LOS MERCACHIFLES
Comerciantes
trashumantes, vendedores ambulantes, caminantes y promotores de ventas de todo
tipo de prendas y baratijas, antes y durante las fiestas patronales. Llamàbase
así a los mercachifles que provenían desde la época colonial. En Marca, se
aparecían cual saltimbanquis modernos a finales de Julio de cada año, eran
promotores del intercambio cultural de la costa, sierra y selva peruana en la
antesala del 10 de agosto, fecha en que Marca se viste de gala al celebrar
jubilosa su fiesta patronal, en honor a su patrón, el mártir San Lorenzo,
fiesta jubilar que dura seis días, del ocho al trece de agosto, a donde
convergen personalidades de toda condición, gente de diferentes lugares del Perú
y del mundo, marquinos residentes en Lima, provincias y el extranjero, que
retornan para confundirse en el anhelado calor de la tierra generosa de sus
ancestros.
Los
mercachifles, provenían en su mayoría de
Celendín, llamados “Shilicos” eran los que vendían sombreros de ahí la frase
“Los shilicos están vendiendo sombreros hasta en la luna”, existían también mercachifles
Recuainos, Huaracinos, Huachanos y Selváticos que llegaban con mucha
anticipación a la fiesta ofreciendo lo último de la moda, en cierta oportunidad
escuché a un niño de mi edad, decir a su mamá:
-
Oye
mamá, ha llegado un gringo bien negro a la ciudad.
-
¿Quién
es, ese gringo bien negro? – le contestó su mamá.
Lo que pasaba era
que había llegado un mercachifle de tez morena y en Marca era costumbre llamar
gringo a todo visitante.
Por
los años 50 del siglo pasado, recorría junto a mi madre las “Tiendas” de los mercachifles,
quienes exhibían en la plaza de armas ò en la plazuela lo último en vestidos,
zapatos, sombreros y otros productos para la ocasión, tenían sus tiendas con
toldos de lona y yute que cubrían algunas calles y plazuelas, algunos
mercachifles de Cerro de Pasco llamados “Cerreños” traían sus tintes de muy
buena calidad de variados colores para las bayetas y tejidos en crudo como las "sayas" de las damas y pantalones de lana para varones hecho en el telar de los tejedores que existían en buena cantidad. Otros, traían una “máquina”
de películas, especie de cámara fotográfica, para ver en cada “clic” los rostros de los actores y actrices más
famosos del momento en el que sobresalían Joselito, Pulgarcito, Marisol, Sarita Montiel y Rocío Durcal entre los españoles,
mientras que entre los mexicanos sobresalían Jorge Negrete, Sara García, Lucha Villa, Luis y Antonio Aguilar, Pedro Infante y Javier Solís.
Organillero y mono capuchino
Organillero y mono capuchino
Junto
a éstos mercachifles llegaba un mono capuchino y su organillo suspendido en dos
maderas a cierta altura de la que sobresalía una canción melodiosa que al
terminar la canción el mono abría la tapa del organillo y sacaba un papelito
doblado en cuatro partes, era la suerte que le tocaba al parroquiano quien había
pagado diez centavos para que le “Adivinen la suerte”, en el papelito le
indicaba la suerte y/ò el porvenir que le tocaría en el futuro, en el amor, en el
trabajo, en el negocio y otras charlatanerías más, esto era el fiel reflejo y
nostálgico de la cultura y sociedad del siglo pasado, desde el siglo XIX. Existían otros juegos como las ruletas aéreas y
horizontales por donde saltan y corren los dados: “la chica y la grande”.
Escopetas de aire comprimido para balines y plumillas rojas, verdes, azules y
amarillos cuyo acierto en los tiros era como sacarse la lotería por lo difícil de
acertar en los tiros:
¡¡Falta
puntería!!.......Decía el mercachifle luego de recibir los S/. 0.10 del juego.
Vendían aceite y grasa de culebras y boas selváticas traído por algún “chuncho”, éste personaje de la selva tenía cebo de culebra para el reumatismo, artritis, gastritis y otras enfermedades bronquiales, sangre de grado para las úlceras estomacales, el cual, era corteza de árbol de color rojo que los traían enrollados, pieles de reptil, de boas y shushupes selváticos, collares de huairuros para usar como amuletos, etc.
