EL “TROMPO” DE MI ESCUELA…
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José Santos Gamarra Soto
El “Ruso”, llamaban así a Pedro Silva
Florián, era blanquiñoso y el más alto de los alumnos de Ichoca, anexo de
Marca, allá por el año de 1958, él, era un alumno que estudiaba el quinto año
de educación en la Escuela Primaria de Varones N° 1339. Se rapaba el cabello al
“coco”, y cuando le crecía tenía el
pelo como las crines del mulo, era zurdo, tenía una zurda prodigiosa, que a su
enorme trompo hecho de “chachacoma”,
lo hacía bailar con mucha destreza; para ello, enroscaba el pabilo en su trompo
y lanzaba midiendo la distancia y ¡Zuaasss
! el trompo del rival quedaba
partido en dos, eso pasaba en los recreos que duraban quince minutos en la
calle Alfonso Ugarte delante de la Escuela y la tienda de doña “Pildorita”. Tenía los brazos largos,
con la mano derecha señalaba el trompo del rival, cerrando el ojo izquierdo,
afinaba su puntería y su trompo caía como un mazazo sobre el trompo rival
partiéndolo en dos.
¿Quién
no ha jugado al trompo en su niñez y adolescencia?, era común ver a los
muchachos de la Escuela participar en este juego desde muchas generaciones en
nuestro distrito de Marca, Provincia de Recuay, Departamento de Ancash. Las apuestas
en el juego del trompo muchas veces terminaban en peleas, había que tener destreza
y habilidad en el baile del trompo, así como la fuerza y la maña al lanzar con
el pabilo enroscado en torno a la púa y la cintura del trompo de forma de una
pera, elaborado de madera de pino o naranjo de color amarillo intenso que se
ofrecían en las tiendas de don “Pato” Abraham Soto o de don “Carabina” Ambrosio
Dionisio en determinadas épocas que estaban establecidas en Marca. Algunos
jóvenes hacían su propio trompo de qalapachos,
de mucti, de chachacoma o de eucalipto,
Los combates eran en la Plaza de Armas, la Plazuela o a la hora del recreo en
el campo deportivo de la Escuela que quedaba junto al río.
Los
contendores se ponían de acuerdo sobre los golpes que se debían dar en la “cocina”, al que se llegaba a golpes de
rodar al trompo enemigo circunstancial. La cocina era un rectángulo o un
semicírculo marcado con una tiza en un lugar lejano del juego, el que llega
primero tiene el privilegio de golpear al trompo rival colocándolo en un hoyo
que se hacía bien sea en el suelo o en la pared de alguna casa abandonada. Los
golpes eran con otro trompo con púas de clavos de acero cuyas puntas estaban
achatadas, así era el acuerdo de las partes, más de las veces los trompos quedaban
partidos en dos, cuando se ponían a los trompos en los huecos de las paredes de
las casas, corrían igual suerte.
Habían
otros jugadores del trompo muy diestros por aquellos años, como Joaquín Gamarra
de “Wuashahuacta”, hijo de don
Gaudencio Gamarra, quienes vivían en “Ulluntu”,
Joaquín, era un artista haciendo “bailar”
el trompo, lanzaba al aire retornando a la palma de su mano haciendo piruetas
con el trompo, para ello el trompo debía estar bien “sedita”, lanzaba por debajo de su pierna, por la espalda, echado
boca arriba, de costado, por encima del hombro, arrodillado y hacia atrás,
había que verlo jugar. Era todo un artista con el trompo. Había que tener maña,
y tener cuidado que no vaya al rostro del contendor o del mismo atacante, que
podría producir algún accidente que no faltaba. Este juego se practicaba en las
épocas de la Escuela, fue perdiendo arraigo con el paso de los años, los
recuerdo con especial devoción porque con estos juegos gané muchos amigos.
Fuente: "Historia de Ivo" de José Santos Gamarra Soto
Fuente: "Historia de Ivo" de José Santos Gamarra Soto