer tres veces al día en su batea o comederos especialmente preparados
para ello. Si un día dejara de comer el puerco, perdía en volumen de grasa acumulada hasta el
momento, entonces su cuidado era muy especial y personal. Cuando el
cochino está bien engordado se le proporciona cebada molida mezclada con agua
hasta el fin de sus días, muchas veces el animal no podía levantarse por la
gordura que tenía.
Meses antes cuando el cerdo era
seleccionado por mi padre para el engorde, se le alimentaba separado de los demás, ya no se
le llevaba a pastar a Pati, luego la atención tenía que ser con
granos de cebada principalmente ò maíz al inicio del engorde; la cebada era el
alimento más usado para su engorde, primero enteros luego en harina, cuyo
cereal, mis padres poseían en gran cantidad.
Durante el año en Cochacar generalmente se
cebaba uno o dos puercos por año, a veces hasta tres, cuando mis padres decidían
que alguno de los marranos sería sacrificado en Marca semanas antes de la
fecha señalada yo emprendía una larga caminata con el porcino engordado rumbo a
Marca, ésta caminata duraba todo un día, y era una odisea para mí por lo
tedioso y sacrificado el caminar con el cebón engordado, tenía que bañarlo en
el camino a cada rato, mis padres me ayudaban en la salida hasta Rosaspampa, se
tenía que subir en línea recta por chacras de Doña Teresa Espinoza, una vez
llegado a la carretera mi padre regresaba al valle de Cochacar.
Desde
Rosaspampa debía caminar solo con el pesado cerdo hasta Marca; llegado a Ràrapi
donde abunda barro por las filtraciones desde Kakahuás, el marrano se tiraba de
bruces al barro y no se levantaba en horas del lodo por la frescura que le
daba, tenía que esperar pacientemente hasta que el puerco se aburra y
levante para continuar con nuestra caminata rumbo a Marca, por lo pesado el
animal caminaba muy despacio con más descansos que caminatas.
Elemento muy importante para la cebada
molida era el “Molino de Agua” de propiedad de Don Cornelio Virhuez el
cual estaba ubicado muy cerca al río, en la cabecera de la toma de agua de la acequia de Cochacar, altura de
Rosaspampa, era uno de los lugares muy visitados por mi familia durante
el año; desde ese lugar a veces teníamos que llevar en burros y mulos los sacos
de cebada molida para el engorde de los chanchos.
El Molino hidráulico funcionaba con la
fuerza de la caída del agua, ésta agua entraba por un canal desde el río especialmente
construido para el molino; era una tecnología ancestral de una rueda de madera
que daba vertiginosas vueltas. Por la fuerza del chiflón del agua que caía a unas aletas
equidistantes alrededor de la rueda, el cual hacía circular la molienda; para
el proceso los granos se echaban en la parte alta del molino, en la tolva, de
donde por una canaleta entraban los granos de cebada en este caso, saliendo la
harina por los bordes del espacio circular y al acumularse dicha harina
alrededor del circular del molino se extraía la harina llenando a los sacos o costales
que se llevaba en buen número y no falte la comida para el chancho. Esta
colosal tecnología rudimentaria y ancestral era la única manera de proveer
harina no solo para los chanchos sino para el consumo de los pobladores, igual
se procedía con la harina de trigo, maíz, arveja, habas, igualmente para la
elaboración de los panes y huahuas de las fiestas patronales y religiosas
existentes en el calendario marquino; ¡Tiempos que nunca más volverán por el
avance de la tecnología!.
Ya en Marca y llegado el momento del
sacrificio me preparaba para la muerte de mi cebón preferido, ya faltaba poco,
contaba los días en forma regresiva hasta el día del sacrificio, el chancho que
tanto trabajo me había dado durante el tiempo de su engorde sería sacrificado
en el matarife de chanchos denominado Cuchi Pishtag; y se celebraría en dos días convirtiéndose así en una pequeña fiesta familiar, ahora disfrutaría de los
ricos chicharrones, así como los jamones, tocinos, la morcilla que se preparaba
en dos formas, una negra de consumo inmediato por el contenido de sangre que
mezclados con hojas de calabaza, buena cantidad de hierba buena, cebolla china
y grasas del animal eran las que se preparaban en mayor cantidad, mientras que
la otra morcilla era de color blanco que se preparaba con harina de maíz blanco
molido, ésta podía consumirse semanas ò meses más tarde.
Días antes del sacrificio del chancho
habíamos acopiado junto a mi padre y mi hermano Ciro, gran cantidad de tallos
de trigo seco luego de la siega y secado en cantidad suficiente, elemento
básico para el chamuscado de los chanchos, darle el color adecuado al cuero de
chancho y eliminación de las cerdas. En la víspera, era mi obligación preparar
las sogas para el mancornado del animal y las soguillas para el hocico, mi
padre afilaba la punta del carrizo que serviría de puñal para desangrar al animal,
algunas piedras de canto rodado del río eran llevadas por mí, las más adecuadas para la boca a fin de
que no se dañe la lengua en el momento supremo de los gritos.
