CAMINATA DIARIA A LA ESCUELA DESDE
ICHOCA, CHAUCAYÁN Y PACAR(WASHAHUACTA) – SEGUNDA PARTE
Por: José
Santos Gamarra Soto
Continúa…....CAMINATA DIARIA A LA ESCUELA…En la década
del 50 y 60 del siglo pasado las escuelas de Marca tanto de varones como de
mujeres tenían gran cantidad de alumnos, concurrían desde distintos puntos y anexos
a estudiar su educación primaria, desde Ichoca, caminaban un gran número de
estudiantes entre hombres y mujeres, los días lunes partiendo a las cinco de la
mañana rumbo a Marca regresaban a Ichoca los sábados; los ocho kilómetros de
distancia que separa Marca de Ichoca, lo recorrían Pedro Silva a quien llamaban
“El Ruso” junto a ellos iban los hermanos Eloy, Sergio, Rómulo, Juan e Irene
Silva Diego, otro grupo de estudiantes lo integraban Edgardo y Tadea Diego
Padilla, Alejandro Diego, Raúl Diego, Raymundo Villanueva, y los hermanos
Ezequiel, Valerio y Alejandro Florián Montoya, así mismo caminaban Crisóstomo y
Loyola Cueva, entre los más destacados. Desde Chaucayán llegaban a Marca los
días lunes muy temprano hasta el sábado Adiberto Santiago, Asenciano Santiago,
Moisés Soto, Julio Jesús Riquelme, René Augusto Ruiz, Javier Ramírez Gómez,
Demetria Padilla y Edith Padilla Virhuez, Manuel Fabián, Eduviges Fabián,
Anselmo Fabián, los otros hermanos eran Juan Fabián y Felipa Fabián Quispe,
Marino Padilla Soto, Los hermanos Cosme Padilla caminaban desde Mogote quienes
años más tarde formaron una orquesta vernacular.
Desde el anexo de Packar y la
parte oeste de Marca lugares que comúnmente se le denomina “Wuashahuacta”,
llegaban alumnos entre hombres y mujeres desde Ullunto, Huamancayán, Llapta
desde donde nuestros compañeros de salón Aguinaldo Fabián y Mélem nos traían
Lúcumas, Rancar y Sokotoro. Igual caminaban los alumnos desde Corre Corre, Kochu,
Cachín, Mal Paso, Ucrutup, Karatzucu, Shinua, Curcu, Marahuayi, Llahuac,
Mayapi, Lucma, Ninarumi, Chinchehuas, Kemish Jircan, Ninahuas, Jancush y
Pukcahuayi de esos lugares caminaban alrededor de treinta a cuarenta alumnos
entre hombres y mujeres. En total desde los cuatro puntos cardinales más los anexos
de Ichoca, Churap y Chaucayán caminaban los días lunes o diariamente entre
ciento ochenta a doscientos alumnos entre hombres y mujeres, siendo el
cincuenta por ciento de la población total estudiantil de la Escuela Primaria
de Varones Nº 1339 y Escuela Primaria de Mujeres Nº 1350; animaban ansias de
superación y sana efervescencia para el estudio.
Había una leal competencia entre
las dos escuelas en cantos y poesías. La Escuela Primaria de Mujeres, estaba
situada en la Plaza de Armas, bajo la orientación de la directora Sra. Ana
Trinidad de Porcel, profesora a quien la recuerdo con especial cariño, porque
ponderaba alimentándome el espíritu y la mente, afirmando que yo era un niño
muy inteligente y que llegaría muy lejos porque me había ganado la confianza
del profesor Félix Montenegro Ríos, quien me enseñó las primeras letras desde
transición a quinto de primaria. Fui el mensajero de los dos directores que habían
establecido los sábados culturales por los primeros años del 60, el papel
protocolar era mi responsabilidad al invitar a la Directora, las profesoras y
alumnas de la Escuela Primaria de Mujeres N° 1350.
Esos sábados culturales, me formó
intelectualmente por el alto nivel educativo de sus programas, con asistencia
inclusive de autoridades y padres de familia, que a la fecha se ha perdido el
nivel cultural. La Directora de la escuela era una señora muy fina y elegante,
me gustaba visitarla, por especial encargo de mi profesor y director, cual
embajador plenipotenciario y extraordinario, con educación y seguro de mí
mismo, en posición de firmes, me presentaba frente a la Directora para
manifestarle, con voz firme y varonil:
-
¡Señorita Directora, los alumnos de la Escuela Primaria de Varones Nº 1339, se
encuentran formados, esperando a las niñas de la Escuela Primaria de Mujeres Nº
1350 listos para comenzar con la actuación central! Ella, muy atenta me
respondía:
- “¡Comunica al señor Director, que
en cinco minutos estamos partiendo!”.
