miércoles, 31 de mayo de 2023

 

LA HECATOMBE... ¡80,000 MUERTOS!

Tragedia en Ancash: 31 de mayo 1970

En Marca: 2 muertos y numerosos heridos

 

(Del libro: “LA HECATOMBE - TERREMOTO DE 1970”- Publicada por la Asociación de Escritores Ancashinos - AEA)

Escribe: José Santos Gamarra Soto

A solicitud del director del colegio de Marca retorné el domingo 24 de mayo de 1970 a estudiar el quinto año de educación secundaria en el Colegio San Lorenzo de Marca, el director nos instaba a regresar a nuestro terruño por falta de alumnos; el jueves 28 de la misma semana se celebraba la fiesta de Corpus Christi donde se desarrollaría el baile costumbrista de “Los Huancos”, siendo el domingo 31 de mayo la Octava de dicha fiesta, con existencia de mayordomos, caporales y alguaciles. En años anteriores había bailado como “Negro” con no muy buen resultado, mientras que un año antes del terremoto bailé como “Chisga” (hombre vestido de mujer), haciéndolo mucho mejor, con la vestimenta de mi tía Alicia, gustando mucho a los espectadores.

En esta oportunidad mis amigas y compañeras del colegio Eutropia, Lilia, Betty y Nora me prepararían la vestimenta, alentado por mis amigas acepté bailar junto a cinco amigos más y hacer tres parejas, el jueves 28 día de Corpus Christi y el domingo 31 en la Octava de dicha festividad costumbrista, ellas estaban muy entusiasmadas al saber de mi regreso a estudiar el último año y terminar mis estudios en Marca. Inmediatamente después de mi llegada a Marca, mis amigas se pusieron de acuerdo para que baile como chisga el jueves y domingo de dicha semana, Eutropia me recordaba que un año antes lo había hecho muy bien, por ello me manifestó:

                Tienes que bailar de chisga...por la ropa no te preocupes porque nosotras te

                Conseguiremos – Me decía.

  

                Faltan escasos tres días para ello... ¡Imposible! - le dije

                No te preocupes hemos quedado con las chicas que te vamos a mandar hacer la ropa a tu

                Medida - me siguió diciendo.

 

               ¿Mandar hacer ropa de mujer para mí? – le pregunté medio angustiado.

                Si, - me dijo - y no te preocupes por los gastos - después que bailes – lo mando achicar

                Para usarlos yo – me manifestó.

 

                Bueno...que sea así entonces - le contesté.

Se habían puesto de acuerdo entre las amigas nombradas más Gliceria, Genoveva y Herminia mandar hacer nuestras vestimentas para tres Chisgas en la costurera del pueblo, una para el día jueves y otra completamente distinta para la octava del día domingo, toda la vestimenta era nueva para no ser reconocido por la población marquina en el momento del baile que era el fin supremo de toda la parafernalia. Hay que precisar, que el baile de Los Huancos tiene como característica que el danzante-Negro o Chisga-no deben ser reconocidos en su identidad. En ambos casos los danzantes bailan con la cara cubierta bien sea por máscaras ò pañoletas, sean Negros o Chisgas.

El día jueves 28 bailamos hasta altas horas de la noche, en casa del mayordomo y principales calles de la ciudad, en número de treinta a cuarenta al son del pincullo y la caja. Qué maravilla, no había cansancio para los jóvenes, el “Cortahuarango” era repetido una y otra vez, los garrotazos se sucedían uno tras otro y así concluyó la tarde de jueves de Corpus Christi, en casa del mayordomo en horas de la noche. Se esperaba el domingo de octava una mayor concurrencia porque era domingo, faltaba muy pocos días para ello, escasos tres días nos dijimos y nos citamos los amigos para aquel día, retirándonos cansados del baile agotador.

En la ciudad de Marca, cada año como en todo pueblo del ande existe su fiesta patronal que es el 10 de agosto, además existen otras festividades en el calendario marquino y una de ellas es el baile de Los Huancos de Marca, donde existen algunas chaperonas comúnmente llamadas “Llúchash” que acompañan a los danzantes en cada festividad, son las que se preocupan que no les falte nada a los danzantes. Nuestras llúcashs para aquella festividad se habían preparado como nunca para la Octava del Corpus Christi del domingo 31 de mayo de 1970, éramos seis los danzantes que haríamos tres parejas aquel día, tendríamos que salir de la casa de Gliceria ubicado en la calle Víbora, ataviado con nuestras indumentarias para la ocasión, esta vez vestido de Chisgas y bailar junto a los demás danzantes que en gran número ya bailaban en la octava de ese día, las chisgas seríamos “Tobín”, “Melgarejo” y “Dolton”, mientras que nuestras parejas vestido de “Negros” eran “Wilson”, “Eña” y “Chía”, las Chisgas éramos mucho más altos que los Negros, las llúcashs tenían que estar muy acomedidas a nuestros menores requerimientos, cuidar que no se nos desprenda algún aditamento de la vestimenta, quienes habían sido encomendadas ser nuestras chaperonas, cada una de ellas portaba una canasta donde había desde un pequeño alfiler hasta una pollera por si le pasaba algo a algún danzante.

Aquel día, estrenábamos ropa nueva de mujer, la que me tocó era una monilla de color azul brillante, se diría azulino, la lliclla de color rojo escarlata con cinta labrada de color negro, la saya de color negro con abertura en la parte delantera, unido por un cintillo del mismo color de la monilla, que hacía ver el blanco justan con grecas anchas y bordadas, luego las tres polleras de diferentes colores y bordados, en la cintura poseía dos pañoletas de seda fina amarrados en la parte delantera, tenía una cabellera postiza de mujer en dos trenzas que me llegaba hasta la altura de la cintura, el sombrero de paja con flores artificiales de diferentes colores, el collar de diferentes tamaños y colores, de perlas chicas y grandes, guantes blancos, zapatillas y medias blancas para dar mayor agilidad en el baile, la cara lo teníamos cubierto con dos pañuelos de colores uno transparente y el otro más denso en la trama y la urdimbre para no ser reconocidos ni por el mas acucioso de los espectadores.

