lunes, 30 de mayo de 2022

 

  La Hecatombe...Terremoto del 31 de mayo 1970

           TESTIMONIO DE UN HECHO DOLOROSO

 

Por: José Santos Gamarra Soto



A solicitud del Director del Colegio de Marca, provincia de Recuay, departamento de Ancash retorné el domingo 24 de mayo 1970 a estudiar el quinto año de educación secundaria en el Colegio San Lorenzo de Marca, el director en sentidas cartas nos instaba a regresar a todos los alumnos del quinto de media para el retorno a nuestro terruño a culminar nuestra secundaria por falta de alumnos; el jueves 28 de la misma semana se celebraba la fiesta de Corpus Christi donde se desarrolla el baile costumbrista de “Los Huancos” de Marca, siendo el domingo 31 de mayo la Octava de dicha fiesta, con existencia de mayordomos, caporales y alguaciles. Un año antes bailé como “Chisga” (hombre vestido de mujer), con la vestimenta de mi tía Alicia, gustando mucho a los espectadores. En esta oportunidad mis amigas y compañeras del colegio Eutropia, Lilia, Betty y Nora me prepararían la vestimenta, alentado por mis amigas acepté bailar el jueves día de Corpus Christi y el domingo 31 en la Octava de dicha festividad costumbrista, ellas estaban muy entusiasmadas al saber de mi regreso a estudiar el último año y terminar mis estudios en Marca.

 

Inmediatamente después de mi llegada a Marca, mis amigas se pusieron de acuerdo para bailar como Chisga el jueves y domingo de dicha semana, Eutropia me recordaba que un año antes lo había hecho muy bien, por ello me manifestó:

 

-          Tienes que bailar de chisga...por la ropa no te preocupes porque nosotras te conseguiremos - me decía

-          Faltan escasos tres días para ello... ¡Imposible! - le dije

-          No te preocupes hemos quedado con las chicas que te vamos a mandar hacer la ropa a tu medida - me siguió diciendo

-          ¿Mandar hacer ropa de mujer para mí? – le pregunté medio angustiado.

-          Si, - me dijo - y no te preocupes por los gastos, después que bailen lo mandamos achicar para usarlos nosotras - me manifestó.

-          Bueno...que sea así entonces - le contesté.

 

Se habían puesto de acuerdo entre las amigas nombradas más Gliceria, Genoveva y Herminia quienes también eran alumnas del Colegio San Lorenzo, mandar hacer nuestra vestimenta en la costurera del pueblo, una para el día jueves y otra completamente distinta para el día domingo, toda la vestimenta era nueva para no ser reconocido por la población marquina en el momento del baile que era el fin supremo de toda la parafernalia. Hay que precisar, que el baile de Los Huancos tiene como característica que el danzante-Negro o Chisga-no deben ser reconocidos. En ambos casos los danzantes bailan con la cara cubierta bien sea por máscaras ò pañoletas, sean Negros o Chisgas.


El día jueves bailamos hasta altas horas de la noche, en casa del mayordomo y principales calles de la ciudad, en número de treinta danzantes al son del pincullo y la caja. Qué maravilla, no había cansancio para los jóvenes, el “Cortahuarango” era repetido una y otra vez, los garrotazos se sucedían uno tras otro y así concluyó la tarde de jueves de Corpus Christi, en casa del mayordomo en horas de la noche. Se esperaba el domingo de Octava una mayor concurrencia porque era domingo, faltaba muy pocos días para ello, escasos tres días nos dijimos y nos citamos los amigos para aquel día, retirándonos cansados del baile agotador.

 

En la ciudad de Marca, cada año como en todo pueblo del ande existe su fiesta patronal, en Marca es el 10 de agosto, además existen otras festividades en el calendario marquino y una de ellas es el baile de Los Huancos de Marca, donde existen algunas chaperonas comúnmente llamadas “Llúchash” quienes acompañan a los danzantes en las festividades, son las que se preocupan que no les falte nada a los danzantes. Nuestras Llúcash para aquella festividad se habían preparado como nunca para la Octava del Corpus Christi del domingo 31 de mayo de 1970, éramos seis los danzantes que haríamos tres parejas aquel día, tendríamos que salir de la casa de Gliceria ubicado en la calle Víbora, ataviado con nuestras indumentarias para la ocasión, esta vez vestido de Chisgas y Negros y bailar junto a los demás danzantes que en gran número ya bailaban en la octava de ese día, las Chisgas seríamos “Tobín”, “Melgarejo” y “Dolton”, mientras que nuestras parejas vestido de Negros eran “Wilson”, “Eña” y “Chía”, las Chisgas éramos mucho más altos que los Negros, las Llúcash tenían que estar muy acomedidas a nuestros menores requerimientos, cuidar que no se nos desprenda algún aditamento de la vestimenta, habían sido encomendadas para ser nuestras chaperonas, cada una de ellas portaba una canasta donde había desde un pequeño alfiler hasta una pollera por si le pasaba algo a algún danzante.

