viernes, 29 de mayo de 2020


                            WARKA  RUTÍ
                                 (El “Kitañaqui” ancestral)

          ++++ COSTUMBRES Y TRADICIONES DE MI TIERRA++++

                                             José Santos Gamarra Soto


En la ciudad de Marca por la década del 50’ del siglo pasado había un niño de ocho a nueve años de edad  llamado Elmer Trujillo Quispe, él, vivía junto a sus padres en el barrio de Pircaymarca al que se le conocía como “Warcasho” tenía la cabellera muy larga, tan larga que le quedaba hasta la altura de la cintura. En Marca se dice “Warka” al cabello largo sin cortar, éstos a su vez tienen sus “Motitas” a todo infante la warka le va creciendo en proporción a los años de edad que tiene, cuanto más crece el niño se hace más difícil el peinado del mismo, por la existencia de las “motas”, el niño era hijo de don Epifanio Trujillo Lázaro y doña Infancia Quispe Gamarra, ellos vivían en el Jr. Leoncio Prado, a la altura de la subida donde cada año en Semana Santa los santos varones sufren con su pesada carga para llegar hasta la esquina de la calle Amargura.


Existen tradiciones y costumbres en la sesquicentenaria ciudad de Marca que perduran a través del tiempo hasta nuestros días como es el caso del “Warcarutí”, costumbre que a pesar del paso de los años y generaciones perduran como el caso de las warkas y sus motitas; éste era el caso de “warcasho”. Algunas costumbres no se dan a conocer por falta de información o porque los marquinos aún no hemos investigado a través de los infolios de la historia, hechos y acontecimientos importantes de nuestro pasado y ponerlos en valor para conocimiento de las futuras generaciones que tienen el derecho y obligación de conocer y cultivarlos a través del tiempo. Una de esas costumbres es el “Kitañaqui”, fiesta donde se realiza el warka rutí que en buena cuenta significa el primer corte de pelo del niño o niña.

En lo personal-mi padre don Brindis Gamarra Cubillas-me contó cuando vivíamos en la ciudad de Barranca a mis 16 años; me decía que en el año de 1956 a mis cinco años se realizó mi kitañaqui en el anexo de Churap de gran recordación para la familia. Mi padre  contaba que a esa edad poseía una cabellera larga por lo que mis padres decidieron organizar una fiesta con padrinos y orquesta vernacular incluido. Al anexo de Churap se llega desde Marca luego de una hora de amena caminata, lugar de mis ancestros por parte de madre por ser descendiente de mi abuela doña Tomasa Padilla Ferrer mamá de mi adorada madre Elpidia Soto Padilla, ambas ya fallecidas hace muchos años; mi abuela Tomasa era hija de Carmelo Padilla, éste a su vez hijo de don Félix Padilla nacido allá por el año de 1780, mi bisabuelo y tatarabuelo respectivamente; dejaron en herencia a mi abuela Tomasa extensas tierras en la jurisdicción de Churap, Chinchipampa y Cochapampa, llegando sus dominios hasta Pampán como consta en los documentos de escritura pública.

Según consta en documentos oficiales registrados en el archivo Regional de Ancash de Huaraz, dichos terrenos y cerros en el año de 1918 fue otorgado como herederos a favor de los hermanos Lorenzo Padilla, Calixto Sánchez, Carlos Borromeo Soto(en representación de su esposa doña Tomasa Padilla) y Fendra Padilla, vecinos de la villa de Marca como descendientes y legítimos herederos de Félix Padilla, quien a su fallecimiento dejó cuatro hijos: Yginio Padilla padre de Lorenzo Padilla, Juana Padilla madre de Calixto Sánchez Padilla, Carmelo Padilla padre de Tomasa Padilla y Cayetano Padilla padre de Fendra Padilla, redactándose la minuta ante el Juez de Paz de Marca don Miguel A. Espinoza en el año de 1913, ésta minuta fue elevada ante el Notario Don Miguel Vega de Huaraz cuyo testimonio se otorgó con fecha 17 de mayo de 1918 quedando inscrita en los Registros Públicos de Ancash.

Años antes a don Félix Padilla le fue otorgado dichos terrenos y cerros de Chinchipampa a su favor por don Jerónimo Capdaigua desde el 10 de Marzo de 1832 el que se halla inserto en adjudicación que le hizo doña Rufina Navarro y hermanos a favor del susodicho Jerónimo Capdaigua en el año de 1830, en cuyo título están demarcados los linderos y extensión que le tocó y se le adjudicó a doña Tomasa Padilla de Soto quien era mi abuela como se ha dicho y coherederos con la siguiente dimensión y linderos:

“El primer lote indica por el lado este denominada Yuracmaché, Joctacocha, Cuyocrumi, siendo sus linderos ese lado con Pucacuito bajando por el cerro de Huairaccunca a tocar a un morro llamado Chacmapunta en donde baja por una quebrada llamada Pumahuayín hasta dar el paradín llamado Pampán. Por el norte con el cerro Huaicraccunca a dar al primer lindero. El tercer lote llamado Ichic Cuito se le adjudicó a doña Tomasa Padilla de Soto y compartes desde el encuentro de la propiedad de doña Fendra Padilla hasta una quebrada llamada Jaracoto que se dirige en línea recta al punto de Hueiraccunca y por el pie con los terrenos de Jaracoto y cerco de piedras. El terreno denominado Chacracuta que son sobrantes desde el punto de Yuracmachéi hasta el último cerro llamado Pan de Azúcar queda a beneficio de todos los coherederos para que lo aprovechen proindiviso con la condición de que si alguna de las partes quisiera enajenar su acción cualquiera de los coherederos será preferido en la compra. Igualmente los pastos denominados Carracuta, Pumashca y otros nombres quedan en común para todos los coherederos para que lo aprovechen en común y proindiviso. Los linderos de este último fundo son: por la parte superior el camino de Ichoca a Marca por el norte al punto de Caracollca por la parte inferior el rio de Churap y por el Sur el San Juan de Ocallucma. Los terrenos denominados Cochapampa quedan a beneficio de sus poseedores. Los que no se han dividido o adjudicado porque cada poseedor tiene sus documentos especiales los cuales se respetan y nos comprometemos a no reclamar sobre ello”.