Al promediar las tres de la tarde salimos a la calle los seis danzantes, sería muy difícil que alguien nos reconociera porque la vestimenta era nueva; hay que precisar que la vestimenta de la mujer marquina es muy apreciada a nivel nacional è internacional, por su peculiaridad, el colorido y los componentes de la vestimenta que es usado por las mujeres con mucho donaire y exquisitez. La casa de Gliceria quedaba en la que antiguamente se llamaba calle Víbora, donde nos habíamos preparado y “cambiado”, salimos cada uno con nuestros Negros, las Chisgas abrazaban al Negro por el hombro, como una madre abraza a su hijo, el Negro abrazaba por la cintura, no había otra forma, los Negros eran más pequeños en estatura que las Chisgas. Nos dirigimos por la calle Grau hacia el norte, el grupo de danzantes de la fiesta de Corpus Christi de la Octava de aquel año se encontraban bailando delante de la casa del mayordomo don Félix Támara ex alcalde de Marca, el baile se hacía al centro de la calle, muy cerca al barrio San Cristóbal, entramos a la ronda de los danzantes precisamente cuando bailaban el “Cortahuarango”  y:

            -¡Puño arriba...! ¡Puño arriba...! ¡Puño arriba…!- gritaba el caporal al centro del ruedo

El reloj marcaba las 3.23 p.m., el pincullero don Roberto “Llupico” Padilla Gómez entró en su momento más exultante, tomó más aire para despedir con más fuerza el tono del Cortahuarango, se encorvaba hacia adelante y hacia atrás, la caja retumbaba en medio de la calle, los danzantes haciendo la ronda con el puño en alto había mucha bulla, el público gozaba con el baile de los danzantes, quienes se daban arengas alzando el puño antes del garrote, ¡Puño arriba...! ¡Puño arriba...! un Negro contra una Chisga era lo convenido por el Caporal y el Alguacil, quienes imponían el orden y la disciplina, ambos al medio. El tambor sonaba con más fuerza, era con fiereza por el ritmo guerrero que le imponía, todos los Negros y Chisgas que en número de cincuenta ya bailábamos con el puño en alto como antesala del Cortahuarango, cuando en esos momentos sentí que me agarraban de la mano y me jalaron con fuerza, era una de nuestras Llúcash, Genoveva, diciéndome:

                   ¡Corre José...corre! – me decía

                   ¡¡¡Temblor!!! - dijo alguien

                   Corrimos hacia el Sur, hacia el Norte, tal vez hacia el Este. ¡Fueron los 45 segundos más

                   Dramáticos, de desesperación y terror de mi vida!...era el domingo 31 de Mayo de 1970.

Aún con los ojos cubiertos por la pañoleta que cubría mi rostro escuché que las enormes piedras que había al lado Oeste de la calle Grau, de pertenencias de don Glicerio Silva padre de mis amigos Porfirio, Manuel y Amancio se vino abajo con un ruido ensordecedor al que esquivamos a duras penas corriendo hacia el otro lado, el suelo temblaba con fiereza, había pánico entre la muchedumbre, gritos y llantos por doquier, cuando la pared de la casa que en realidad era una “Racka” por estar semiderruida por el paso del tiempo, era la casa de don Antonio Silva a quien llamaban “Shancurero” el que se desplomó, corrimos hacia el lado contrario para subir encima de las piedras que segundos antes se habían desplomado, fueron los segundos más aterradores de mi vida.

La tierra no paraba de temblar, ya nos habíamos sacado las pañoletas que cubrían nuestros rostros por la inmensa polvareda existente, ya no importaba si caminabas por la calle vestido de mujer, el momento era de miedo, de terror y desolación; el ambiente comenzó a nublarse, el polvo negruzco venía de sur a norte, comenzó a cubrir el espacio, como la peste, teníamos mucha dificultad para respirar, comenzamos a caminar en la oscuridad hacia la plaza de armas por la calle Grau. En la esquina de Alfonso Ugarte con Grau encontramos a don Víctor Quinto, tenía medio cuerpo aprisionado por los adobes contra la pared de don Celestino Virhuez. La pared de don Nilo Ortiz Virhuez se había desplomado con tan mala suerte que sepultó medio cuerpo de Víctor Quinto quien fallecería horas más tarde en su casa, en Jacacuchu.

Fueron cuarenta y cinco segundos de angustia y terror, había sucedido uno de los mayores terremotos en la historia del Perú con 7.9 grados en la escala de Richter, cuyo epicentro se había producido en las costas de Casma y Chimbote, en el océano pacífico, afectando casi todo el departamento de Ancash, parte de Lima, Huánuco, La Libertad y otros departamentos. Por fin llegamos a la plaza de armas sorteando adobes, tejas, palos y piedras, toda la población se apostó en dicho lugar, era el lugar más apropiado nos dijeron, por la cantidad de polvo de color marrón oscuro se veía solo a dos o tres metros de distancia, no se podía respirar, el caos era general, niños y mujeres lloraban pidiendo clemencia, que Dios aplaque su ira, que ya era demasiado el castigo, pensamos que era el fin del mundo, nos encontrábamos en la plaza de armas agarrados de la mano entre todos, cuando se repetían los temblores, la tierra seguía temblando causando más pánico entre la población, el movimiento telúrico con fiereza había cobrado otra víctima a la altura de Aliso, era una niña de 10 años de edad llamada Mirella Quispe Carrión venía a la ciudad a presenciar el baile de Los Huancos junto a su madre Eplla Carrión, el desprendimiento de una piedra que los marquinos llamamos “Galgada” impactó en la cabeza de la niña matándola instantáneamente en el camino hacia la ciudad.