 

Aquel día, estrenábamos ropa nueva de mujer, la que me tocó era una monilla de color azul brillante, se diría azulino, la lliclla de color rojo escarlata con cinta labrada de color negro, la saya de color negro con abertura en la parte delantera, unido por un cintillo del mismo color de la monilla, que hacía ver el blanco justan con grecas anchas y bordadas, luego las tres polleras de diferentes colores y bordados, en la cintura poseía dos pañoletas de seda fina amarrados en la parte delantera, tenía una cabellera postiza de mujer en dos trenzas que me llegaba hasta la altura de la cintura, el sombrero de paja con flores artificiales de diferentes colores, el collar de diferentes tamaños y colores, de perlas chicas y grandes, guantes blancos, zapatillas y medias blancas para dar mayor agilidad en el baile, la cara lo teníamos cubierto con dos pañuelos de colores uno transparente y el otro más denso en la trama y la urdimbre para no ser reconocidos ni por el mas acucioso de los espectadores.


Al promediar las tres de la tarde salimos a la calle los seis danzantes, sería muy difícil que alguien nos reconozca porque la vestimenta era nueva; hay que precisar que la vestimenta de la mujer marquina es muy apreciada a nivel nacional è internacional, por su peculiaridad, el colorido y los componentes de la vestimenta que es usado por las mujeres con mucho donaire y exquisitez. La casa de Gliceria quedaba en la que antiguamente se llamaba calle Víbora, donde nos habíamos preparado y “cambiado”, salimos cada uno con nuestros Negros, precisamos para nuestros lectores que no conocen este baile, que es una danza aparte de ser guerrera es jocosa y satírica teniendo como participantes a los Negros y Chisgas(hombres vestidos de mujer). Las Chisgas abrazábamos al Negro por el hombro, como una madre abraza a su hijo, el Negro abrazaba por la cintura, no había otra forma, los Negros eran más pequeños en estatura que las Chisgas. Nos dirigimos por la calle Grau hacia el norte, el grupo de danzantes de la fiesta de Corpus Christi de aquel año se encontraba bailando delante de la casa del mayordomo don Félix Támara ex alcalde de Marca, el baile se hacía al centro de la calle, muy cerca al barrio San Cristóbal, entramos a la ronda de los danzantes y:

 

-          ¡Puño arriba...! ¡Puño arriba...! - gritaba el caporal al centro del ruedo

 

El reloj marcaba las 3.23 p.m., el Pincullero, don Roberto Padilla Gómez a quien cariñosamente llamábamos “Llupico”, entró en su momento más exultante, tomó más aire para despedir con más fuerza el pincullo y el tono del “Cortahuarango”, se encorvaba hacia adelante y hacia atrás, la caja retumbaba en medio de la calle, los danzantes, haciendo la ronda con el puño en alto, había mucha bulla, el público gozaba con el baile de los danzantes, los danzantes nos dábamos arengas alzando el puño antes del garrote, ¡Puño arriba...! ¡Puño arriba...! un Negro contra una Chisga era lo convenido por el Caporal y el Alguacil, quienes imponían el orden y la disciplina, ambos al medio. El tambor sonaba con más fuerza, era con fiereza por el ritmo guerrero que le imponía, todos los Negros y Chisgas que en número de cuarenta ya bailábamos con el puño en alto como antesala del Cortahuarango, cuando en esos momentos sentí que me jalaban con fuerza, era una de nuestras “Llúcash”, Genoveva, diciéndome:

 

-          ¡Corre José...corre! – me decía

-          ¡Temblor¡ - dijo alguien.

 

Corrimos hacia el sur, hacia el norte, tal vez hacia el este. ¡Fueron los 45 segundos más dramáticos, de desesperación y de terror en mi vida!...era el domingo 31 de Mayo de 1970.

