viernes, 28 de agosto de 2015

   

       EL  BONLE  DEL  ICHIC  OLLQO
                                  
                     (Del Libro: Historia de Ivo)

                             Por: José Santos Gamarra Soto (Dolton)


El Ichic Ollqo vive en lagos, lagunas y ríos, según el cuento de nuestros ancestros. 

                   En Marca, existen cuentos y leyendas que como manifestación cultural tienen su fundamento en el medio oral, existe uno, de un personaje fantástico de la vitrina andina que nos han contado cuando niños nuestros padres, nuestros hermanos mayores o primos, ésta es la leyenda del Ichic Ollqo, hombrecillo calato que tiene los brazos largos, las piernas cortas y los pies planos y grandes, con un estómago enorme y redondo, estos hombrecillos poseen una fuerza descomunal, que fácilmente pueden partir las rocas, que encandila a sus víctimas en lugares solitarios y los hechiza principalmente a jóvenes pastorcitas llevándoselos a lugares sin retorno, este cuento que tiene como habitad los escabrosos lugares de los lagos o cochas y los ríos era uno de mis favoritos aunque me causaba mucho temor por las características intrincadas del cuento.
      Según el cuento o leyenda son hombrecillos calatos que salen en verano a la superficie en ardiente sol, y secar sus largas cabelleras en los peñascos que antecede al bonle.
                                                         
                   Ciro, como hermano mayor iniciaba delante de mí la caminata por las chacras de cochacar y lugares vecinos, o en todo caso elegía el camino y el trayecto, lugares que recorríamos entre cantos y silbidos; en el camino me contaba algunos cuentos y leyendas que  escuchó a sus mayores, que muchas veces me aterrorizó dada mi edad.
                      A veces adquieren la forma de un mastodonte, hombre descomunal que fácilmente puede partir una roca con sus propias manos. 

                     A mi temprana edad poco a poco comencé a conocer todos los caminos de Cochacar y alrededores, ya contaba con siete años de edad, podía caminar solo, sin compañía, un día me fui a la chacra de doña  Shaui en Higos, era el nombre de cariño de doña Isabel Cubillas quien ya era una señora de avanzada edad que vivía en Marca acompañada de su empleada llamada Marcelina; la señora Isabel Cubillas  tuvo como hijo a Artemio Sáenz Cubillas quien a su vez fue padre de mi amigo Vidal Sáenz Flores y María Esther Sáenz Flores; la chacra de doña Shaui era vecina con las pertenencias de Germán Cueva, Alberto Garro y Leonardo Cueva, mientras que hacia el norte quedaba la chacra de Dn. Dalmiro Padilla.
      El lugar que describimos está ubicado más abajo de la campiña de cochacar, en la vista la bajada desde Rosas Pampa donde se puede apreciar la inmensa roca de Ccoshrun.

                    Doña Shaui era dueña de una inmensa chacra al sur de cochacar, vecina con Pati y Cosma, mientras que al frente queda Jacahuás. En su chacra existía un inmenso higal que llegaba hasta el río, en algunas oportunidades me adentraba en el  interior de ella y cogía los frutos maduros, que en más de una oportunidad me servía de almuerzo y comida cuando mis padres no regresaban de la ciudad. Por aquellos tiempos había tantos higos en  aquel lugar que los alumbrantes o estandartes reparten en Semana Santa los dulces de higo que llevaban desde ese lugar para prepararlos. La chacra era muy grande cuyos linderos llegaban hasta la orilla del río, donde  una inmensa piedra  presidía a un “bonle”, que así llamábamos a un pozo grande y hondo.
          Higos, al final de la chacra de doña Shaui se encuentra el Higal, colinda con  Ccosma y Pati, al frente Jacahuas y hacia el sur parte de Ántapi.

                     Durante los meses de invierno cuando el caudal de las aguas aumentaba cruzar de una rivera a otra, era cosa de valientes, por la bravura del río y además, era un lugar solitario y de misterio. El caudal del río en época invernal aumentaba a causa de las lluvias en las partes altas y por su cauce viajaban árboles, animales y piedras, cuyo sonido en el silencio del campo me atemorizaba mucho pensando que en cualquier momento inundaría a mi Cochacar querido. Los agricultores que tenían necesidad de cruzar el río desde Cochacar a Jacahuàs ò viceversa, necesariamente tenían que cruzar por dicho lugar llamado por mí y mi hermano Ciro el “Bonle del Ichic Ollqo”, dado que el camino para seguir dicha ruta se tenía que seguir por aquel camino que orilla la chacra de doña Shaui, que nos servía para llegar a sus parajes sorteando pircas y muros que separan a otras propiedades. Cada vecino cuidaba muy bien a sus chacras, eran como tableros de ajedrez, los propietarios  y vecinos junto a mis padres acordaron ser los únicos en recorrer por esas propiedades.
       Hermosos lugares que intervienen en la leyenda del Ichic Ollqo, se aprecia parte de cochacar, el río de Marca, Jacahuas, Kuyuhuan y parte de Huancahuasi.

                  Ciro, me contó que en dicho bonle vivía Ichic Ollqo, hombrecillo calato de abundante cabellera rubia que le llega hasta los talones y que poseía una caja o bombo, que toca y toca en épocas de lluvia, en abundancia de lluvias y en determinado momento canta melodiosamente o llora como un niño perdido para hechizar a sus víctimas, llamando a los niños o a las jóvenes pastorcitas  para llevárselas a las profundidades del bonle donde existían lugares exóticos como las estalactitas y las estalagmitas que eran formaciones de rocas en las cuevas existentes junto al bonle y no regresar nunca más, éste era su casa del Ichic Ollqo, adornados de oro y plata, las veces que al pasar el río yo veía el bonle me parecía más grande y tenebroso, en las tardes, el miedo se apoderaba de mí que tenía que recoger a mis animales, pero felizmente éstos, solos iniciaban el camino de regreso y cosa curiosa, mis asnos en las noches se escapaban a Jacahuas a comer alfalfa y luego retornaban porque al día siguiente eran alquilados para servicios de carga.
                    La bella campiña de cochacar, lugar de entrañable presencia.

             Por aquellos tiempos, también escuché que en los meses de verano cuando arde el sol en todo el valle, Ichic Ollqo, luce su belleza sentado en el inmenso peñasco que antecede el bonle, secando su rubia cabellera; muchas veces, toma las imágenes parecidas a los familiares ya fallecidos o algún ser querido y astutamente se acerca a  los niños para llevárselos consigo hasta desaparecerlos.
           Higos, es La zanja que continúa a Pati, el Higal de verde manto llega hasta el río.

Tal era el cuento que me atemorizaba porque diariamente tenía que cruzar el bonle para regresar con el ganado vacuno para los que mis padres habían arrendado los alfalfares. Para cruzar  a mis siete u ocho años, tenía que vencer a  mis temores y cumplir mi tarea cruzando el río para llegar a Jacahuás, cuyo nombre proviene de las voces quechua: jaca que significa cuy y wasi, casa. Cerca a Jacahuás se encuentra Antapi cuya toponimia en runa simi,  significa lugar de espinas.
Otro aspecto de las chacras de Cochacar, eran tableros de ajedrez, que bien cuidados por sus dueños ofrecían una visión de abundancia en las sementeras y prosperidad a sus dueños.

El Ichic Ollqo, el bonle, el caudal del río en las épocas de invierno y el silencio de las noches cuando me quedaba solo en cochacar, fortalecieron mi carácter y la soledad de las noches me ofrecieron sueños, esperanzas y caminos de éxitos.


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