Ese día toda la población durmió en la plaza de armas, y en el patio de algunas casas que quedaban en pie, se repitieron cientos de temblores en la noche causando gran pánico, en los siguientes días mediante la radio nos enteraríamos que el terremoto en grado 7.9 de Richter cuyo epicentro se registró en el Océano Pacífico frente a las costas de Chimbote y Casma había cobrado la vida de más de 80,000 personas y 20,000 personas desaparecidas, uno de ellos, mi primo Félix Cueva Soto en Huaraz, cuyos restos nunca fueron encontrados a pesar de los esfuerzos por ubicar de su madre, mi tía doña Felicia Soto Padilla, su esposa doña Ricardina Sarria y la Cruz Roja Internacional.

Minutos más tarde del terremoto fue sepultada por el alud la ciudad de Yungay. Reportaron la existencia de unos 150 mil heridos y miles de damnificados solo en el departamento de Ancash lugar de una de las hecatombes de mayor trascendencia en la historia de la humanidad. En Chaucayán un grupo de marquinos y profesores del colegio se salvaron, porque minutos antes de la hora fatídica, el chofer del camión San Lorenzo don Pedro Espinoza Soto, había parado porque se sentía indispuesto y porque deberían subir pasajeros y carga con dirección a Marca, por lo que paró en dicho anexo.

El mismo día del terremoto a las 12 m., se había inaugurado el mundial de fútbol México-70, empatando a cero goles las selecciones de México y Rusia en el partido inaugural. En Yungay le seguiría al terremoto, un aluvión que sembró la muerte de 25,000 personas al desprenderse una parte del nevado del Huascarán, solo se salvaron quinientas personas que pudieron llegar a la parte alta donde se encuentra el cementerio y cuatrocientas personas que se encontraban en el estadio municipal entre jugadores y espectadores según informaciones de ésa época, el alud borró la provincia de Yungay, donde nunca más se construirían casas sino convertirla en un camposanto y buscar su reubicación, donde actualmente se yergue la siempre bella “Yungay hermosura”.

Cincuenta y tres años después recordamos este hecho tan doloroso y dramático que enlutó a miles personas en el departamento cobrando dos víctimas en Marca, numerosos heridos y daños materiales que hasta el día de hoy persisten y perduran al no haber podido rehabilitar los daños causados aquella fatídica tarde donde pasamos del alegre festejo de la fiesta del Corpus Christi con la danza de Los Huancos, al llanto y desolación más terrible de nuestra historia. ¡Qué tragedia!, en las siguientes horas de la tarde se sucedían temblores cada dos o tres minutos, causando gran pánico a la población, ya nos encontrábamos en la plaza de armas, y pasar la noche como así se hizo, el alcalde y las demás autoridades poco podían hacer, incomunicados por correo y telégrafos que había colapsado, por aquellas épocas las noticias se podían transmitir solamente a través de correos y telégrafos y escuchar la radio de alguna emisora de la capital, que no funcionaban; toda forma de comunicación había colapsado.

La carretera Chucchu- Marca con derrumbes por todas partes, los caminos de herradura totalmente destruidos, por aire, ni hablar, los siguientes días solo se escuchaba el paso de un avión, a una altura de diez mil pies. Sencillamente pensé que era el fin del mundo, en la noche los pobladores sacaron sus mantas y frazadas de algunas casas que quedaban, y dormir en la plaza de armas, y en el patio de algunas casas que no se había caído, se trataba de escuchar las radios de la capital y no había señal. Al dormir en la intemperie aquella noche escuchaba ruidos ensordecedores debajo de la tierra, parecía que se deslizaba la tierra de un lugar a otro, había ruidos que daban mucho temor, crujían inmensas rocas, tal vez se posicionaban o volvían a su lugar, pensaba que en cualquier momento la tierra se abriría y sencillamente nos engullía, y nos tragaba la tierra, el ruido era sencillamente aterrador.

El martes dos de junio, la selección peruana debutaba ante Bulgaria por el mundial de fútbol Mèxico-70. En el Perú se había creado gran expectativa por este partido ya que se regresaba a un mundial desde el año de 1930 esta vez por mérito propio, porque a aquel primer mundial de futbol el Perú fue invitado. Días antes del primer partido de nuestra selección con los amigos teníamos gran expectativa para escuchar por radio dicho partido.

En la plaza de armas alguien pudo conseguir una radio donde ya se escuchaba los mensajes que mandaban algunos provincianos hacia Lima y viceversa, se pasaban horas y horas informando, mandaban saludos desde Huaraz hacia Lima donde se encontraban sus familiares, que no les había pasado nada, sino un gran susto nada más, las radios se pasaban las horas informando con nombres propios. Las emisoras radiales comunicaban donde se había producido el epicentro, a la altura de Chimbote a 60 kilómetros mar adentro, informaban de los pueblos más afectados, las provincias ò distritos más destruidos o desaparecidos por efectos del terremoto. Se decía que había miles de muertos, que el departamento de Ancash había sido el más afectado, ya se había localizado el epicentro. Hay que precisar que por esos años la comunicación así como las oficinas del Senami, los sismólogos aún no tenían los equipos sofisticados que ahora poseen, por lo tanto les era más difícil detectar los daños, menos predecir los acontecimientos telúricos.