 

Aún con los ojos cubiertos por la pañoleta que cubría mi rostro, escuché que las enormes piedras que había al lado Oeste de la calle Grau de pertenencias de don Glicerio Silva padre de mis amigos Porfirio, Manuel y Amancio se vino abajo con un ruido ensordecedor al que esquivamos a duras penas corriendo hacia el otro lado, el suelo temblaba con fiereza, había pánico entre la muchedumbre, gritos y llantos por doquier, cuando la pared de la casa que en realidad era una “Racka” por estar semiderruida por el paso del tiempo, la casa de don Antonio Silva a quien llamaban “Shancurero” el que se desplomó, corrimos hacia el lado contrario para subir encima de las piedras que segundos antes se habían desplomado, fueron los segundos más aterradores de mi vida.

 

La danza de Los Huancos es una de la más antigua caracterización festiva del distrito de Marca, aquel 31 de mayo era la Octava de la fiesta de Corpus Christi que en fecha movible se realiza todos los años. La tierra no paraba de temblar, ya nos habíamos sacado las pañoletas que cubrían nuestros rostros por la inmensa polvareda existente, ya no importaba si caminabas por la calle vestido de mujer, el momento era de miedo, de terror y desolación; el ambiente comenzó a nublarse, el polvo negruzco venía de sur a norte por la calle, como la peste, comenzó a cubrir el espacio, teníamos mucha dificultad para respirar, comenzamos a caminar en la oscuridad hacia la plaza de armas por la calle Grau. En la esquina de Alfonso Ugarte con Grau encontramos a don Víctor Quinto, tenía medio cuerpo aprisionado por los adobes contra la pared de don Celestino Virhuez. La pared de don Nilo Ortiz Virhuez se había desplomado con tan mala suerte que sepultó medio cuerpo de Víctor Quinto quien fallecería horas más tarde en su casa, en Jacacuchu.

 

Fueron cuarenta y cinco segundos de angustia y terror, había sucedido uno de los mayores terremotos en la historia del Perú con 7.9 grados en la escala de Richter, cuyo epicentro se había producido en las costas de Casma y Chimbote, en el océano pacífico, afectando casi todo el departamento de Ancash, parte de Lima, Huánuco, La Libertad y otros departamentos. Por fin llegamos a la plaza de armas sorteando adobes, tejas, palos y piedras, toda la población se apostó en dicho lugar, o la mayoría, era el lugar más apropiado nos dijeron, por la cantidad de polvo de color marrón oscuro se veía solo a dos o tres metros de distancia, no se podía respirar, el caos era general, niños y mujeres lloraban pidiendo clemencia, que Dios aplaque su ira, que ya era demasiado el castigo, pensamos que era el fin del mundo, nos encontrábamos en la plaza de armas agarrados de la mano entre todos, cuando se repetían los temblores, la tierra seguía temblando causando más pánico entre la población, el movimiento telúrico con fiereza había cobrado otra víctima a la altura de Aliso, era una niña de 10 años de edad llamada Mirella Quispe Carrión venía a la ciudad a presenciar el baile de Los Huancos junto a su madre Eplla Carrión, el desprendimiento de una piedra que los marquinos llamamos “Galgada” impactó en la cabeza de la niña matándola instantáneamente en el camino hacia la ciudad.

 

Ese día toda la población durmió en la Plaza de Armas, Plazuela y Patios, se repitieron cientos de temblores en la noche causando gran pánico, en los siguientes días mediante la radio nos enteraríamos que el terremoto en grado 7.9 de Richter epicentro registrado en el Océano Pacífico frente a las costas de Chimbote y Casma había cobrado la vida de más de 80,000 personas y 20,000 personas desaparecidas, era la ¡Hecatombre!, uno de ellos, mi primo Félix Cueva Soto en Huaraz, cuyos restos nunca fueron encontrados a pesar de los esfuerzos por ubicar de su madre doña Felicia Soto Padilla, su esposa doña Ricardina Sarria y la Cruz Roja Internacional.

 

Fue sepultada la provincia de Yungay por el alud que ocasionó el desprendimiento de una parte del Huascarán, reportaron la existencia de unos 150 mil heridos y miles de damnificados solo en el departamento de Ancash lugar de una de las hecatombes de mayor trascendencia en la historia de la humanidad. En Chaucayán un grupo de marquinos y profesores del colegio se salvaron, porque minutos antes de la hora fatídica, el chofer del camión San Lorenzo don Pedro Espinoza Soto, había parado porque se sentía indispuesto por lo que paró en dicho anexo.