Bateas, baldes y todo tipo de recipientes era responsabilidad de mi madre, se tenía que preparar para la sangre, los intestinos y las vísceras, otra de las
tareas que me encomendaban era solicitar ayuda para que algún familiar o vecino
de confianza como ayudante de mi padre, porque solo con Ciro no podían tumbar
al enorme chancho cebado y acometer para su sacrificio, cuando el matarife se
realizaba en Cochacar el único vecino más cercano era Don Leonor Gamarra y
Dalmiro Padilla, muchas veces vi a don Leonor ser lanzado por los aires con el
pataleo del cebón.
Todos los integrantes de la familia tenían
sus propias responsabilidades, mamá Ellpicha y algunas vecinas o familiares que
semanas antes los había convocado para el matarife se encargaban con el acopio
y hervido del agua para el “Qashpado”, todos teníamos que actuar con rapidez,
tumbar al Porcino entre todos, uno encargado de las patas delanteras, otro con
las patas traseras, uno ò dos subir al lomo y tener aplastado al cebón y no
pueda levantarse, mientras que mi padre luchaba en la parte de la cabeza. Yo,
corría de aquí para allá, de allá para aquí, era el más pequeño, no por ello
sin responsabilidades, tenía que estar muy acomedido durante el ritual. Antes
del amarrado del hocico con la soguilla tenía que alcanzar la piedra para que
mi padre colocara en la boca que con el forcejeo no se masticara la lengua, se
le amarraba el hocico también con la finalidad de menguar el chillido del
animal y el vecindario no se percate que se estaba matando chanchos.
Había que tener especial cuidado con el
mancornado de las patas delanteras y traseras con las sogas halándolas hacia la
panza del chancho a fin de que el cuello del animal quede libre primero para un
corte pequeño con un filudo cuchillo y que el puñal penetre directo al corazón,
papá Brindis tenía en la mano derecha el afilado puñal puntiagudo de dos filos
hecha de caña de carrizo resistente con mango reforzado y forrado. La
introducción hasta el mango del puñal, hasta tocar el corazón era lo ideal, en
caso se desviara el puñal el animal no moriría inmediatamente como era lo
deseado, si no ocurría esto, se repetía todo el procedimiento hasta dar con el
corazón, en la habilidad del matador estaba el resultado positivo, ¡El matador
tenía que ser ducho en la materia!. ¡Tenía que ser un buen Cuchi Pishtag!.
Una vez que el animal ha dado la última
pataleta y ha expirado definitivamente, hay que bañarlo con agua para
reblandecer el cuerpo, luego se cubre con paja seca del tallo del trigo,
prendiéndole fuego por ambos lados, en oportunidades se podía usar hoja seca de
eucaliptos tiernos para el qashpado y el proceso sea parejo, se va atizando por
todos lados renovando la paja y cuidando que la piel no se hinche y reviente,
en este caso hay que punzar e impedir que reviente la piel, haciendo barro con
la quemazón hecha y embadurnarla por todo el cuerpo.
Mi padre iba comprobando
que la piel del chancho se esté dorando a la perfección. Cuando el cuerpo del Cochino esté cubierto por la argamasa del carbón de paja quemada en su
totalidad luego de un breve descanso, se empezaba con el raspado con un cuchillo filudo haciendo ver la piel dorada muy apetecible; que luego de un lavado
prolijo con agua limpia, todos los presentes nos hacíamos acreedores con parte
de las dos orejas, el rabito y el “Karán” llamado así a la piel dorada del chancho,
adivinen quien se hacía acreedor de éstas delicias, sí, Yo.
Luego mi padre comenzaba con la
evisceración del chancho con un corte a la altura del cuello y extremos
delanteros del chancho, sacaba una especie de enorme tapa de lonja de grasa para
colgarlo con una soga en la viga de la casa para su destilación, luego procedía
a extraer el estómago è intestinos que eran recepcionados en baldes y bateas
por mi madre y sus ayudantes, quienes se los llevan inmediatamente al río ò a
la acequia más cercana para su prolija y minuciosa limpieza y lavado. Acto
seguido se continúa con el esternón para extraer las vísceras, el esófago, los
pulmones, el corazón, la tráquea, para los correspondientes
potajes como el mondonguito, la patasca, la chanfainita y
otros potajes que se comen días después del matarife de chanchos.
