miércoles, 13 de mayo de 2015

                  
                   LA MADRE
  
                           Por: Jorge Humberto Flores Ríos

                                      A la Madre en su Día.

No existe en la tierra el amor más puro ni más casto que ennoblezca a la creación humana. Nada es comparable a la inmensidad de su ternura, hasta el celestial efluvio carece de santidad frente al aroma del sentimiento materno.

El fuego sagrado de su amor embriaga y eterniza, el agua de su bondad alimenta el alma crisol de valores; esa mujer, que en su seno paradisíaco durante nueve meses acunó nuestra vida; esa mujer, que nunca pide recompensa alguna por su sacrificio inconmensurable; esa mujer, que moldeó en sus santas rodillas a nuestros cuerpos; aquella mujer, hermanos, que en su santo egoísmo jamás quiere que sus hijos crezcan; esa mujer, hombres del mundo, es nuestra MADRE.

El sentimiento materno está antes que todas las celebraciones. Por la delicadeza de sus manos llenas de caricias santas, por la sutileza de sus palabras encendidas en el fuego ardiente de su corazón, por el encanto de sus ojos para pedirnos algo en secreta confidencia con su alma, por el diamante de su voz forjada en el eral de su bondad: siempre, hijos del mundo, la MADRE, desde los inicios de la humanidad, fue objeto de preferencias sin límites. Esa mujer que olvida las ofensas por la inmensidad de su cariño está esculpida en el confín del tiempo y en la alborada de su voz, los hombres, hemos aprendido amar la libertad y la justicia que jerarquizan a nuestra condición humana. De esa mujer, hermanos de mi Patria, hombres de todos los pueblos del Mundo, si es sencilla y humilde aprendamos la pureza de sus virtudes y la grandeza de su espíritu; si es ignorante o sabia, captemos las esencias del alma y las cadencias de la vida.

Esa mujer, la más perfecta de las creaciones que se eterniza en los hombres con la maternidad, su arrullo es incomparable; ni la pureza de las manos de los ángeles, tienen el encanto de la madre, ni el candor inocente del canto de las avecillas silvestres, tienen la emanación de su sonrisa.

Ella es, materia radiante porque inmortaliza al hombre y es espíritu subjetivo, caudal de ternura; pero también es, espíritu objetivo por su obra creadora: su hijo. En su alma cabe toda la mansedumbre de la armonía celestial, aquella que sincroniza la perfecta gravitación de los cuerpos celestes del universo. Ella es, esencia de todo lo creado, porque ni las turbulencias del fuego interno de las montañas tienen el santo calor de la ternura de la madre.

Hombres del Mundo acompañadme en mi grito: ¡FELIZ DÍA DE LA MADRE¡


No hay comentarios:

Publicar un comentario