Esa tarde la selección peruana nos daría una alegría inmensa a todos los sufridos peruanos que nos encontrábamos en desgracia por lo ocurrido. Después de ir perdiendo por dos goles a cero, remontaron el marcador para finalmente ganar por tres goles a dos, con goles de Alberto Gallardo, Héctor Chumpitaz y Teófilo Cubillas, que alegría para los aficionados al deporte del fútbol. Todo el Perú se resarcía en parte del dolor y la tristeza por la desgracia ocurrida dos días antes, para celebrar el gran triunfo peruano; gran acontecimiento que nunca más se borraría de mi mente.


lunes, 22 de mayo de 2023

 

Los Panes de Don Emiliano

Recordando épocas de estudiante en Huaraz…

 

Escribe: José Santos Gamarra Soto

Todas las mañanas de lunes a viernes a las 6 am., en la década del 60 del siglo pasado, específicamente los años de 1964 y 1965 tenía que ir a comprar panes, que en realidad era recoger los panes, porque del pago que no sabía si lo hacía, a diario, semanal o mensual se encargaba mi tía Julia que así se llamaba la señora donde me daban pensión al estudiar por aquellos años la secundaria en el Colegio La Libertad de Huaraz. Iba todas las mañanas a recoger sesenta panes (éramos 18 pensionistas de distintas provincias y distritos del departamento), mandado del que casi siempre renegaba y no podía disuadirme, yo era el más pequeño de los pensionistas contaba con trece años de edad, por tanto era el encargado de recoger los panes, mi tía Julia me autorizaba comer uno o dos panes en el camino si me apetecía, teniendo en cuenta que llevaba 60 panes calientitos recién salidos del horno, el olor era muy apetitoso.

 

Iba a una panadería muy famosa por aquellos años, muy especial. Al pasar las semanas y meses me di cuenta que tampoco lo sentía como una obligación y mucho menos algo en contra de mis derechos de niño o cosas por el estilo, me sentía satisfecho de lo que hacía. Comencé a sentir un placer al realizar dicha labor en las mañanas de cada día. Desde la casa que estaba ubicada en la Av. Tarapacá N° 205, hasta la panadería de don Emiliano que quedaba entre las calles San Martín y Mariscal Cáceres muy cerca de la tienda de abarrotes y cervecería de Villacaqui y del Mercado Central de Huaraz, tenía que caminar como seis cuadras, por las estrechas callecitas de la ciudad, sin ajetreos ni turbas que me impidan mi paso por el camino.

 

Era todo un trecho de ejercicio matutino que hacía, lo que convertía mi caminata en un ejercicio que me obligaba a veces a sentarme en la vereda bajo la sombra de los tejados de esas casas solaqueadas con yeso de color blanco; casitas austeras que tenían un estilo y construcciones muy peculiares porque me recordaba mi tierra que no hacía mucho había dejado para ir a estudiar a Huaraz, habían algunas casas  grandes con patios muy amplios, con zaguanes con aldabas de acero como las de mi abuelita Tomasa en Marca, aún recuerdo cada vez más lejanamente esas casas porque después del terremoto de 1970 no quedaron ninguna de ellas. Cada casa tenía sus huertos, en cuyo solar poseían arbustos de higos que desbordaban los muros de las casonas, en algunas otras había capulíes, nogales y molles cuya fragancia envolvente me gustaba olerlos y resguardaban cada casa de ese imborrable recorrido que conducía hasta la panadería de don “Imicho”.

 

No sé por qué razón-presumo por curiosidad-siempre hacia un alto frente a la escuelita fiscal que existía en una de las calles cercana a la panadería, dicha escuelita era más conocida por su número que por su nombre: lo llamaban 450. La mayoría de sus alumnos de esa escuelita provenían del campo, por aquellos tiempos todavía se usaba el pantalón de lana, algunos iban con sus sombreros, llanques y cargaban “picshas”, se ponían camisas a rayas o de color caqui de una tela muy gruesa y fuerte casi indestructible. Yo reparaba mucho en ellos, llegando a ser mi amigo alguno de ellos, con quienes jugaba. Después de mis devaneos de juegos con alguno de los niños proseguía mi camino, una vez repuesto mis energías y respirar profundamente hasta llegar a la panadería.

 

Siempre encontraba una enorme fila de clientes en la panadería, la fila rodeaba la manzana muy cercana a la escuelita fiscal de niños # 450. No había nada que hacer, solo plegarse y esperar pacientemente el momento de llegar hasta la puerta de la panadería, pero yo iba con mi uniforme de colegio, por tanto me daban preferencia para que me atiendan y llevar el pan para el desayuno, ese era mi privilegio por ser niño y estar uniformado a la vez. Ahora después de aquellos lejanos momentos, a veces recuerdo, pero cada vez más lejano, ese profundo e inconfundible olor a pan, cuayes, molletes y bizcochos envueltos con esa inolvidable fragancia, que nunca jamás volví a sentir, y que brotaba de las leñas de eucalipto, quenuales y alisos introducidas en el horno de barro y ladrillos. El humo gris oscuro que salía de la chimenea era característico no solo en la vecindad sino hasta varias cuadras a la redonda para esparcirse lentamente por el cielo azul huaracino.

Don Imicho, era un señor fornido y bonachón, se le notaba los años curtidos por el trabajo, de mirada franca y honesta. Voz fuerte y mandón, ordenaba a sus ayudantes con voz fuerte. Siempre sudoroso y sobre todo muy buena gente, de un trato paternal y comprensivo con sus clientes. El regreso a la casa tenía que ser con mayor rapidez que la ida, porque llevaba los panes calientes y olorosos; pero tenía otro inconveniente, el sol mañanero y caluroso de la serranía que quemaba, por lo que tomaba la decisión que mi regreso sea con mayor rapidez a veces lo hacía corriendo con mi bolsa grande de pan en la mano. No había autos, ni camiones, ni siquiera triciclos que me interrumpieran. Los panes calientes, listos para el desayuno de los pensionistas de mi tía Julia iban a buen recaudo. Hasta ahora no creo haber probado panes, biscochos o molletes, como los preparados por don Imicho. Una absoluta delicia. Era todo un artista en la preparación de los panes mañaneros.



 

lunes, 15 de mayo de 2023

 

Puerto Supe, mis inicios…

(José M. Arguedas lo llamó puerto paradisiaco)

 

Escribe: José Santos Gamarra Soto

 

Guardo especial cariño y consideración por Puerto Supe, por haberme iniciado en el ambiente laboral, profesional y empresarial en dicho puerto en el rubro del Comercio Exterior apenas culminado mis estudios secundarios allá por el lejano año de 1970; ramo en el que me he desempeñado toda mi vida y haber dado trabajo a muchos de mis paisanos, así como a hombres y mujeres de muchas provincias de nuestro Perú profundo; en éstos más de cincuenta años de trabajo ininterrumpido  primero como empleado, luego con mi propia empresa estando ya en el Callao, en el rubro del Comercio Internacional.

