martes, 14 de noviembre de 2023

 MAMÁ ELLPICHA…

Por: José Santos Gamarra Soto

Un día como hoy,
hace 58 años
Partió a la eternidad mi madre Elpidia Soto Padilla…mamá Ellpicha
Han transcurrido más de medio siglo desde su partida cuando aún era niño, el amor de madre incomparable ante cualquier amor, es nostalgia y recuerdo para aquellos que hemos tenido la desdicha de perderlos prematuramente.
Corría el año de 1965, una tarde del sábado 10 de octubre de aquel año cuando recibí la noticia más trágica de mi vida, la muerte de mi madre. Cuatro de la tarde de aquel sábado me encontraba jugando fútbol en el estadio del barrio de Belén de Huaraz, así se llamaba en ese entonces. Existían 4 barrios: los barrios de Belén, Nicrupampa, San Francisco y la Soledad, el barrio del Centenario por esos años iba en franco crecimiento poblacional. El barrio de Independencia no había por esos años ese lugar era un conglomerado de piedras y rocas rezagos del aluvión del río Quilcay de 1941.
Era costumbre que los sábados en la tarde jugara fútbol en dicho estadio, cuando la tarde de aquel día llegó Agustín, natural de Pampas Chico, apresurado y jadeante con su bicicleta Monark verde que unos días antes le habían comprado sus padres. Agustín me llamaba con desesperación desde la línea lateral del campo, apenas lo vi, me dirigí hacia él, al acercarme me dijo:
- Mi tía Julia te necesita ¡Urgente! – “Tía Julia” era la pensionista que nos atendía alrededor de 18 estudiantes de las diferentes provincias de Ancash.
- ¿Para qué? – inquirí con cierta molestia, el partido que jugaba estaba en su mejor momento.
- Tienes que viajar Urgente a tu pueblo – me replicó Agustín… ¿?
Salí del campo a regañadientes, me subí a la bicicleta de Agustín y nos fuimos a la Av. Tarapacá N° 205 en el barrio de Nicrupampa lugar donde quedaba la pensión; al llegar escuché a mi tía Julia decir: “Será con parto…”, al verme llegar se calló, ella, se encontraba acompañada de dos pensionistas más y su ayudante de cocina "Patu", cuyo nombre era Patricia, natural del Caserío de Esperanza, del Distrito de Anta, Provincia de Carhuaz. Al llegar pregunté a mi tía Julia, cuál era el motivo de mi búsqueda, quien me dijo:
- “Joshe”- como me llamaba - tienes que viajar urgente a Marca
- ¿Para qué tía? – le dije - no estaba dentro de mis planes un viaje a Marca sino hasta diciembre después de culminar el año escolar.
- ¡Ha muerto tu Mamá! – Me dijo a boca de jarro.
No sabía si gritar, llorar o pedir alguna explicación a alguien, todos me miraron con infinita tristeza y compasión, corrí a mi cuarto para preparar mi maletín, aunque no tenía mucho que llevar, una camisa un pantalón y una chompa, era una chompa de color rojo y amarillo con cierre delantero, el cual dudé en llevar, me pregunté: ¿No visten de negro en estos casos?, no importa, tenía que llevar aquella chompa, además no tenía otra. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, mi tía Julia entró a mi cuarto y me dijo que tenga mucha entereza y fuerza, ella me embarcaría con el camión de correos de Huaraz hacia Lima que viajan en horas de la noche y a diario a la Capital.
Cuando los relojes marcaban las 7 p.m., subí al camión de correos con destino a Lima, yo me bajaría en Chucchu, Kilómetro 72 de la carretera Pativilca-Huaraz, lugar donde yo tendría que pasar la voz al chofer del camión, cosa que así lo hice, siendo las 3 a.m., todo el camino fui llorando, mil cosas me venían a la mente, tenía la esperanza que el telegrama era falso o se habían equivocado, me bajé en Chucchu repartición hacia Marca, donde vivía el Sr. Allauca, a quien a esas horas de la madrugada llamé:
- Don Allauca……don Allaucaaaaa - grité con insistencia.
- ¡Quien interrumpe mis sueños a estas horas de la noche? - respondió
- Soy el hijo de doña Ellpicha…¿Es cierto que mi mamá a muerto en Marca? – Pregunté.
