LLOGI Vs ROKOCHUPA
++++ COSTUMBRES Y TRADICIONES DE MI TIERRA ++++
José Santos Gamarra Soto
En
Marca existe un apodo llamado “Rokochupa”, se dice al animal que no tiene cola o rabo sea de nacimiento o porque le ha sido
mutilado o cercenado dicho aditamento en alguna oportunidad; existe otro animal llamado “Karrachupa” que tiene cola, pero sin
pelos en dicha parte del cuerpo, éste Karrachupa es un animal depredador en las
cementeras, principalmente del maíz, llaman así a uno que es parecido a la
comadreja o al zorrillo, pero en realidad es una “Muca”, que depreda los maizales en las noches, es odiado por los
agricultores; es un animal muy feo, repulsivo, camina a rastras y vive en
sitios oscuros y sórdidos; es por ello que en la ciudad se le pone de
sobrenombre qarrachupa o rokochupa a una persona no muy querida, para darle
cierto descrédito, desprestigio o insulto.
Al
buen Rómulo Celaya, huérfano de padre,
le habían puesto de sobrenombre Rokochupa seguramente algún amigo o compañero
de clases, era la pesadilla de los muchachos de su generación, era mi mayor por
cuatro o cinco años según recuerdo. Rómulo andaba con la vestimenta muy raída,
pantalón de bayeta –tela cruda de lana sin teñir- alguna camisa o chompa si es
que así se le podía llamar, su cuerpo estaba cubierto de harapos, andaba
descalzo, y siempre andaba con la cabeza rapada, lo rapaban al coco, cuando le
crecía el cabello, tenía el pelo corto como las crines del mulo, era hijo único
de una mujer indigente llamada “Loca” Reyna,
de quien se decía que había enloquecido al ver morir a su hijo mayor por las
punas de Marca, aplastado por una
inmensa roca, ella contó que el hermano mayor de Rómulo se encontraba jugando
debajo de una piedra cuyo cimiento cedió por la lluvia precisamente cuando el
niño jugaba debajo de la inmensa roca.
Loca
Reyna era cocinera en ese entonces de Porfirio Quispe; era una mujer sola,
comentaban que Rokochupa no supo quién fue su padre pero que apellidaba Celaya,
apellido que más antes no existía en Marca; Rómulo a la muerte de su hermano se
convirtió en hijo único; astuto y afortunado en el juego de las canicas a lo
que en Marca comúnmente llamamos “bolas”
o “bolitas”.
Una
mañana tocó la campana de la escuela para el recreo, Rómulo salió raudo a la
calle buscando contendor para el juego de las bolas y se encontró con Rogelio
Espinoza y le reta a jugar, se pusieron a jugar delante del colegio y le gana a
Rogelio una bonita bola, quien al verse derrotado le da un puntapié:
- Devuélveme mi bola, carajo! - ¡¡Zuass…un patadón de Rogelio!!
- Ya pues Llogi......deja
pues, Llogi – Le decía Rómulo
- ¡ Zuuuuácate ! - Otra
patada más, con las botas que calzaba Rogelio
- ¡Devuélveme mi bola,
carajo....Rocochupa de mierda! – Le seguí diciendo
- No pues Llogi.....te he
ganado limpio, pues, Llogi – Contestaba Rokochupa
- ¡Ya, te juego otra vez
Llogi! ¡Yo pongo primero...! – Le invitaba a Rogelio
- ¡Ya, “pon” so huevón, pero
la lecherita...si no te saco la mierda...! – Le ordenaba Rogelio
- ¡Yaaa!,
pongo mi lecherita...pero tú juega con tu bolita nueva! - Le decía
Rokochupa astutamante.
Y
se pusieron a jugar nuevamente, en la calle, a la hora del recreo de la
Escuela, que duraba quince minutos, y:
¡¡¡ Cheeeeeeeccc !!! - De
nuevo Rokochupa gana la bolita nueva a Rogelio.
En
circunstancias que Rogelio la emprendía nuevamente a patadas a Rokochupa, suena la
campana, indicando que el recreo había terminado, raudos los alumnos
regresábamos al salón de clases.
Era
común ver a los alumnos todos los días con el juego de bolas y choloques en la
calle Alfonso Ugarte, delante de la Escuela, que por aquellos años quedaba
junto al río, esta calle era empedrada como la mayoría de las calles de Marca
que le daba un aspecto colonial, muy romántico, las casas con sus techos de
tejas rojas, la fachada empastada con yeso, especialmente traídos desde Huaraz
o de algún lugar del Callejón de Huaylas, donde abundan estos materiales para
adornar las casas de ese entonces y sus balcones y balaustres de madera muy
bien labradas y talladas.
Rokochupa, tenía destreza envidiable para el
juego de las bolitas y los choloques, era famoso por ser buen jugador:
“Hay que
tener buena puntería nomás” - Decía siempre.
Rogelio
hijo de don Antonio Espinoza y doña María Soto, calzaba botas negras, ante
Rokochupa siempre perdía, le ganaba en cada apuesta y como Rogelio tenía
canicas nuevas, entonces Rokochupa astutamente le sugería para que jueguen otra
vez y que en esta oportunidad tendría mejor suerte, pero no era así, Rokochupa
nuevamente le ganaba una y otra vez, Rogelio en su impotencia, le propinaba
sendos puntapiés.
La
madre de Rokochupa, dada su pobreza, le preparaba su fiambre que ahora los
muchachos denominan “lonchera”, para
que se sirva a la hora del recreo, consistía en gran cantidad de cancha que
llevaba en uno de sus bolsillos que le llegaba hasta la rodilla del pantalón de
bayeta que llevaba puesto y en el otro bolsillo, llevaba una buena porción de “curpé” (bolas pequeñas de queso que se
hacían de las sobras que rebalsaban de los moldes de queso). Su pobre pantalón
que su madre tanto lo remendaba y zurcía había perdido hasta de forma.
A
la hora del recreo, antes de retar a sus ocasionales adversarios, tomaba un
puñado de cancha y un pedazo de curpé y los llevaba a su boca, cuando entonces
exclamaba:
- ¡Ay mi muela!
¡Ayayayayy.......mi muela!
– Gritaba Rokochupa.
En
su apuro por jugar a las bolitas y ganar a todos los que se le ponían al
frente, echó al bolsillo de las canchas las bolas que ganaba y en el fragor del
juego, no miraba el puñado que se llevaba a la boca, entonces ingresaban a su
boca tanto la cancha como las bolas y también el curpé, que al masticarlos le
ocasionó un dolor profundo, escupiendo al suelo una mezcla de cancha, curpé y
bola partida.
Rocochupa,
era un eximio jugador de canicas, cuanto contendor que lo desafiaba era
derrotado por él, y lo que más le gustaba era ganar las mejores bolitas a los
hijos de los profesores y a otros más. Gozaba tanto de sus hazañas, viendo
perder a Rogelio, Reyno, “Rachac” Allqui, "Cayo", “Michi” Vicente, y a muchos más.
Pobre
Rocochupa, ahora por qué caminos y distancias estará arrastrando la grandeza de
su pobreza honrada y quien sabe a lo mejor, desde arriba estará riendo viendo jugar
a los niños con su misma destreza.