 

Ahora, ya retirado de mis vaivenes empresariales, recuerdo también que dicho puerto fue el lugar de mis inicios de lectura de obras literarias que marcaron mi vida. Guardo especial admiración y gusto por las obras del novelista nacional José María Arguedas y del francés Alejandro Dumas – Padre, como los principales autores en mi inclinación a la literatura por esos años, y por haberme impactado profundamente en mis años juveniles la lectura de “Los ríos profundos” del primero, y  “El Conde de Montecristo” del segundo, el impacto que causó en mi persona el personaje de “Ernesto” del primero de los nombrados, y de “Edmundo Dantés” del segundo, fueron personajes que me identificaba de alguna manera, por aquellos años de mi juventud.


A mi llegada a Puerto Supe a fines de 1970 luego de culminar mis estudios de secundaria en el colegio nacional mixto San Lorenzo de Marca, empecé a trabajar un 11 de febrero de 1971 en las oficinas de una Agencia de Aduana. El sector pesquero en nuestro país estaba en su apogeo más importante, Banchero llegó a tener en los años 70’ en Puerto Supe hasta 7 Plantas o fábricas de harina y aceite de pescado, dos plantas conserveras, un astillero, además poseía una flota pesquera en todo el litoral peruano compuesta por más de 150 embarcaciones anchoveteras, poseía embarcaciones boniteras, arrastreras, y barcos Atuneros, barcos congeladores tipo madrina. En Lima, por aquellos años tenía una cadena periodística nacional, donde se editaba los medios impresos o periódicos como el Ojo y Correo. Tras haber abierto nuevos mercados para vender la harina de pescado desde los primeros años de 1960. Recordemos que en los inicios estas ventas estaban en manos de los brockers, que manejaban los precios a su antojo y conveniencia.

 

Al iniciar mi trabajo en dicho lugar me enteré que años antes a aquella época, había sido lugar donde pasaban su temporada de verano algunos artistas y escritores quienes viajaban desde Lima dada su cercanía y apacible ubicación así como su estilo de vida tranquila, entre ellos: José María Arguedas, Augusto Salazar Bondy, Blanca Varela y Fernando de Syzlo por citar solo a estos cuatro íconos de la literatura y del arte entre otros grandes personajes de las letras, música y el arte. Llegaban al puerto en cada temporada de verano principalmente a desarrollar sus actividades literarias. Arguedas, era uno de los escritores que llegaba en temporadas de verano, cuenta el mismo, que en el año de 1966 en Puerto Supe inicia su novela llamada “Harina Mundo” la que no terminó, sino cuando se traslada a Chimbote donde dicho manuscrito lo convierte en “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, publicado póstumamente.


Es que Puerto Supe con su playa “La Isla”, y posterior descubrimiento de “El Áspero” era el paraíso de paz y sosiego para personajes como los nombrados, luego se convierte en el paraíso de la industria de anchoveta, al convertirse en un puerto de industria harinera, llegan hombres de todas las clases sociales. Esa obra iniciada por Arguedas es la narración de como un pequeño puerto de nuestra costa, Puerto Supe, se convierte en un centro productor de harina de pescado, parte del nuevo trabajo de Arguedas decía entre otras cosas:

                      

                               “Hace dos años empecé a escribir una novela sobre el tema de los pescadores de anchoveta y la verdadera revolución que ha causado en la costa peruana la industria de la harina de pescado. Yo solía pasar el verano en un pequeño puerto semiabandonado que está a 170 kilómetros de Lima; se llama Supe. Tenía una maravillosa playa y cuando llegué ya solían pasar el verano en ese lugar algunas pocas familias de clase media baja. En 1960 se instaló 28 fábricas de harina de pescado y convirtió al puerto en un inmenso surtidor de humo pestilente y la playa en un fango de gusanos nunca vistos. Fui testigo de la transformación del puerto y de sus gentes. De cómo esta silenciosa y paradisiaca caleta se convirtió en una especie de urbe entremezclada de negros, cholos, indios monolingües, quechuas, chinos e injertos, prostitutas, ladrones y de empresarios sin entrañas. Varios omnibuses venían de Lima los sábados cargados de rameras y se volvían el lunes cargado de oro…La novela sobre el puerto ése y la repentina industria que salvó al Perú y lo convirtió en el primer país del mundo en producción de harina de pescado lleva el título provisional de “Harina mundo”.

Para febrero de 1967 Arguedas asegura que «es la segunda vez que me encuentro en Chimbote» y todavía cuenta con incluir las historias de Puerto Supe en el proyecto, como se lee en un reportaje aparecido en El Comercio, entrevistado por M. J. Orbegoso (1967). Dice: «Trabajo en una obra que pretendo hacer representativa de toda la complejidad cultural del país, de su estratificación social. Estoy trabajando en Puerto Supe, en Chimbote».

En marzo de 1967, en un añadido a esta última entrevista, Arguedas precisa su proyecto literario en construcción, la novela tendrá como ambiente principal la costa, donde ha vivido más de treinta años, cuyo título original era Pez Grande, lo que más tarde se convertiría en “El zorro de arriba y el zorro de abajo”. El mismo cuenta que en Puerto Supe ganó a muchos amigos, y los mejores amigos costeños, aparte de los que iban desde Lima, que lo iluminaron con su sabiduría, su penetrante humorismo y esa especialísima generosidad del hombre de campo de San Nicolás, o de los puertos menores de la costa peruana.




domingo, 14 de mayo de 2023

 

EL AMOR DE MADRE ES ÚNICO

           A MI MADRE ELLPICHA

        FELIZ DIA DE LA MADRE

 

Escribe: José Santos Gamarra Soto

Esta remembranza va para aquellos que tienen el privilegio de tener viva a su madre a pesar de los años idos, es el recuerdo de un hijo que perdió a su madre a muy temprana edad, a la que recuerda con mucho cariño pero con una tristeza que va más allá de los sentimientos de un ser humano. Hace muchos años que partió a la eternidad mi madre Fidencia Elpidia Soto Padilla, mamá Ellpicha; han transcurrido más de medio siglo desde su partida, el amor de madre incomparable ante cualquier amor, es nostalgia y recuerdo para aquellos que hemos tenido la desdicha de perderlos prematuramente.