Luego del saludo protocolar y la
invitación correspondiente regresaba raudo a mi escuela, para comunicarle a mi
Director, que las niñas estaban en camino para la actuación. Las ceremonias
eran todos los sábados en el auditorio de la escuela de varones que quedaba en
el jirón Alfonso Ugarte, junto al río, local que no contaba la escuela de
mujeres, ellas formaban en la plaza de armas y no había mucho espacio para ésta
clase de eventos sabatinos. En cambio en la escuela de varones había mucho
espacio y se había construido un inmenso salón de actos que era donde siempre
se desarrollaba los eventos culturales. Estas actividades habían generado tal
competencia con cantos y poesías expresamente preparados para cada sábado que
los asistentes se retiraban muy gustosos. Ambas escuelas celebraban la fechas
cívicas del calendario escolar, en especial, el Día de la Madre, en cuya
ceremonia fungía como maestro de ceremonia, así como en las demás actividades y
declamaba poesías como número central de la actuación.
Mamá Ellpicha asistía ataviada
con su mejor vestimenta para la ocasión: saya negra, monilla rosada, lliclla
roja, con sus trenzas largas y sombrero adornado de flores silvestres, se
sentaba en primera fila, como mi invitada de honor, un recuerdo que me viene a
la memoria, cuando estudiaba el cuarto año de primaria abrí la ceremonia
exclamando:
- ¡Señoras y señores, muy buenos días, vamos a celebrar el Día de la
Madre, y, como primer número entonaremos las sagradas notas de nuestro Himno
Nacional!
- Y daba la orden: A mi voz: ¡1, 2, 3!
El Himno Nacional era entonado a
viva voz, al finalizar el canto con timbre de orgullo decía: ¡Viva el Perú! grito que se escuchaba
en toda la apacible ciudad de Marca, hasta los lugares de Tirijirca y Chihuis ¡Qué tiempos aquellos!. A esa hora, en la
ciudad había calma y solemnidad. Luego, se entonaba el Himno de la Escuela,
compuesto por el profesor Lucio Cubillas Tolentino, un maestro que muchas veces
había hecho caminar de rodillas en el patio de la escuela a los alumnos
desaplicados o a los que llegaban tarde, cuyos cocachos y palmetas recuerdan
muchos alumnos; era músico y director de las banda de música de la Escuela,
caminaba por las aulas, por las calles, por las chacras, por los caminos,
siempre cantando y tarareando alguna nueva canción que le venía a la mente; el
himno de la escuela se cantaba obligatoriamente todas las mañanas después del Himno
Nacional, cuyas letras guardo en el cofre de mis recuerdos:
Nuestra Escuela 339
forja en sus aulas, lo mejor de la Nación;
dándole temple a sus corazones
de su selecta y noble
juventud.
Tú me enseñas, amar a mi
Patria
tierra de los Incas, el magnífico sol
viva esa lumbre, con que iluminas
la mente de la muchachada de
hoy.
Me gustaba recitar poesías en
cuantas actuaciones que se realizaban, cada año ocupaba el primer puesto en
aprovechamiento, mi adorada madre siempre me acompañaba muy complacida por lo
que hacía su hijo y era la que recibía de mis manos el diploma que me
entregaban por ocupar el primer puesto, sintiéndose orgullosa por las declamaciones
que le brindaba, recuerdo cuando estaba en transición a la edad de seis años,
recité mi primera poesía y antes de que subiera al estrado, mi profesor Félix Montenegro,
en actitud paternal me arregló el pantalón que lo traía muy raído y sin correa,
recordándome que en el salón de actos estaba mi mamá y que recitara con voz muy
fuerte y clara, de cuya poesía recuerdo solamente el primer verso:
- Mi Mamá chiquita.........mi
Papá grande.....
Pero lo que más me impactó fue la
canción:
Madre querida, al ofrendarte,
este tributo
Con el fervor de mi alocada
Inspiración
Quiero que sepas, madre mía,
con certeza,
La honda pena que taladra
el corazón.
Cuántos recuerdos ya lejanos,
madre mía
De aquel pasado que jamás
ha de volver.
Cuán inquieta, vigilabas
noche y día,
Con tu cariño, maternal
a mi niñez.
Con los años me fui convirtiendo
en un elemento de apoyo de mi profesor, quien me fue encomendando más
responsabilidades y ganando el respeto de mis compañeros de estudios. “Dictaba”
muchas veces las clases, cuando salía mi profesor, específicamente desde el
segundo hasta el quinto de primaria, año en que me otorgaron la Beca, ocupando el primer
puesto en el Orden de Méritos, hecho que me sirvió para ir a estudiar al
Colegio La Libertad de Huaraz. Desde mis nueve hasta los doce años que terminé
la primaria fui consolidando mi personalidad, para ello mucho tuvo que ver mi
profesor “Monticho”, gran artífice de muchas generaciones, al que le guardo
especial cariño y gratitud por haberme formado desde mi niñez.
Ruego me disculpen por omitir más
nombres de Caminantes a las Escuelas.
Fuente: Historia de Ivo, Autor:
José Santos Gamarra Soto
No hay comentarios:
Publicar un comentario