jueves, 23 de julio de 2020





EL “TROMPO” DE MI ESCUELA…
++++@@Recuerdos de mi Tierra@@++++

José Santos Gamarra Soto

El “Ruso”, llamaban así a Pedro Silva Florián, era blanquiñoso y el más alto de los alumnos de Ichoca, anexo de Marca, allá por el año de 1958, él, era un alumno que estudiaba el quinto año de educación en la Escuela Primaria de Varones N° 1339. Se rapaba el cabello al “coco”, y cuando le crecía tenía el pelo como las crines del mulo, era zurdo, tenía una zurda prodigiosa, que a su enorme trompo hecho de “chachacoma”, lo hacía bailar con mucha destreza; para ello, enroscaba el pabilo en su trompo y lanzaba midiendo la distancia y ¡Zuaasss ! el trompo del rival quedaba partido en dos, eso pasaba en los recreos que duraban quince minutos en la calle Alfonso Ugarte delante de la Escuela y la tienda de doña “Pildorita”. Tenía los brazos largos, con la mano derecha señalaba el trompo del rival, cerrando el ojo izquierdo, afinaba su puntería y su trompo caía como un mazazo sobre el trompo rival partiéndolo en dos.
¿Quién no ha jugado al trompo en su niñez y adolescencia?, era común ver a los muchachos de la Escuela participar en este juego desde muchas generaciones en nuestro distrito de Marca, Provincia de Recuay, Departamento de Ancash. Las apuestas en el juego del trompo muchas veces terminaban en peleas, había que tener destreza y habilidad en el baile del trompo, así como la fuerza y la maña al lanzar con el pabilo enroscado en torno a la púa y la cintura del trompo de forma de una pera, elaborado de madera de pino o naranjo de color amarillo intenso que se ofrecían en las tiendas de don “Pato” Abraham Soto o de don “Carabina” Ambrosio Dionisio en determinadas épocas que estaban establecidas en Marca. Algunos jóvenes hacían su propio trompo de qalapachos, de mucti, de chachacoma o de eucalipto, Los combates eran en la Plaza de Armas, la Plazuela o a la hora del recreo en el campo deportivo de la Escuela que quedaba junto al río.
Los contendores se ponían de acuerdo sobre los golpes que se debían dar en la “cocina”, al que se llegaba a golpes de rodar al trompo enemigo circunstancial. La cocina era un rectángulo o un semicírculo marcado con una tiza en un lugar lejano del juego, el que llega primero tiene el privilegio de golpear al trompo rival colocándolo en un hoyo que se hacía bien sea en el suelo o en la pared de alguna casa abandonada. Los golpes eran con otro trompo con púas de clavos de acero cuyas puntas estaban achatadas, así era el acuerdo de las partes, más de las veces los trompos quedaban partidos en dos, cuando se ponían a los trompos en los huecos de las paredes de las casas, corrían igual suerte.
Habían otros jugadores del trompo muy diestros por aquellos años, como Joaquín Gamarra de “Wuashahuacta”, hijo de don Gaudencio Gamarra, quienes vivían en “Ulluntu”, Joaquín, era un artista haciendo “bailar” el trompo, lanzaba al aire retornando a la palma de su mano haciendo piruetas con el trompo, para ello el trompo debía estar bien “sedita”, lanzaba por debajo de su pierna, por la espalda, echado boca arriba, de costado, por encima del hombro, arrodillado y hacia atrás, había que verlo jugar. Era todo un artista con el trompo. Había que tener maña, y tener cuidado que no vaya al rostro del contendor o del mismo atacante, que podría producir algún accidente que no faltaba. Este juego se practicaba en las épocas de la Escuela, fue perdiendo arraigo con el paso de los años, los recuerdo con especial devoción porque con estos juegos gané muchos amigos.
Fuente: "Historia de Ivo" de José Santos Gamarra Soto