Corría el año de 1965 la tarde del sábado 10 de octubre de aquel año, cuando recibí la noticia más trágica de mi vida, la muerte de mi madre.

Cuatro de la tarde de aquel sábado del mes de octubre, me encontraba jugando fútbol en el estadio del barrio de Belén de Huaraz como así se llamaba en ése entonces. En Huaraz existían 4 barrios por esos tiempos: Barrio de Belén, de Nicrupampa, de San Francisco y la Soledad, el Centenario por esos años iba en crecimiento poblacional y de viviendas, mientras que Independencia no existía. Era costumbre que los sábados en la tarde jugara fútbol en dicho estadio, cuando aquella tarde llegó mi amigo Agustín, natural de Pampas Chico, jadeante y sudoroso-me había estado buscando todo Huaraz-con su bicicleta Monark verde que unos días antes le habían comprado sus padres.

Agustín me llamaba con desesperación desde la línea lateral del campo, apenas lo vi, salí del campo y me dirigí hacia él, al acercarme me dijo:

             - Mi tía Julia te necesita ¡Urgente! – “Tía Julia” era la pensionista en Huaraz que atendía a 18 estudiantes de diferentes provincias y distritos de Ancash.

             - ¿Para qué? – le inquirí con cierta molestia, el partido que jugaba estaba en su mejor momento.

             - Tienes que viajar urgente a tu pueblo – me replicó Agustín…. ¿?

Salí del campo no con mucho agrado, me subí a la bicicleta de Agustín y nos fuimos a la Av. Tarapacá N° 205 en el barrio de Nicrupampa, lugar donde vivía y quedaba la pensión; al llegar escuché a mi tía Julia decir:

              -  “Será con parto…”

Ella, se encontraba en la cocina acompañada de dos pensionistas más y su ayudante de cocina “Patu”, de nombre Patricia, natural del caserío de Esperanza, del Distrito de Anta, Provincia de Carhuaz. Al llegar pregunté a mi tía Julia, cuál era el motivo de mi búsqueda, quien me dijo:

               - “Joshe”-como me llamaba-tienes que viajar urgente a Marca.

               - ¿Para qué tía? – le dije, no estaba dentro de mis planes un viaje a Marca sino hasta diciembre después de culminar el año escolar.

                   - ¡Ha muerto tu Mamá! – Me dijo a boca de jarro.

No sabía si gritar, llorar o pedir alguna explicación a alguien, todos me miraron con infinita tristeza y compasión, yo corrí a mi cuarto para preparar mi maletín, en el cual no tenía mucho que llevar, una camisa un pantalón y una chompa, era una chompa de color rojo y amarillo con cierre delantero que el año anterior lo había comprado junto a mi madre en el mercado de Huaraz, el cual dudé en llevar, me pregunté: ¿No visten de negro en estos casos?, no importa, tenía que llevar aquella chompa, además no tenía otra. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, mi tía Julia entró a mi cuarto y me dijo que me embarcaría con el camión de correos de Huaraz hacia Lima que viaja en las noches y a diario a la Capital.

Cuando los relojes marcaban las 7 pm., subí al camión de correos con destino a Lima, yo me bajaría en Chucchu, kilómetro 72 de la carretera Pativilca-Huaraz, lugar donde yo tendría que pasar la voz al chofer del camión, cosa que así lo hice, siendo las 3 de la madrugada me bajé en Chucchu repartición hacia Marca, donde vivía el Sr. Allauca, a quien a esas horas de la madrugada llamé:

                     - Don Allauca…don Allaucaaaaa - grité con insistencia.

                     - ¿Quién interrumpe mis sueños a estas horas de la noche? - respondió

                     - Soy el hijo de doña Ellpicha….Es cierto que mi mamá a muerto en Marca? – Pregunté.

                     - Ahhh sí….ayer a muerto – me contestó, ahora si estaba seguro de su muerte.

                     - ¿Puedo quedarme sentado hasta que amanezca? – pregunté nuevamente.

                     - Claro…puedes quedarte hasta que amanezca – respondió, luego ni una palabra más.

Me senté delante de la choza donde había unos troncos de molle y eucaliptos, como en la actualidad, a esperar que amanezca, ya tenía como diez minutos sentado, la oscuridad era total, tenía miedo – contaba con 13 años de edad – tenía sentimientos encontrados, caminar o quedarme sentado allí hasta que amanezca por espacio de tres horas, carros hacia Marca no habría hasta dentro de tres días. Los camiones por la carretera Pativilca-Huaraz pasaban de subida y bajada cada cierto tiempo con mucha lentitud por ser carretera afirmada y no asfaltada como en la actualidad, iluminaba el lugar con sus faros de luces.

Entonces tomé la decisión de caminar, no importa la hora ni la oscuridad, mis ansias por ver a mi madre y la abundancia de Titiras que me chupaban la sangre, hizo que tomara la decisión de caminar a esas horas de la madrugada. Comencé a caminar por el centro de la carretera, estaba muy oscuro, se veía a solo dos metros de distancia; los corralillos y las víboras me habían dicho que en la oscuridad se podían ver, sin embargo era imposible ver nada.

                                -Ruego a los lectores su comprensión al no extenderme más en ésta parte de la historia, porque en el libro: “Historia de Ivo” se pormenoriza en su totalidad la muerte de mi madre, muy triste para mí; motivo por el cual no me extiendo más en ésta parte-.