 

El mismo día del terremoto a las 12 del medio día se había inaugurado el mundial de fútbol México-70, empatando a cero goles las selecciones de México y Rusia en el partido inaugural. En Yungay siguió al terremoto un aluvión que sembró la muerte de 25,000 personas, solo se salvaron quinientas personas que pudieron llegar a la parte alta donde se encuentra el cementerio y cuatrocientas personas que se encontraban en el estadio municipal entre jugadores y espectadores según informaciones, el alud borró la provincia de Yungay, donde nunca más se construirían casas sino convertirla en un camposanto y buscar su reubicación, donde actualmente se yergue la siempre bella “Yungay hermosura”.

 

Cincuenta y dos años después recordamos este hecho doloroso y dramático que enlutó a miles personas en el departamento cobrando dos víctimas en Marca la mayoría de la población se encontraba en el baile de los Huancos por ello las pocas bajas humanas, pero sí numerosos heridos y daños materiales que hasta el día de hoy persisten y perduran al no haber podido rehabilitar los daños causados aquella fatídica tarde donde pasamos del alegre festejo de la fiesta del Corpus Christi al llanto y desolación más terrible de nuestra historia. ¡Qué tragedia! Fue una ¡Hecatombe!

 

En las siguientes horas de la tarde se sucedían temblores cada dos o tres minutos, causando gran pánico a la población, ya nos encontrábamos en la plaza de armas, y pasar la noche como así se hizo, el alcalde que en ese entonces era don Celestino Virhuez, él y las demás autoridades poco podían hacer, incomunicados, por aquellas épocas las noticias se podían transmitir solamente a través de correos y telégrafos y escuchar la radio de alguna emisora de la capital, que no funcionaban; toda forma de comunicación había colapsado, la carretera con derrumbes por todas partes, los caminos de herradura totalmente destruidos, por aire, ni hablar, los siguientes días solo se escuchaba el paso de un avión a diez mil pies de altura.

 

Sencillamente pensé que era el fin del mundo, en la noche los pobladores sacaron sus mantas y frazadas de algunas casas que quedaban en pie, y dormir en la plaza de armas, plazuelas y patio de sus casas, se trataba de escuchar las radios de la capital y no había señal. Al dormir en la intemperie aquella noche escuchaba ruidos ensordecedores debajo de la tierra, parecía que se deslizaba la tierra de un lugar a otro, había ruidos que daban mucho temor, crujían inmensas rocas, tal vez se posicionaban o volvían a su lugar, pensaba que en cualquier momento la tierra se abriría y sencillamente nos engullía, el ruido era sencillamente aterrador.

 

El martes dos de junio, la selección peruana debutaba frente a Bulgaria por el mundial de fútbol Mèxico-70. En el Perú se había creado gran expectativa por este partido ya que se regresaba a un mundial después de 40 años, desde el año de 1930 esta vez por mérito propio, porque a aquel primer mundial de futbol el Perú fue invitado. Días antes del primer partido de nuestra selección con los amigos teníamos gran expectativa para escuchar por radio el partido. En la plaza de armas alguien pudo conseguir una radio donde ya se escuchaba los mensajes que mandaban algunos provincianos hacia Lima y viceversa, se pasaban horas y horas informando, mandaban saludos desde Huaraz hacia Lima donde se encontraban sus familiares, que no les había pasado nada, sino un gran susto nada más, las radios se pasaban horas y horas informando con nombres propios.

 

Las emisoras radiales comunicaban donde se había producido el epicentro, a la altura de Chimbote a 60 kilómetros mar adentro, informaban de los pueblos más afectados, las provincias ò distritos más destruidos o desaparecidos por efectos del terremoto. Se decía que había miles de muertos, que el departamento de Ancash había sido la más afectada, ya se había localizado el epicentro. Hay que precisar que por aquellos años la comunicación así como las oficinas del Senamhi, los sismólogos aún no tenían los equipos sofisticados que ahora poseen, por lo tanto les era más difícil detectar los daños, menos predecir los acontecimientos telúricos.

 

Dos días después, la tarde del martes 02 de junio la selección peruana nos daría una alegría inmensa en el mundial de futbol de México-70 en su debut frente a Bulgaria a todos los sufridos peruanos que nos encontrábamos en desgracia por lo ocurrido. Después de ir perdiendo por dos goles a cero, remontaron el marcador para finalmente ganar por tres goles a dos, con goles de Alberto Gallardo, Héctor Chumpitaz y Teófilo Cubillas, que alegría para los aficionados al deporte del fútbol. Todo el Perú se resarcía en parte del dolor y la tristeza por la desgracia ocurrida dos días antes, para celebrar el gran triunfo peruano; gran acontecimiento que nunca más se borraría de mi mente.