miércoles, 8 de julio de 2015


                 BRINDIS  B.  GAMARRA  CUBILLAS


                             Por: José Santos Gamarra Soto (Dolton)


                             Plaza de Armas de Barranca año 1,969, Dn. Brindis Gamarra
                      Cubillas junto a sus hijos Marcelo Ciro y José Santos.
S

in duda, nuestros padres son las personas que más amamos en la vida, no solo porque nos dieron la vida, sino por sus consejos y enseñanzas, de ellos se recibe el cariño y todo los actos que llenos de ternura y bondad labran el presente y futuro de sus hijos. Hoy 07 de Julio cumpliría 95 años el nacimiento mi padre, don Brindis Benedicto Gamarra Cubillas, quien era hombre de estatura no muy alta, trabajador empedernido en las tareas de la chacra. Me había contado en más de una oportunidad, como fue formando su recia personalidad desde muy pequeño, porque a los quince o dieciséis años se había iniciado arreando ganado vacuno a la costa, que los compradores llamados “ganaderos” contrataban a los jóvenes para arrear las reses que compraban a los marquinos. Había uno en particular llamado Manuel, yerno marquino, su esposa se llamaba Elvira Portella, quien compraba las reses para que los  jóvenes  lleven arreando veinte o treinta reses durante tres o cuatro días de caminata hacia la costa, por los años de 1930 a 1940, cuando aún no llegaban los camiones a Marca para trasladar a los vacunos hasta los camales de Paramonga ó Huacho.

Mi padre, me contaba con elevado entusiasmo y orgullo las hazañas de juventud que había logrado con sus amigos en su aventura por la costa, a los que yo escuchaba muy atento el relato de mi padre. Era un hombre tenaz en el trabajo pero tierno y bonachón con sus hijos, que se había formado con mucho esfuerzo y  sacrificio para después  formar su hogar con su Ellpicha, mi madre, llamada Fidencia Elpidia Soto Padilla, siete años menor que mi padre.

Recuerdo que mi madre era la más severa con sus hijos en casa, pero llena de ternura, castigaba los malos actos y premiaba los buenos. Se daba tiempo para todas sus responsabilidades, derramando entusiasmo y felicidad mamá Ellpicha me contó que los pobladores de Marca comentaban, que entre los buenos cargadores por aquellos tiempos del Cúmuchi en Semana Santa había sido mi padre, uno de los que mejor han llevado a Cristo crucificado, durante la procesión del Jueves Santo, y haciendo un recuento de cargadores en todas las celebraciones de  Semana Santa y la historia de Marca también registra a Policarpo Enríquez, Erasmo Aquino, Benicio Ramírez, Desiderio Espinoza, Leonardo Enriquez y Peñafort Díaz entre otros por esos años,  los más famosos.  Don Brindis había tenido tal honor de cargar el Cúmuchi en los años de 1952 y 1953, conjuntamente con Abraham Fabián natural de Chaucayàn, éste murió años más tarde, ahogado en un trágico accidente, en el río fortaleza, a la altura del puente de  Chaucayán.

Mi padre cargó el kumuchi por dos años consecutivos. El primer año, sacó de la Iglesia Matriz a Cristo crucificado hasta chopicalle en el barrio de Pircaymarca, solo, sin  ayuda de nadie, ese era el verdadero Santo Varón que lleva descalzo, por las calles de Marca en lluvia, llenos de barro y pedregosas durante toda la noche, desde la Iglesia Matriz hasta el lugar denominado chopicalle; y el otro, Abraham, tomó la posta desde chopicalle hasta la Iglesia.  Al año siguiente, Brindis cargó  desde Chopicalle hasta la Iglesia, respetando la costumbre y tradición del pueblo. Los años que cargó el kumuchi mi padre contaba con 32 y 33 años de edad respectivamente, para esta tradición católica, había vendido un toro para pagar la pujanza, trabajó como nunca todo el año, porque era un anhelo muy acariciado, cargar el kumuchi de Jueves Santo. Tenía dinero y coraje, oportunidad que no lo desaprovechó. 

Yo contaba con uno y dos años año de edad respectivamente por aquellos años, era un niño de leche, mis primas Efrosina y Ana se encargarían de llevarme cargado en la espalda con su “jacu” y con el “wachtku” turnándose durante la procesión. Mis  primas estaban  muy nerviosas al ver que mi padre cargaría el kumuchi, lloraban de  emoción al mismo tiempo de miedo. Mi padre no era tan alto y corpulento para cargar solo toda la noche a Cristo crucificado que sobrepasaba los cien kilos, ese era el temor que tenían las sobrinas; pero como todo agricultor dedicado a las faenas del rudo trabajo en el campo tenía la musculatura adecuada para ganar la pujanza y llevar a Cristo crucificado al compás del bombo de la banda de músicos.

Mientras el cantor religioso Leonor Gamarra cantaba los últimos salmos antes de la salida de Cristo crucificado; don Brindis, después de ganar la pujanza, que dicho sea de paso estuvo muy reñida como todos los años, comenzó acomodarse las fajas que le cruzaban el pecho, estaba ataviado con una túnica blanca, los dos Santos Varones ya  habían tomado su caldo de toropachaquin –caldo de pata de toro- y minutos antes se sirvieron su washcu  para calentar el cuerpo decían, unos; y otros, comentaban para perder el miedo.

Le amarraron la cabeza con una tela blanca y gruesa alrededor de la frente, para amortiguar el dolor que podría ocasionar la cruz de madera y los clavos en la frente, llevaba un cordón blanco a la altura de la cintura amarrado alrededor del mismo, como  los sacerdotes, la túnica blanca le daba solemnidad, era efectivamente el Santo Varón, solo se les veía las manos libres, se le notaba  los callos y las cicatrices que tenía en la mano,  por el uso de la lampa y barreta en la tareas rutinarias de las chacras que cultivaba.