Al llegar a Marca, a la casa de mis padres a las 7 am., me abalancé con desesperación ante el ataúd de mi madre que yacía en el cajón mortuorio, al centro de la casa de la calle amargura, no encontré más que el hielo de la muerte, la llamé con desesperación y suprema angustia, solo el silencio de la muerte me decía que ya no me respondería, ese dulcísimo corazón de bondad y sacrificio, enfermo de amor por su hijo ausente, había apagado sus latidos para siempre.

Había nacido para mí la soledad, que me rodearía en la infinita soledad de mi vida hacia el futuro, sin esa ternura romántica y amorosa que a través de la distancia fortalecía mi espíritu había partido, pensé sin mi madre la frágil nave de mi existencia zozobraría en la tempestad de la vida. Oh madre mía, oh soledad, oh soledad del corazón, oh amor infinito, a quien la muerte le ha arrancado brutalmente el tesoro más preciado de su vida, el amor y la existencia de una madre, ¿porque me has abandonado?, ¿tú que tanto me querías?, sin tu amor mi existencia será una interminable y cruel agonía, me dije. Ya no me escucharía mis lamentos, ya nada pudo llenar el vacío que dejó en su viaje al infinito; ya no pude tomar sus manos puras y blancas, ahora estaba lejos, definitivamente lejos, en ese más allá misterioso e inescrutable.

Al día siguiente, camino a Macracruz con el alma desfallecida, marché junto a ella en su último viaje, queriendo pedir explicación a Dios, a la vida, al campo, al camino, todo fue inútil, negruras en el espacio y sombras en mi interior, seguí mi peregrinación hasta el camposanto y en su última morada solitaria prendí una vela y vertí mis últimas lágrimas puras y ardientes que pudieron brotar de mis ojos, símbolo de mi dolor y mi recuerdo a mi madre querida.

Ahora madre mía al cumplir cincuenta y ocho años de tu partida, escucha mi fervorosa plegaria, hecha de amor y de dolor con la elocuencia de mi profunda tristeza por tu temprana partida, ahora estarás en el cielo junto a Papá Brindis y mi hermano Ciro, quienes te harán compañía como antaño en Cochacar cuando vivíamos juntos, los cuatro. Madrecita mía, madre buena, madre bondadosa, madre ejemplar, por todo lo que me quisiste y sufriste por mí, hoy te rindo homenaje en tu día con todo mi amor y cariño y solo te digo… ¡Hasta Pronto!


viernes, 12 de mayo de 2023

 



EL QUIPU DE MARCA

Escribe: José Santos Gamarra Soto

Los quipus de “contar” según los cronistas españoles y mestizos de la época, transcribían las traducciones de los Quipucayocs (intérpretes de quipus), estos aparatos registraban censos, autoridades, jerarquías, genealogía inca, canciones, rebaño de camélidos, y reserva de alimentos. Quien sabía todo esto era el Quipucamayoc quien era un funcionario del gobierno incaico, y sabía cómo codificar y decodificar dicho instrumento, ninguno de los colonizadores aprendió a usar el quipu, por ello no supieron cómo explicar su uso. Al menos no lo dejaron por escrito.

Los quipus fueron aquellos instrumentos empleados en la etapa pre inca e inca para el registro de asuntos históricos, económicos o de otra índole. Mediante el sistema de nudos amarrados en cordeles de diversos colores. Se puede decir que fue una forma de escritura mediante un código a base de nudos, pero de colores diferentes y en una distribución codificada de series de cordelillos con el objeto de almacenar información sobre asuntos del estado, comunidad o de naturales.

Existen dos clases de quipus, el quipu de “contar” y el quipu de “enterrar”, al quipu de enterrar le hemos denominado “El Quipu Funerario de Marca”, son cordones que se colocan a los muertos en la cintura para un buen viaje hacia la eternidad, antiguamente en la ciudad de Marca cuando un hombre o mujer fallecía, el quipu era de uso obligado para acompañar en la mortaja, se decía que con el quipu, el finado realiza su viaje en forma placentera hacia la gloria. Estos quipus, se confeccionan cuando se produce la muerte de algún comunero o ciudadano del lugar, sea varón o mujer y de cualquier edad, pueden ser niños, jóvenes, adultos o ancianos, es parte de nuestra identidad cultural. Los Quipus se confeccionan con hilos gruesos de dos o tres colores de lana de oveja, generalmente hilos negros, blancos y azules, el quipu es colocado en la cintura del fallecido y se les hace siete nudos, el difunto lleva puesto estos quipus en su viaje hacia la eternidad.

En Marca, hace muchos años cuando llegaba a la casa de mi abuelita Tomasa junto a mi madre, ella se encontraba muy enferma en su casa de Chopicalle, era una casa inmensa con zaguán, patios, cocina, panadería, y cuarto de visita donde estaba su cajón mortuorio que se había mandado confeccionar con el carpintero del pueblo con mucha antelación, ella inmediatamente le preguntaba a mi madre:

-          Ya terminaron de hacer mi hábito y mi quipu? – le inquiría a mi madre

-          Si, ya está  – le contestaba mi madre

Dicho hábito o mortaja consistía en una túnica de bayeta de color blanco, como de las monjas, más un gorro blanco que le cubría la cabeza, sandalias de cartón con tientos de hilos de lana, y los quipus que necesariamente tenía que portar en la cintura, dicho quipu debería tener siete nudos, recordando las siete virtudes cristianas: La humildad, caridad, castidad, gratitud, templanza, paciencia y diligencia, el quipu terminaba en una borla con flecos en cada una de las puntas.