Así consta en el Archivo Regional de Ancash. Por tal motivo, por ser descendiente de mis abuelos, bisabuelos y tatarabuelos en mi niñez aparte de Cochacar visitaba mucho a Churap, porque mi abuela Tomasa Padilla poseía una amplia casa en la plaza de armas y al costado de su casa dejó en herencia casas a medio construir a cada una de sus tres hijas Felicia, Filadelfia y Elpidia, para que cada una de ellas pueda concluir en la construcción con sus respectivas familias, igualmente les dejó extensos terrenos y cerros por Chinchipampa hasta Pampán que hoy están ocupados por personas y familias ajenas y que nada tiene que ver con estas herencias y propiedades.

La historia de mi Quitañaki tiene pues una explicación un tanto extensa de como ocurrieron los hechos a mis cinco años de edad allá por la estación invernal del mes de marzo de 1956, esta costumbre ancestral que se practica hasta la actualidad, para mejor conocimiento del año y lugar de los hechos acontecidos es necesario narrarlos en amplitud. Este acontecimiento se llevó a cabo en casa del Sr. Cesáreo Cueva Padilla quien fungió como padrino, ésta casa está ubicada hasta la actualidad en la plaza de armas de Churap muy cerca a la casa de mi abuela Tomasa. La costumbre del warka rutí consiste en cortar el cabello por mechones, después de finalizar cada baile, las parejas se acercan para dejar cierta cantidad voluntaria de dinero, en un recipiente preparado especialmente para la ocasión; por supuesto, los padrinos son los primeros en bailar e iniciar la ronda de depósitos luego los familiares y finalmente los invitados.

Los padrinos cada vez que salían a bailar era motivo de comentarios porque
murmuraban que “Ellos ponen a la par con Londres”, recordemos que en aquella época existía en circulación el billete de diez soles oro, de color rojo-llamada libra peruana-cuya cotización tenía equilibrio con la libra esterlina de Inglaterra. Los padrinos de mi warka rutí fueron don Cesáreo Cueva Padilla primo de mi madre, y la madrina Doña Jovina Gamarra prima de mi padre, ellos habían acordado la fecha y lugar de tal acontecimiento. La fiesta del kitañaqui se realizó en casa del padrino en la plaza de armas de Churap, con invitados de los padres tanto como de los padrinos, a mis cinco años contaba con una larga pero muy larga cabellera, enmarañada con “motitas” a lo que los lugareños llaman warca, mis padres contrataron un conjunto musical vernacular integrado por Bernabé Molina quien tañía el arpa y era natural del barrio de Jacacuchu a la que también se le denomina barrio de Llushu, y dos violinistas, uno de ellos Gregorio Ramírez llamado “Chipuco” del barrio de Pircaymarca, hijo de doña Pulu, mientras que el otro violinista era Lorenzo Fabián llamado “Wecti Lorenzo” quien vivía en convento, entrada de Marca.


Se bailó hasta el amanecer debido a lo abundante y largo de mi warka. Esa noche los padrinos y los invitados habían depositado en el plato que servía como recipiente de los aportes de los invitados la suma de ciento ochenta soles oro, mientras duró el baile, yo tenía que estar despierto y la fiesta terminó a la mañana siguiente cuando quedé totalmente rapado. Es costumbre que a cada uno de los padrinos se les sirva un plato de picante de cuy entero como lo hicieron mis padres, más una botella de ron; a los familiares e invitados les pusieron medio cuy, sin descuidar el huashcu.

Esa noche, en ceremonia especial los padrinos me obsequiaron una ternera de color blanco, era más bien jaspeada, de dos años de edad que mis padres le pusieron como nombre “Perla”, que incrementó el ganado vacuno que teníamos por esos años en “Punku”, donde mi abuela Tomasa poseía “Hatos” desde tiempos muy remotos heredados de su padre, que a su vez ellos heredaron de su abuelo y estos últimos de su bisabuelo, se dice que el bisabuelo de mi abuelita Tomasa Padilla Ferrer llamado don Lorenzo Padilla era natural de Chiquian quien fue el primer Padilla que llegó a Churap, era dueño de casi todo Churap por esos tiempos, estos hatos consistían en una cueva grande y algunas cuevas más pequeñas enclavadas en los cerros a la altura de punku, con sus respectivos corrales e inmensas tierras eriazas con mucho pasto natural para las vacas, borregos y cabras que estaban bajo responsabilidad de mi hermano Ciro durante las épocas de invierno.


La costumbre ancestral de la fiesta del quitañaqui donde se realiza el warka rutí de los infantes sea niña o niño, pervive hasta la actualidad gracias a la identificación y arraigo que le han dado los pobladores de Marca, el cual concita el interés y cariño de la población citadina, incrementando nuestra cultura que perdura a través del tiempo.

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