*****COSTUMBRES
Y TRADICIONES DE MI TIERRA*****
DON
LEONOR GAMARRA CUBILLAS
El Señor Cura del Pueblo…
Escribe: José Santos Gamarra Soto
Marca, es uno de los pueblos que
mantiene intacta sus costumbres y tradiciones; unas, de carácter nativo, y
otras con profundo sentimiento religioso como es la celebración de la Semana
Santa, los actos religiosos, cada año comienzan con las novenas una semana
antes de dicha festividad. Don Leonor Gamarra Cubillas como cantor del pueblo
reemplazaba muchas veces al cura en las actividades de carácter religioso del pueblo,
en buenos términos era el “Señor Cura del Pueblo”, se preparaba desde
meses antes en las chacras de Cochacar, donde vivía, siendo pequeño yo veía
como se preparaba para las festividades religiosas del pueblo.
Era nuestro vecino, muy religioso,
al igual que toda su familia, su esposa doña Eracla, su hija Nora a quien la llamaban
cariñosamente “Isabelita” por ser su nombre Nora Isabel, y su mamá doña Teodora
a quien llamaban doña “Ticu”, ella, era hermana de mi abuela paterna, mi
abuelita Juana. Don Leonor, estaba en cada actividad religiosa que se realizaba
en la ciudad, era ferviente devoto de todas las vírgenes, sabía las fechas
religiosas de todo el año cuando me encontraba con él por las chacras de
Cochacar siempre me manifestaba de las fechas religiosas y constantemente me decía
faltan tantos días o semanas para cada festividad religiosa, contaba los días
en forma regresiva hasta el día del acto religioso.
Cuando acompañaba a los párrocos
durante la misa lo hacía en latín y castellano, nunca supe por qué le pusieron
nombre de mujer a don Leonor, el cantor del pueblo, paraba cantando de día y de
noche canciones religiosas por la campiña de Cochacar; tenía una voz especial
muy dulce y armoniosa; a don Leonor en su niñez le había dado la enfermedad de
la uta, que casi le desaparece la nariz, quedándole visible los cartílagos de
los orificios nasales, para el que no estaba acostumbrado tenía un aspecto muy
extraño y diferente a las demás personas, hasta fantasmal, entonces al cantar,
le salía una voz muy gangosa y lastimera, mezcla de castellano y latín, dándole
un toque muy melancólico a las canciones religiosas que cantaba.
En oportunidades nos
encontrábamos en alguna chacra o en el camino de herradura, aprovechaba para
darme buenos consejos, me felicitaba por mi aprovechamiento en la escuela
primaria de varones y como recitador de poesías en cada actuación, me decía que
siga ese camino indicándome que la fe en Dios es lo más importante en la vida
de una persona. Cada año, antes de la Semana Santa comenzaba con las novenas en
la iglesia del pueblo, todas las tardes a partir de las 6 pm., los feligreses
confluían en la iglesia matriz para las novenas, se rezaba en las noches,
luciendo vestidos negros las damas, antes del día de Viernes Dolores, luego el
Domingo de Ramos, que rememora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, con
palmas, olivos y eucaliptos, especialmente colocados en las paredes de las
casas por donde pasaba el Señor del Triunfo.
En Semana Santa, la ciudad
mostraba un aspecto monacal de honda fe religiosa, las escenas de la vida y
pasión de Cristo cobraban inusitada autenticidad, era común y hasta obligación
el uso del vestido de color negro en Viernes Santo por las damas marquinas y no
se podía matar a ningún animal ni a las “pulgas” porque Cristo había muerto y
todos estábamos de luto. Los preparativos se iniciaban muchos días antes, se
iniciaba cuando los estandartes de la Semana Santa llamados “alumbrantes”
elaboran los panes, cuayes, bizcochuelos, huahuas, el dulce común, el dulce de
higo, el frijol colado, el manjar blanco; así como los cirios, velas y velones
que son previamente entregados a los feligreses para acompañar en la noche de
procesión de Jueves Santo y Viernes Santo.
En horas de la tarde de Jueves
Santo se realiza el “Wataqui”, que consiste en hacer un arco grande de
cipreses con flores silvestres de llima llima, el pullu pullu y otras flores
especialmente traídas desde las punas de Marca, este arco se va llenando de
flores silvestres en una gran cruz de madera donde está Cristo Crucificado
llamado “Cúmuchi”, hasta darle un peso de 120 kilos aproximadamente,
para ser llevado en procesión por un solo hombre llamado Apóstol o Santo
Varón. En horas de la tarde se sirve un rico potaje de sopa de quinua con
queso a todos los asistentes, este plato rememora la última cena de Jesús y sus
doce apóstoles, así como la acción del lavado de pies de los doce apóstoles;
este plato tradicional es ofrecido por los mayordomos de la fiesta del patrón
San Lorenzo de Marca que se celebra el 10 de agosto de cada año, es obligación
de los mayordomos de la fiesta patronal de proveer las flores para el llenado
del arco de Cumuchi de Jueves Santo.
En la noche, antes de la
procesión de jueves Santo, se canta el “Maitines” en latín y castellano
por cantores aficionados, en total son doce caballeros, pueden ser también
damas, especialmente designados con anticipación, toman asiento a los lados de
la mesa, seis a cada lado. A las ocho de la noche comienza el maitines con la
potente voz de don Leonor, se escuchaba al entonar el primer salmo y don
Antonio Méndez contestaba con voz más suave, eran los cantores religiosos,
donde sobresalía la voz de don Leonor Gamarra Cubillas con el Laudatus y
Miserere; otros cantantes de esas épocas eran, Félix Padilla, Inocencio
Soto, posteriormente Edmundo Espinoza y Jeremías Padilla; entre las damas
sobresalían en los cantos religiosos: La Sra. Damiana, Elcira Quispe, y las
hermanas Lucila y Frida Soto Ramírez, y últimamente se han integrado Elva
Espinoza Padilla, Beatriz Palacios Silva y Marilyn Bustamante Soto estas
canciones se hacen acompañados por el arpa.
Estos cánticos generan hondo
sentimiento religioso, donde todo el pueblo va confluyendo hasta llenar la
Iglesia. Cada caballero y dama en su respectivo lado y asiento con un libro de
salmos en la mano, ambos al unísono entonan melodías sagradas que se parecen a
preguntas y respuestas. A la señal de don Leonor Gamarra, el sacristán toca la
matraca para que otro feligrés apague un cirio del triángulo donde están
colocados doce cirios encendidos, así sucesivamente hasta apagar el último
cirio, al apagar el último cirio, en ese momento se apagan todas las luces del
templo, las velas y velones se apagan en su totalidad y el templo queda a oscuras.
En la oscuridad los doce
caballeros y damas se sitúan debajo de la mesa, y con velas encendidas continúan cantando; la lumbre no sale al
exterior porque el manto negro que cubre la mesa se extiende hasta el suelo.
Alguien grita en el silencio de la noche ¡Tinieblas!, aterraba la
obscuridad reinante, el silencio se interrumpe con el llanto de algunas mujeres
o niños. Los seis caballeros de un lado repiten el “Miserere mei Deus”
mientras que los otros seis del otro lado contestan con “Secundum Magnam
voluntates misericordian tua”. La matraca anuncia el comienzo de otro
versículo que es entonando en latín…
Fuente: “Historia de Ivo” Autor:
José Santos Gamarra Soto
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