- Ahhh sí…ayer a muerto – me contestó, ahora si estaba seguro de su muerte.
- ¿Puedo quedarme sentado hasta que amanezca? – pregunté nuevamente.
- Claro…puedes quedarte hasta que amanezca – respondió – luego de ello, ni una palabra más.
Me senté delante de la choza donde había unos troncos – como hasta el día de hoy – eran de molle y eucaliptos, a esperar que amanezca, porque carros desde la repartición de Chucchu a Marca no habría hasta dentro de dos días. Ya tenía como diez minutos sentado, la oscuridad era total, tenía miedo – contaba con 13 años de edad – tenía sentimientos encontrados, caminar o quedarme sentado allí, los camiones pasaban de subida y bajada cada cierto tiempo por la carretera hacia Huaraz, iluminaba el lugar con sus luces.
Entonces tomé la decisión de caminar, no importa en la oscuridad, mis ansias por ver a mi madre y la abundancia de titiras que me chupaban la sangre, hizo que tomara la decisión de caminar a esas horas de la madrugada. Comencé a caminar por el centro de la carretera, estaba muy oscuro, se veía a solo dos metros de distancia; los corralillos y las víboras me habían dicho que en la oscuridad se podían ver, sin embargo, era imposible ver nada.
++++++++++++++++++Ruego a los lectores su comprensión al no extenderme más en esta parte de la historia, porque en el libro: “Historia de Ivo” se pormenoriza en su totalidad la muerte de mi madre, muy triste para mí; motivo por el cual no me extiendo más en esta parte++++++++++++++
Al llegar a Marca, a la casa de mis padres a las 7 a.m., me abalancé con desesperación ante el ataúd de mi madre, ella yacía en el centro de la sala en un cajón mortuorio, sin vida, no encontré más que el hielo de la muerte, la llamé con suprema angustia, solo el silencio de la muerte me decía que ya no me respondería, ese dulcísimo corazón de bondad y sacrificio, enfermo de amor por su hijo ausente, había apagado sus latidos para siempre.
Ese día, había nacido en mi corazón la inmensa soledad que me rodearía en la infinita tristeza de mi vida, sin esa ternura romántica y buena que a través de la distancia fortalecía mi espíritu había partido, pensé, sin mi madre la frágil nave de mi existencia zozobrará en la tempestad de la vida. Oh madre mía, oh soledad, soledad del corazón, a quien la muerte le ha arrancado brutalmente el tesoro más preciado de su vida, el amor y existencia de una madre, ¿porque me has abandonado?, ¿tú que tanto me querías?, sin tu amor mi existencia será una interminable y cruel agonía, me dije.
Ya no escucharía mis lamentos, ya nada pudo llenar el vacío que dejó su viaje al infinito; ya no pude tomar tus manos santas, puras y blancas, ahora estás lejos, definitivamente lejos, en ese más allá misterioso e inescrutable, todos me miraron acongojados en la inmensidad de mi dolor, entró a la casa mi hermano Ciro con quien me abracé y lloramos juntos.
Al día siguiente, camino a Macracruz con el alma desfallecida, marché junto a mi madre en su último viaje, queriendo pedir explicación a Dios, a la vida, a alguien, todo fue inútil, negruras en el espacio y sombras en mi interior, seguí mi peregrinación hasta el camposanto y en su morada solitaria prendí una vela y vertí mis últimas lágrimas puras y ardientes que pudieron brotar de mis ojos, símbolo de mi dolor y mi recuerdo por mi madre pura y santa.
Ahora madre mía al cumplir cincuenta y ocho años de tu partida escucha mi fervorosa plegaria, hecha de amor y de dolor con la elocuencia de mi profunda tristeza por tu temprana partida, ahora estarás en el cielo junto a Papá Brindis y mi hermano Ciro, quienes te harán compañía como antaño pasábamos en Cochacar. Madrecita mía, madre buena, madre bondadosa, por todo lo que me quisiste y sufriste por mí hoy te rindo pleitesía con todo mi amor y cariño y solo te digo un…¡Hasta Pronto!


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