jueves, 14 de marzo de 2019




                                     ******HECHOS HISTÓRICOS DE MI TIERRA******


                  PUTURRUNCU   Vs.   MANCALLUSHPI

                                          José Santos Gamarra Soto


En el año de 1959, a la edad de ocho años presencié una de las peleas más comentadas, espectaculares y de larga duración jamás vista en Marca denominada “La Pelea del Siglo”, era el mes de marzo y tarde de invierno que aún se manifiesta la existencia de neblinas y lloviznas. Un grupo de niños jugábamos en la plazuela, al costado del obelisco, junto a mi primo Máximo Sayán Salinas a quien lo llaman “El Chino” por ser hijo del “Chino” Rolando Sayán y mi tía Alicia Salinas Cubillas, hermana de mi padre, habían otros amigos de mi edad muy cerca al Obelisco que perennizaba el Centenario de la creación política de Marca (1857 – 1957), aniversario que se celebró en el año de 1959.

Por aquellos años existía un puquio en la esquina noreste de dicha plazuela, al lado de la casa de doña Artemia Padilla Rondón a quien la llamaban cariñosamente “Cuntulina”; desde ese puquio, se sacaba agua en baldes para la cocina, los pobladores que vivían en el perímetro de la plazuela así como las primeras cuadras del Jr. Bolognesi llamado chopicalle, como era mi caso al vivir mi abuela Tomasa Padilla Ferrer en la primera cuadra de esa arteria; las filtraciones de los puquiales eran cristalinas y limpias, por esos tiempos no había agua potable en Marca, para el consumo humano se recurría a los puquiales existentes.


Otro puquio muy importante para la vida de los marquinos en esos tiempos era el de San Cristóbal muy cerca de la casa de don Eulalio Espinoza a éste, lo llamaban “Diablo”, un tercer puquio que existía estaba ubicado en la esquina nor-este de la Plaza de Armas al costado de la casa de don Trasfil Gamarra; por el barrio de Mitana existía otro puquio frente de la casa de don Silverio Soto, y por llushu cerca de la capilla San Lorenzo había otro puquial, éstos puquios eran los que abastecían de líquido elemento a la población de Marca para la cocina, sin contar “Wiscor Puquio” que quedaba cerca del huerto del profesor Jorge Victorino Tolentino Gamarra.

Esa tarde del mes de marzo del año de un mil novecientos cincuenta y nueve, contaba con ocho años de edad, dicho día lo apacible de la ciudad característico por la época invernal se convirtió en una tarde de mucho ajetreo y jaleo al armarse un lío de proporciones precisamente en el puquio de doña Artemia Padilla Rondón. “Puturruncu”, cuyo verdadero nombre  era Alejandro Cosme Fabián se acercó al puquial con la finalidad de tomar agua, era joven tendría unos veinticuatro años de edad, estaba ebrio, se tiró de bruces al suelo para tomar el líquido elemento, cuando fue levantado en vilo por “Mancallushpi”, llamaban así a Manuel Gamarra Padilla, hijo de Doña Artemia Padilla Rondón y Don Hormigides Gamarra Márquez, quien a su vez era hermano de mi abuelo paterno Don Braulio Gamarra Márquez; Mancallushpi había llegado de la capital, también se encontraba ebrio.

Éste, en una actitud prepotente le prohibió que tome agua del puquio que quedaba delante de la casa de su madre diciendo que ellos eran los dueños del puquial, por tanto no debía tomar agua sin su permiso. Al sufrir el atropello-porque el agua que se bebía en esos tiempos eran de los puquiales y nadie prohibía el agua por ser de todos-Puturruncu, se levantó y respondió a Mancallushpi con palabras soeces, armándose así una discusión para luego llegar a los golpes. Mancallushpi, era medio acriollado y hablaba muy fuerte, usaba botas puntiagudas que era la moda del momento, éste le dio un puntapié a Puturruncu, el mismo que respondió sin inmutarse; ambos tendrían casi la misma edad,  habían servicio al ejército peruano, después de las patadas pasaron a los puñetes y se trenzaron en una pelea de nunca acabar.