El primer día del Cuchi Pishtag culmina
hasta aquí para el matador de chanchos cebados, luego de sacar las vísceras
junto a su ayudante proceden a colgarlo con gruesas sogas en el terrado de la
casa; en cuanto al chicharrón, solo se prepara la parte delantera del
cuerpo del chancho, la lonja, más las morcillas negras y blancas culminando con
los tamales de chancho que llevan en el interior del tamal pequeños
chicharrones aderezados especialmente para estos ricos tamales, en la parte de
las comidas se culmina en las noches del primer día con una buena mazamorra de
calabaza que comúnmente en Marca es llamada “Api Calabaza”.
Pero lo que yo esperaba con ansiedad era el
preciado “Púcapash” o "Púcash" vale decir la vejiga del chancho, estas
vejigas de chancho son muy fuertes que sirven para convertirla en una pelota de
fútbol, el cual consideraba que me correspondía por derecho, ahí les recordaba
a todos los presentes, quien había sufrido mayores penalidades con los chanchos
durante el año, quien los había atendido mejor en su corral cuando estaban
cebando, quien los había bañado en el medio día en ardiente sol, no había
peros, mi persona era el que se hacía acreedor del Púcapash para jugar al
fútbol con mis amigos. Pues habían muchas razones para centrar mi atención en
el Púcapash y contar con una pelota para los partidos de fútbol.
Pelotas de jebe habían muy poco por esos tiempos, de cuero, ni hablar. Una vez adquirido el pùcapash me dirigía a la cancha que
quedaba al costado de la Iglesia:
-
¡Oye Pollencho! ¿Estás listo?.....Florencio
Carriòn, era mi compañero de salón en la Escuela de Varones.
- ¿Y
la pelota? – Inquirió él.
-
Lo trae “El Chino”………Mi primo Màximo Sayàn, el Chino.
Habíamos convenido que una
vez recibido el Pùcapash de mi padre; lo pasaba al Chino, que busque más amigos y se arme
el partido de fútbol al costado de la Iglesia Matriz donde existía un campo deportivo.
- Allá vamos entonces……..Jugábamos
horas y horas entre seis ù ocho niños, hasta reventar el pùcapash.
¡Qué partidos aquellos!.
El segundo día, muy temprano mi padre
aprovisionaba en la sala de la casa un gran cuero de vaca que poseíamos para
estos casos, extendía en el suelo el cuero de vaca en toda su dimensión y
bajaba con Ciro el chancho de la resistente viga donde se había colgado el día
anterior, primero se sacaba el tocino el cual asemeja a una máscara completa de la cara del chancho que se guardaba en un colgante aparte en el rescoldo para su cecinado, el cual
será usado más adelante como aderezo para el almuerzo y las fritangas; luego
seccionaba en grandes porciones de trozos el cuerpo del chancho.
En ésta
parte del ritual-años más tarde-me recuerda la película “Gangs of New York” –"Pandillas de
Nueva York" - donde el malo Bill “El Carnicero” hace los seccionamientos milimétricos al cerdo en señal de habilidad y asustar a Amsterdam(Leonardo di Caprio). Al igual que dicho personaje, mi padre con el hacha y el cuchillo en la mano
demostraba mucha destreza en el seccionamiento del cerdo para ir alcanzando a
mi madre que ya tenía el perol caliente en el fogón que a leña de eucaliptos
hervía en enormes rescoldos adecuados en el suelo. Los chicharrones ya se
estaban dorando, paralelamente se iban acumulando en botijas ò latas
grandes, el sumo, que se convierten en manteca.
Al mediodía del segundo día venía lo más trabajoso para mí,
en Marca, existe la costumbre de obsequiar platos de chicharrones a las
personas notables, a los compadres, profesores, familiares y amigos cosa que a mí
no me agradaba mucho, no solo porque tendría más trabajo sino porque
a veces los preciados chicharrones que tanto trabajo me habían dado durante el
año, eran obsequiados tal vez a personas no merecedoras; sin embargo
había que cumplir el mandado de mis padres para luego sentarme a comer los
ricos chicharrones.
Mi madre iba preparando los platos de chicharrón
con el respectivo mote de maíz blanco y zarza de cebolla de cabeza y ají; era
un plato con chicharrón y otro plato con el mote y zarza de cebollas y
rocoto, todo cubierto con blancas servilletas limpias y bordadas en las cuatro
esquinas. No tendría descanso hasta terminar con el último de la nómina de los
que debían recibir la tan preciada ofrenda, esto se repetía bien sea en la
ciudad ò cuando el matarife de chancho se realizaba en Cochacar.
