ENTRE MAYAP Y MARAWAY…
+++++ HECHOS HISTÓRICOS DE MI TIERRA +++++
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Todos
hemos tenido experiencias de amores juveniles, bien se dice que los jóvenes
viven el amor arrastrados por los deseos múltiples de la corriente fluvial de
su sangre, que una vez satisfechos o no, pueden caer en una profunda
melancolía; el caso que les describo, no es una novela corta ni una narrativa
novelesca, sino un caso real que me pasó en el siglo pasado, el cual les narro
tal cual, ni fracaso, ni triunfo juvenil amoroso, los fracasos amorosos no
arredran al joven, ya que es consciente de su energía natural y del dinámico
futuro que está presente en él. En consecuencia, el amor juvenil es una dichosa
desdicha o una desdicha dicha.
Avicha, era una juvenil quinceañera muy bonita y
cuando se ponía su vestimenta de Marquina, aún más, me gustaba verla lucir la vestimenta de mi
pueblo después de la salida del colegio, esa tarde del mes de julio de 1970,
nos citamos en Mitana, salida de Marca, hacia el oeste del pueblo con dirección
a Maraway, que era el lugar donde sus padres poseían alfalfares, ella era la
encargada de llevar alfalfa para esos animalitos que tanto degustamos hasta las
uñas en cada fiesta patronal en los ricos Jacacashqui de sabor inigualable.
Caminábamos
por la carretera que conduce hacia Huayllapampa, antes de llegar a Kakahuás, de
pronto se paró ella, y avistó al frente, la casa que quedaba al costado de la capilla
de San Lorenzo, en Llushu, desde la ventana de aquella casa, nos vigilaba el
esposo de su hermana mayor, él, estaba vigilando nuestro caminar, ella,
contrariada manifestó:
-
Ese mi
cuñado es más celoso?
Sin
hacer caso de la mirada escudriñadora de su familiar, nos fuimos gastándonos bromas
por la carretera, una vez llegado a la curva de Mayap, por cosas del destino,
me detuve y le dije a Avicha que estaba muy cansado y continúe ella sola hasta
Maraway que se encuentra muy cerca, al frente de la curva de Mayap; esa tarde
había jugado dos partidos de fulbito en la cancha del colegio. Jugábamos todos
los días partidos de fulbito a veces con apuestas incluido. Lo que motivó que
me quedara en dicho lugar pese a los reclamos de ella.
En
Mayap, por aquellos tiempos existía una piedra grande de forma ovalada que
invitaba al descanso en las caminatas que se hacía por esos lugares. Me quedé
en aquel lugar, sentado en aquella piedra, finalmente me recosté y tratar de
dormir por breves minutos mientras esperaba a Avicha, al verla llegar a la
zanja de Llahuac Ruri y finalmente al lugar de su destino me sentí satisfecho,
ella, apenas llegó al lugar comenzó con el acopio de la alfalfa con la oz en la
mano y regresar pronto al lugar donde la esperaba.
Como
estaba muy cansado estuve echado en la piedra un buen rato, al cerciorarme si
Avicha ya regresaba, grande fue mi sorpresa al ver pasar a tres individuos debajo
de mí, por la acequia que queda al pie
de la carretera, ellos iban rumbo a Maraway. Me escondí, para ver quiénes eran,
caminaban muy rápido, casi corriendo por sitios inhóspitos, llegaron a la zanja
de Llahuac Ruri siempre por la acequia y finalmente al lugar donde se
encontraba Avicha, ella, estaba por culminar con la cantidad deseada y podamos
cargar la alfalfa hasta Marca.
Los
reconocí nítidamente, era el cuñado que nos había visto partir desde la ventana
de su casa, y dos sobrinos de él, que eran hermanos entre sí, uno de ellos era
mi compañero de salón de clases. Llegaron a los alfalfares, uno corrió hacia el
sur buscándome, el otro hacia la carretera y un tercero en medio del alfalfar
iba y venía de un lado a otro, yo al frente, en Mayap escondido en la piedra
hasta donde pude, asustadísimo, me arrastré hacia la carretera como pude y
emprender veloz carrera hacia Marca. Un año antes habíamos practicado con “Llody”
en las mañanas, a partir de las cinco de la mañana para una Maratón que se
organizó por el Aniversario del colegio, dicha maratón se corrió Marca-Curcu-Marca,
ocupando el segundo puesto mientras que el primer lugar ocupó el “Loco” Mario,
quien era reservista y había regresado un año antes a estudiar la secundaria en
el colegio de Marca.
Dolton-como
me llamaban por aquel entonces-Iba rumbo a Marca como alma que lleva el diablo,
no corría, volaba, ahí me recordé la frase muy utilizada en Marca:
-
“Patita para que te quiero”
Una
vez llegado a Marca, me encerré en casa de mis padres y no salí en la noche
como solía hacerlo todos los días. Ese día tendría un descanso obligado.
Algunos
días más tarde, le pregunté a uno de los participantes de aquel trance, era mi
amigo y compañero de salón, el que me dijo:
-
“Te has salvado de una buena”
-
¿Por qué…? – Le inquirí
-
“Si te pescábamos, te hubiéramos hecho
casar” – Me replicó.
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