Mancallushpi llevaba cierta ventaja por estar con las botas puestas, sin embargo Puturruncu jamás claudicó en su intento de golpear al rival. Todos los muchachos veíamos el accionar de ambos contrincantes por vez primera veíamos los “Rectos de izquierda y derecha”, los “Jabs” y los “Ganchos”, era la “Pelea del siglo” ponían en práctica esas técnicas del boxeo, novedoso para los lugareños que presenciábamos con cierto temor pero con mucha expectativa, en plena pelea pasaron por los terrenos que sería el futuro mercado de Marca, terreno que se encontraba en la plazuela a medio construir;  llegaron  hasta el puente de calicanto.

La tarde estaba lloviznando y había mucha neblina, ya había buena cantidad de curiosos que “espectaban” la pelea, así nomás no se suscitaban éstos acontecimientos tan peculiares, ambos contrincantes cruzaron el puente de calicanto en plena pelea, nadie entraba a separarlos, se dirigían hacia la plaza de armas. Esta pelea era tan peculiar, que años más tarde en el año de 1975 cuando en el Cine Teatro América de Barranca vi las películas de Charles Bronson  los clásicos “El Luchador” y/o “El Peleador Callejero” me recordaba la pelea que años antes había presenciado al lado de mis amigos aquella tarde de invierno en Marca.

En la ciudad había un solo Guardia Civil, que estaba en comisión de servicio fuera de la ciudad; por ello no acudía al lugar de los hechos, ambos boxeadores se insultaban fuertemente por lo borracho que estaban, las patadas y puñetes, menudeaban uno tras otro, así llegaron hasta la esquina de la plaza de armas, esquina de doña Hildaura Flores Maguiña, ambos peleadores callejeros se revolcaban trenzados por el suelo, en un descuido, Mancallushpi le da una patada en la sien izquierda a Puturruncu, emanándole un hilo de sangre del parietal izquierdo, cuando Puturruncu, se da cuenta de la sangre, le dice a Mancallushpi:

-           ¡Espérate carajo!……..que yo también tengo mis botas y voy a ponérmelas - Le dijo apuntándolo con el dedo.
-          Anda póntelos…..que aquí te espero so huevón - le contesto Mancallushpi.
-          No te me corras………que regreso inmediatamente - le indicó Puturruncu.

Se fue a toda prisa a la casa de su madre que quedaba muy cerca, en el barrio de Mitana, donde tenía guardado sus famosas botas rojas, con aplicaciones a los costados, eran bordados con hilos amarillos o tal vez serían cremas, eran unas botas tipo vaquero, con tacos altos, los tacos eran de color negro, mientras que la punta de las botas era acerado como la proa de un barco, las botas llegaba casi hasta la altura de la rodilla, dos minutos después bajaba por la calle Salaverry, al costado de la iglesia, gritando:

              - ¡Ahora si carajo!...........¡te quiero ver…! - Le decía enseñando sus botas rojas
                                                                              Que se los había puesto.

Nuevamente se agarraron a golpes, en la esquina sur de la Plaza de Armas, esta vez en igualdad de condiciones, la lucha era pareja y sin cuartel, no se daban tregua, se revolcaban en el barro que se había formado por la lluvia, era el mes de marzo, la gente miraba, nadie se metía a separar a los contrincantes.

Hacía más de dos horas que la pelea se había iniciado, la pelea era muy pareja, ambos jóvenes habían servido en el ejército hasta un año antes, eran reservistas, eran fornidos y las patadas y puñetes que ambos se propinaban no les hacía mucha mella en el cuerpo. La única persona que intentaba separar a los peleadores callejeros era doña “Pulu” madre de Puturruncu que ya había llegado al lugar de los hechos, en su intento de sepáralos, recibía manotazos casuales de uno de los contrincantes que la hacía volar por los aires.

Cuando finalmente llegó del campo el único policía, apellidado Ángeles, le decían “Cuchi Senka Ángeles”-se había ido a Jacahuás a traer alfalfa para su caballo-El policía se los llevó al puesto de la Guardia Civil que quedaba en el segundo piso de la municipalidad, en la plaza de armas de Marca, decían que los había encerrado en el calabozo, les hizo sacar a ambos las botas que poseían, las correas y algún objeto punzo cortante que tuvieran y los encerró a ambos en el mismo calabozo, para que continúen peleándose.

Al día siguiente, ambos salieron del calabozo, tranquilos, cabizbajos y avergonzados ya les había pasado los efectos del licor, estaban arrepentidos de lo ocurrido el día anterior, concitando la atención de la población que así nomás no se veía esta clase de peleas. Puturruncu y Mancallushpi años más tarde serían muy buenos amigos.
Fuente: Historia de Ivo


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