Cuántas molestias y penalidades había pasado con los
chanchos, ¿valía la pena tanto trabajo y esfuerzo?, por supuesto que sí, sí
valía la pena, ya hemos dicho las orejitas y el rabito, los pellejos dorados
con cancha caliente, eran una delicia al momento del Cuchi Pishtag. Era todo un
ritual que a mí me encantaba; la mañana agitada y emocionante con el lucero
del amanecer del Cuhi Pishtag tenía su recompensa con la carne cecinada de los
brazuelos y las piernas como jamón junto al ají y al Wuacatay molidos, de sabor espectacular, los
voluminosos tocinos de la parte de la máscara del chancho, colgados con pellejo
y todo que sirve para el aderezo de potajes especiales como la sopa de “Chahuatrigo” ò los pellejos secados y cecinados en la “Chasqa Sopa” ¡que delicia con su cancha caliente!.
Los jamones eran especialmente carne curada
de brazuelos y perniles de cerdo, se les quita la grasa dejándolos en músculos
estriados, mucha sal y ají colorado, el principal objetivo de la aplicación de
éste menjunje especial es para impedir el ingreso de la mosca y deposite sus
huevos y su posterior agusanamiento que malogra el jamón, otra instancia era
que el jamón obtenga su particular è inconfundible sabor de jamón serrano que
como hemos dicho no tiene nada que envidiar a los mejores jamones serranos
importados desde España ò cualquier otro país Europeo que son ofrecidos a
precios exorbitantes en las mejores cafeterías “San Antonio” de Miraflores ò
San Isidro.
Mi padre le untaba chincho y wacatay
traídos de las alturas de Marca y envolverlos con costales por su porosidad y
escurra completamente los líquidos grasos y el agua; para luego machucarlos con
un pesado “Tuné” sobre el “Batán”
donde debe permanecer por lo menos unas veinticuatro horas antes de colgarlo en
el techo de la cocina, para su lento secado y cecinado, donde interviene el
humo y el calor del rescoldo que ahuyenta a las moscas para el endurecimiento
de los jamones.
A mayor altura de la sierra es mejor el
cecinado de los jamones, así como los tocinos y los rellenos por la
ausencia de las moscas a ese nivel cuando la localidad tiene mayor altura sobre
el nivel del mar, las moscas desaparecen como por encanto de magia. Últimamente
la cocina peruana es muy celebrada por sus ricos potajes ganando incluso
grandes premios y certámenes culinarias a nivel internacional, si Gastón Acurio
ò alguno de los Chefs renombrados descubriera como principal ingrediente al
jamón serrano de Marca, seguro el turismo gastronómico sería aún mayor a
nuestra región que ya cuenta con algunos platos muy conocidos como el "Jacapicante", ò el
"Jacacashqui".
Como se ha señalado ninguna parte del
cuerpo del cerdo es desestimada, podríamos decir que solo a las pezuñas no se
le da algún uso, así tenemos que las cerdas tienen su aplicación en la
fabricación de escobillas de la mejor calidad, cepillos y pinceles de cerda, el
excremento del cochino es uno de los mejores abonos para el cultivo de papa
y otros tubérculos, año tras año la manteca de chancho es usada por los
lugareños, encontrando en el fondo de los recipientes la “Yanamàntica” ò manteca negra que con canchita caliente
es una delicia; la manteca negra, son residuos de chicharrones que pasaron al
momento de colar y guardar el sumo en las botijas o latas; además el
tocino y demás filetes cecinados siempre eran de uso rápido, cortar un pedazo
de jamón, tocino ò alguna cecina de chancho y freír sacaba del apuro a una madre cuando
el hijo tenía hambre.
EL Cuchi
Pishtag en la cultura andina
se refiere al Planeta Venus desde la tierra, la estrella mayor del amanecer de
preponderancia cósmica ha sido y será siempre motivo de inspiración para poetas
y cantores, en las noches, en Cochacar veía esta estrella en su trajinar de Este
a Oeste, esta estrella se veía en toda su magnificencia en las madrugadas a
cielo abierto, rutilante estrella de imprescindible presencia en momentos del
holocausto de engordados cerdos, su fulgor era y es la gran estrella matutina
para la ejecución del chancho de mis penurias, ahí se aprecia el Cuchi Pishtag rumbo al oriente eterno presidiendo el
sacrificio del marrano.
Yo recordaba con infinita tristeza y a la vez alegría
porque pronto tendría la emoción y el deleite de los chicharrones con la muerte
de mis queridos cebones. Al año siguiente la hazaña de vida y muerte de los
chanchos se replicaría, y así año tras año, de generación en generación a
través del tiempo, seguramente con algunas variantes, pero con la misma
fantasía del Cuchi
Pishtag que deberá permanecer
a través de los siglos en su celeste lugar para beneplácito de muchos niños que
como yo gozaba a través del matarife de chanchos cebados.
DOLTON
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Bibliografìa:
-
"Historia de Ivo" - Josè Santos Gamarra Soto