jueves, 9 de octubre de 2014

LA LLICLLA, ARTICULO PUBLICADO EN EL PERIODICO “Hola Marca” Año I, Página 6, SETIEMBRE 2002…
                               La   Lliclla
                                                            Por Juan José Vega
                                  En Marca, la Lliclla engalana y da mayor realce y elegancia  la
                                  vestimenta de la mujer marquina, quienes lucen esplendorosas
                                                          dicha prenda con mucho garbo.
                                        Modelo y Fotografìa: Cortesìa de Lehli Sànchez Cubillas.
              
La lliclla es una manta femenina de diversas formas, estilos y colores, que se coloca sobre los hombros y se sujeta, sobre el pecho, con un prendedor metálico muy grande, al que se ha dado en llamar topo y que en el Incario se denominaba tipqui. Cada región, casi cada etnia o nación aborigen, tuvo su propia lliclla en el Incario; éstas grandes diferencias aumentaron en la colonia y la república, a consecuencia de las influencias occidentales, según zonas.

Cieza de León es el primero en hablarnos de la lliclla diciéndonos que se trata de la una “manta delgada que les cae(a las mujeres) por encima de los hombros”, pero Girolamo Benzoni, el cronista italiano que vino por esos mismos años, solo dice que se trata de “una pequeña manta”. Algo después, Gutiérrez de Santa Clara anotaría que las llicllas eran a modo de “cobijas que se ponen sobre los hombros, que les dan hasta las corvas”, estos, casi hasta las pantorrillas. Fray Martín de Murùa, hombre muy dado a temas de indios y a las mismas indias, señalaría que “traían una mantilla sobre los hombros llamado lliclla” y deja entender que lucía flores y mariposas, al igual que los acaos ò anacos.

Por su lado, el sabio Bernabé Cobo precisa que las llicllas que el más vio llegaban “hasta media pierna y se las quitan para trabajar y cuando están en casa”. En una descripción de Pedro de Córdova, visitador español de fines de siglo XVI, leemos que era “un manto de lana menor…la ponen por los hombros y les llega a la rodilla”, precisando luego que “tráhenla asida al pecho”, lo cual constituía una de sus características, por lo menos en este tipo de lliclla.

En algunas regiones del Imperio de los Incas, la lliclla también cubría la cabeza, tal como podemos leer en la narración de Gonzalo Fernández de Oviedo, quien escribió escuchando a casi todo los que se hallaron en la sujeción de la costa del Perú, señala que las mujeres “traen cubierta una manta corta desde la cabeza hasta media pierna, que quieren parecer mantillo”. Asimismo, Guamàn Poma anota que las mujeres usaban “un paño sobre la cabeza y en hombro otra lliclla” afirmando aparte que la lliclla es como manto; pero no se excluye que ese paño de cabeza fuese en realidad una “ñañaca”, que era prenda de adorno.

En la Colonia y en la República muchas campesinas quechuas pasaron a usar esa lliclla como mantilla española. Así fue vista por muchos escritores como el culto viajero francés Paul Marcoy quien las vio en Arequipa. Medio siglo antes, el sabio Hipólito Unanue escribió que lliclla es una manta de vara en cuatro muy fina y adornada con muchas labores, la que sirve de “rebozo ò mantilla a las indias”. Mariano Paz Soldán también apunta que es el pañuelòn con que se cubren las indias.

El primer diccionario quechua que menciona la lliclla es el anónimo de 1586, que la define como la “manta de india que cubre la saya”.

Con la evolución del modernismo del Perú contemporáneo y la creciente liquidación de la herencia india, las llicllas se fueron extinguiendo. Quedan solo sobre los hombros de las campesinas más pobres, en apartados rincones andinos. Nada resta de las llicllas de lana de vicuña con sus caprichosos bordados multicolores, ni de los topos o tipquis de oro o plata y esmeraldas. Es un mundo perdido, César Vallejo por eso presentó en su novela Tungsteno una india con “…la lliclla prendida al pecho con una espina de penca...”

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