Al morir un poblador, sus familiares del fallecido (a) tenían que proveer o armar la capilla del difunto, cuando aún no existían las capillas ardiente de ahora. Se cubría el techo con una tela blanca que servía como cielo raso, más una tela negra o pañolón en la parte de la cabecera del muerto donde iba un par de búhos o lechuzas mirándose frente a frente, al pie de la lechuzas existía dos huesos de brazos humanos entrecruzados a la que se le llama “macshu” con una calavera encima que daba mucho temor, el cual estaba con los ojos hundidos y grandes que se denominan “manca ñahui”, la nariz grande y desproporcionada que le daba un aspecto fantasmal, con la boca abierta y los dientes blancos, todos estos aditamentos de color blanco se cocía en tela negra. En la actualidad, pocas familias hacen uso de ésta costumbre ancestral que es parte de nuestras tradiciones que deben continuarse con su uso porque representa nuestra cultura indígena que proviene de la antropología cultural de nuestro pueblo.


El quipu debe ser amarrado en la cintura y acompaña al finado en su tránsito al otro mundo, esa era la creencia animista que perdura hasta la actualidad, Es una costumbre andina que data de varios siglos, se decía que también protegían de los embrujamientos y malos espíritus que pululan cuando el difunto hace su viaje sin retorno. Otros decían que el diablo ya no atraería el alma del finado si iba con su quipu puesto en la cintura y se dice también que los nudos del quipu actúan como defensores en su lucha sin cuartel que sostienen en su viaje y para superar las barreras del alma hasta llegar a su destino, es decir es su patente de seguridad en el viaje hacia el infinito. Es un arma que utiliza el muerto en su viaje, principalmente aquellos que fallecieron en forma accidental o en algún homicidio, tal era la afirmación que hacían las personas mayores, a lo que escuchábamos con mucha atención.

Además se dice que estos quipus han sido utilizados desde tiempos prehispánicos, seguramente desde tiempos pre-incas, eran utilizados en las ceremonias funerarias, muchos autores nos hablan de los quipus siendo esto una rica veta histórica que muy bien puede permanecer en nuestros usos y costumbres a través del tiempo, los nudos y la parte final del Quipu que termina en unos pompones con una borla y flecos son utilizados por los santos varones de Viernes Santo en Semana Santa como instrumento de castigo para aquel que no carga con fe y devoción o se rebela ante sus compañeros que conforman los doce apóstoles de Viernes Santo.

 



 


lunes, 8 de mayo de 2023

 

SENTENCIADO

Escribe: José Santos Gamarra Soto

El distrito de Marca (Recuay-Ancash), posee una serie de sitios arqueológicos desde la etapa pre-inca, aún antes de esa época-inclusive-dispersos en diferentes puntos de su jurisdicción; muchos de ellos ubicados en zonas altas, como: Plaza Punta, Parackmarca, Pircaymarca, Iglesiaqaqa, Jacamarca o en los diversos Apus que circundan la ciudad, uno de los lugares que más atención me llamó siempre no solo por su nombre, sino por el lugar enigmático y solitario donde familias enteras han vivido a través del tiempo principalmente en épocas de lluvia, pastando sus animales en temporada de invierno, ese lugar se denomina: Sentenciado.

 

Al crearse Marca Aventura – Trekking Perú, para las caminatas de senderismo de los marquinos, tuvimos oportunidad de pasar muchas veces por Sentenciado, lugar del que me habían hablado en más de una oportunidad del rol que desempeñó o cumplió antiguamente. Dicho lugar consta de una inmensa roca en cuya base existe una cueva grande donde en temporadas de lluvia familias enteras han vivido muchos años atrás, lo hacían los antiguos pobladores de Marca, teniendo en cuenta su ubicación en pleno camino hacia Aliso y Putaca, hacia el norte de Marca, a una distancia de tres a cuatro kilómetros aproximadamente.

 

En una de nuestras caminatas de Marca Aventura, partimos muy temprano con destino a Plaza Punta por el camino de herradura hacia la parte norte de Marca, pasando Recrihuanca avistamos Sentenciado, debe estar ubicado entre 3,200 a 3,500 m.s.n.m,, muy cerca del rio de Marca, entre dos pendientes muy pronunciadas, allí están los restos arqueológicos de la época pre-inca del lugar que les describimos, considerado una de las manifestaciones más saltantes de los hombres de la antigüedad como una forma de expresión, comunicación e información de hacer justicia en su realidad social, añadiendo a esto la constante relación del hombre antiguo con los animales y la naturaleza. Desde el lugar se divisa al frente en la parte más alta, al inmenso Ayllu de Pircaymarka, uno de los cuatro Apus que circundan Marca.

 

Una vez llegado al lugar de Sentenciado, se siente cierta tranquilidad como en todo vestigio de nuestros antepasados, y nos viene a la memoria, según nos contaron en versión oral nuestros mayores, que desde la parte más alta de aquel peñón colgaban a los que delinquían en aquellos tiempos, no solo a los lugareños sino también algunos forasteros, de allí proviene la denominación SENTENCIADO. Antiguamente por dicho lugar pasaban arrieros y caminantes hacia la costa, eran pobladores que venían desde el Callejón de Huaylas o el Callejón de Conchucos, por el camino del Qhapag Ñan, antiguo camino Inca. Sentenciaban y ejecutaban con esa pena a los que habían participado en algún robo o actos reñidos con la moral y las buenas costumbres, actos prohibidos para la época y los colgaban desde la parte más alta de aquella inmensa roca a los Sentenciados con la pena de muerte, con la pena de la Horca, hasta morir.

 

En busca de más vestigios nos dirigimos hacia el frente para ello hay que cruzar el río por el puente que está ubicado más al norte, y llegar a Yuracqaqa. Antiguamente entre las estribaciones de los cerros, el río y Sentenciado vivían los ganaderos, agricultores desde la etapa pre-inca e inca con el sembrío y haciendo quesos y demás, los que promovían la actividad económica del pueblo.

Continuando con nuestra caminata subimos hacia Inca Maché, que es otro lugar de mucha historia para el distrito de Marca, que les contaremos en nuestra próxima entrega…