La rueda o ruleta de la fortuna
Vendían aceite y grasa de culebras y boas selváticas traído por algún “chuncho”, éste personaje de la selva tenía cebo de culebra para el reumatismo, artritis, gastritis y otras enfermedades bronquiales, sangre de grado para las úlceras estomacales, el cual, era corteza de árbol de color rojo que los traían enrollados, pieles de reptil, de boas y shushupes selváticos, collares de huairuros para usar como amuletos, etc.
La rueda o ruleta de la fortuna
“La
ruleta de la fortuna”, se le llamaba así a un juego de la costa, la voz del mercachifle
recuerdo hasta la actualidad, le daba varias vueltas al aparato, eran unos
aparatos que actualmente existen en los casinos modernos de las Vegas. Donde
apuntaba la manecilla del marcador era el que ganaba el premio. La manecilla
era parecido a la del reloj, generalmente la manecilla se detenía donde no había premios,
casi siempre el apostador era el perdedor, para dar cierta solemnidad y prestancia
al juego, el mercachifle luego de dar varias vueltas con mucha fuerza al
aparato, saltaba y gritaba:
- “’¡pasa sol……..!”, “¡pasa
luna………!”,
-
“¡ancla paga…….!”, y el marcador siempre quedaba suspendido donde
no
Había
premio.
- “¡……….La
casa gana”!, se apresuraba a decir el mercachifle.
Habían
otros juegos, la del cigarrillo y las gaseosas, en un cuadrilátero cercado en
el piso como el ring de boxeo, el apostador con 10 centavos adquiría 5 argollas
pequeñas de metal, el juego consistía en ensartar en el cuello de las botellas
de gaseosas de concordia, triple kola ò chavín kola originarias de Barranca a
una distancia de tres o cuatro metros; con tan mala suerte que no ensartaba ninguno.
Para los cigarrillos, las argollas eran de mayor tamaño, argollas de madera que
por el mismo precio entregaban 5 argollas las que al tirarlas no ingresaban en
la cajetilla de cigarrillos que eran el Chesterfield, Ducal o Chalán los cuales tenían que ingresar en su totalidad. Los
premios eran muy, pero muy difíciles de ganar, logrando el apostador en muy
raras oportunidades ganar algún premio, quien al ganarlos festejaba la hazaña junto
al mercachifle como una proeza alcanzada.
En
Marca y otros pueblos andinos, sus pobladores lucen lo mejor de su vestimenta
en las fiestas patronales y que mejor si son nuevos. Mi madre, doña Elpidia junto a mi padre habían vendido un toro y el dinero era para comprar ropa nueva
de los mercachifles para toda la familia, ella se encargaría de ello, aquel año,
me compraron un overol vaquero con tirantes de tela gruesa “Tiene que durarte
todo el año”-decía mi madre-los tirantes del overol tenían botones remachados de cobre con
dibujos en alto relieve, los bolsillos del pantalón igualmente los tenía con remaches de
metal, estos overoles estaban de moda, se confeccionaban con la patente de los
pantalones vaqueros Levi’s salido en los EE.UU de Norteamérica en el siglo diecinueve
allá por el año de 1872. Los overoles estaban hechos de tela gruesa para el
trabajo en el campo, complementaba al overol una camisa Caqui de color ocre
semioscuro ó de cuadros tambien de una tela muy gruesa, botines negros, y un sombrero de fieltro de color azul
marino.
Llegamos
a la casa, mi madre guardó todo lo comprado en el mercachifle en un baúl muy grande
que teníamos para las cosas mas importantes de la familia, prometiéndome que me
pondría esa ropa nueva días mas tarde, en la fiesta patronal de Marca. En
efecto, el 10 de Agosto muy temprano aparecía luciendo mi atuendo para festejar
la fiesta patronal de Marca. Esta fiesta, que a la fecha no ha perdido su
peculiar virtualidad y se mantiene vigente gracias a su acendrada identidad y
el prestigio que ha adquirido a través del tiempo...
Fuente: "Historia de Ivo" Autor: José Santos Gamarra Soto.
Fuente: "Historia de Ivo" Autor: José Santos Gamarra Soto.
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