Templó las bandas o fajas que le colgaban de los hombros en forma cruzada, se inclinó un poco como para templar las fajas, en cuclillas, esperó que le pongan la faja por debajo de la enorme cruz, cuando estuvo seguro que todo  estaba en su sitio,  levantó el kumuchi, se paró  al centro  de la Iglesia, solo y corajudo: 

“¡Ay Dios mío!, lo va aplastar a mi tío" - repetían una y otra vez mis primas,  el nerviosismo en la familia era natural.

La banda de músicos comenzó a tocar la marcha fúnebre Candamo, mi padre comenzó a dar los primeros pasos  seguros y firmes, pasos lentos, inclinando el peso en uno y otro pie, le otorgó balanceo, temporalidad y ritmo, los aplausos no se dejaron esperar, la emoción cundió y las personas mayores decían “alli cholo she”. Entonces mi madre doña  Ellpicha, mis primas y toda la familia respiraron aliviados; y ella, secó de orgullo sus lágrimas emocionadas, viendo que su esposo caminaba con la naturalidad de un buen cargador de kumuchi,  los comentarios de buen cargador, duró por muchos años.

             Brindis, era un hombre de recia personalidad y trabajo duro, no dudaba en realizar cualquier trabajo, pero al principio no era el yerno preferido de mi abuela Tomasa Padilla Ferrer, quien no estaba dispuesta aceptar el anuncio de compromiso de su hija menor Elpidia, le recriminaba a su hija por su elección, cómo había podido fijarse en un hombre sin dotes, de estatura baja, de poca educación, no pertenecía a la clase más acomodada de Marca.

            Fueron pasando los años y don Brindis con su trabajo y don de gente,  se ganó el cariño  y respeto de doña Tomasa, a tal punto de convertirse en el yerno preferido,  de los tres yernos que tenía, precisamente por los trabajos que realizaba. Doña Tomasa, mi abuela, encargaba especialmente a mi padre para que realice trabajos de sembrío y cosechas en sus chacras que poseía tanto en Marca como en Churap, porque su difunto esposo don Carlos Borromeo Soto Tolentino, mi abuelo, le había dejado en herencia extensas tierras, así como también haber adquirido como herencia de su padre Don Félix Padilla gran parte del anexo de Churap, principalmente de Chinchipampa, llegando sus dominios hasta Pampán.

            Pasaron los años, era el mes de febrero del año de 1959 estando mi madre en Cochacar, yo contaba con ocho años de edad, mi madre me envió con la “merienda”, llamaban así el almuerzo que tenían que servirse los trabajadores, ésta merienda era para mi padre, quien se encontraba junto a otros agricultores en la “Limpia de acequia” de Cochacar. Era costumbre que todos los años los agricultores limpien la acequia que les sirva de canal de regadío a sus sementeras, para ello se hacía faenas de Minka entre todos los agricultores favorecidos. Esa tarde de febrero, tarde lluviosa, llevé el almuerzo para mi padre hasta la zanja de Pati, donde los trabajadores hacían su descanso obligado de la faena al medio día, debajo de un frondoso árbol de aliso.

            Después del almuerzo, y durante la "malluada" ó chacchado de coca, a mi padre lo eligieron “Juez de Aguas” de la acequia de Cochacar, a propuesta de don Juan Espinoza Somoza, a quien llamaban “Chucki Chokan”, sobrenombre que le habían puesto los comuneros, una noche que dormían en las alturas de Paroncayàn durante la toma de tierras para la comunidad Campesina San Lorenzo de Marca, había un comunero que tosía en la quietud de la noche, cuando otro comunero preguntó:
                 ¿Pitac sellama chockan? ¿Quien tose tanto? -Dijo el comunero.
                  ¡Chuki Chokan she!........¡Esta tosiendo Chuki!

                  Era don Juan Espinoza Somoza, natural de
                  Rapayán, Huari, casado con una dama marquina, quien
                  Era muy vozarrón, hablaba muy fuerte, pero
                  Con sus amigos agricultores era muy bonachón.

          Al buen Juan Espinoza Somoza, que era padre de mis amigos Teodoro y Reynaldo Espinoza Gómez, con quienes yo estudiaba en la Escuela Primaria de Varones N° 1339, ya se le conocía como “Chuki” porque era natural del callejón de Conchucos, en Marca, a todos los conchucanos se les conocía como chukis, pero como tosía mucho le pusieron “Chuky Chokan”. Juan Espinoza le tenía mucha simpatía a mi padre, a raíz de su nombramiento de Juez de Aguas de la acequia de Cochacar que llegaba hasta sus dominios en wakraqaqa.

            Aquel mismo año en la ciudad a mi padre, lo nombraron “Alcalde Pedàneo”, ejerciendo dicha autoridad por el tiempo de cuatro años en cuantos eventos existía en el pueblo, durante el mandato de mi padre, recuerdo haber visto dirigiendo y dando órdenes a la feligresía durante la procesión de Semana Santa con su garrote de mucti, separando a las damas y varones y hagan una fila por cada género y acompañar a la procesión, con mucha fe y devoción, ¡Feliz cumpleaños Papá!, estés donde estés siempre te recuerdo con mucho cariño.

             Mi madre doña Ellpicha tuvo cuatro hijos varones, Marcelo Ciro, José Santos, Félix Teodosio y Brindis Constantino, los dos últimos fallecidos a temprana edad, mi madre falleció al dar a Luz al último de mis hermanos el nueve de octubre del año de mil novecientos sesenta y cinco. Ellpicha, compañera inseparable de don Brindis, trabajadora y madre ejemplar de sus hijos, vivió sólo treinta y siete años.

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