viernes, 12 de mayo de 2023

 



EL QUIPU DE MARCA

Escribe: José Santos Gamarra Soto

Los quipus de “contar” según los cronistas españoles y mestizos de la época, transcribían las traducciones de los Quipucayocs (intérpretes de quipus), estos aparatos registraban censos, autoridades, jerarquías, genealogía inca, canciones, rebaño de camélidos, y reserva de alimentos. Quien sabía todo esto era el Quipucamayoc quien era un funcionario del gobierno incaico, y sabía cómo codificar y decodificar dicho instrumento, ninguno de los colonizadores aprendió a usar el quipu, por ello no supieron cómo explicar su uso. Al menos no lo dejaron por escrito.

Los quipus fueron aquellos instrumentos empleados en la etapa pre inca e inca para el registro de asuntos históricos, económicos o de otra índole. Mediante el sistema de nudos amarrados en cordeles de diversos colores. Se puede decir que fue una forma de escritura mediante un código a base de nudos, pero de colores diferentes y en una distribución codificada de series de cordelillos con el objeto de almacenar información sobre asuntos del estado, comunidad o de naturales.

Existen dos clases de quipus, el quipu de “contar” y el quipu de “enterrar”, al quipu de enterrar le hemos denominado “El Quipu Funerario de Marca”, son cordones que se colocan a los muertos en la cintura para un buen viaje hacia la eternidad, antiguamente en la ciudad de Marca cuando un hombre o mujer fallecía, el quipu era de uso obligado para acompañar en la mortaja, se decía que con el quipu, el finado realiza su viaje en forma placentera hacia la gloria. Estos quipus, se confeccionan cuando se produce la muerte de algún comunero o ciudadano del lugar, sea varón o mujer y de cualquier edad, pueden ser niños, jóvenes, adultos o ancianos, es parte de nuestra identidad cultural. Los Quipus se confeccionan con hilos gruesos de dos o tres colores de lana de oveja, generalmente hilos negros, blancos y azules, el quipu es colocado en la cintura del fallecido y se les hace siete nudos, el difunto lleva puesto estos quipus en su viaje hacia la eternidad.

En Marca, hace muchos años cuando llegaba a la casa de mi abuelita Tomasa junto a mi madre, ella se encontraba muy enferma en su casa de Chopicalle, era una casa inmensa con zaguán, patios, cocina, panadería, y cuarto de visita donde estaba su cajón mortuorio que se había mandado confeccionar con el carpintero del pueblo con mucha antelación, ella inmediatamente le preguntaba a mi madre:

-          Ya terminaron de hacer mi hábito y mi quipu? – le inquiría a mi madre

-          Si, ya está  – le contestaba mi madre

Dicho hábito o mortaja consistía en una túnica de bayeta de color blanco, como de las monjas, más un gorro blanco que le cubría la cabeza, sandalias de cartón con tientos de hilos de lana, y los quipus que necesariamente tenía que portar en la cintura, dicho quipu debería tener siete nudos, recordando las siete virtudes cristianas: La humildad, caridad, castidad, gratitud, templanza, paciencia y diligencia, el quipu terminaba en una borla con flecos en cada una de las puntas.

Al morir un poblador, sus familiares del fallecido (a) tenían que proveer o armar la capilla del difunto, cuando aún no existían las capillas ardiente de ahora. Se cubría el techo con una tela blanca que servía como cielo raso, más una tela negra o pañolón en la parte de la cabecera del muerto donde iba un par de búhos o lechuzas mirándose frente a frente, al pie de la lechuzas existía dos huesos de brazos humanos entrecruzados a la que se le llama “macshu” con una calavera encima que daba mucho temor, el cual estaba con los ojos hundidos y grandes que se denominan “manca ñahui”, la nariz grande y desproporcionada que le daba un aspecto fantasmal, con la boca abierta y los dientes blancos, todos estos aditamentos de color blanco se cocía en tela negra. En la actualidad, pocas familias hacen uso de ésta costumbre ancestral que es parte de nuestras tradiciones que deben continuarse con su uso porque representa nuestra cultura indígena que proviene de la antropología cultural de nuestro pueblo.


El quipu debe ser amarrado en la cintura y acompaña al finado en su tránsito al otro mundo, esa era la creencia animista que perdura hasta la actualidad, Es una costumbre andina que data de varios siglos, se decía que también protegían de los embrujamientos y malos espíritus que pululan cuando el difunto hace su viaje sin retorno. Otros decían que el diablo ya no atraería el alma del finado si iba con su quipu puesto en la cintura y se dice también que los nudos del quipu actúan como defensores en su lucha sin cuartel que sostienen en su viaje y para superar las barreras del alma hasta llegar a su destino, es decir es su patente de seguridad en el viaje hacia el infinito. Es un arma que utiliza el muerto en su viaje, principalmente aquellos que fallecieron en forma accidental o en algún homicidio, tal era la afirmación que hacían las personas mayores, a lo que escuchábamos con mucha atención.

Además se dice que estos quipus han sido utilizados desde tiempos prehispánicos, seguramente desde tiempos pre-incas, eran utilizados en las ceremonias funerarias, muchos autores nos hablan de los quipus siendo esto una rica veta histórica que muy bien puede permanecer en nuestros usos y costumbres a través del tiempo, los nudos y la parte final del Quipu que termina en unos pompones con una borla y flecos son utilizados por los santos varones de Viernes Santo en Semana Santa como instrumento de castigo para aquel que no carga con fe y devoción o se rebela ante sus compañeros que conforman los doce apóstoles de Viernes Santo.

 



 


No hay comentarios:

Publicar un comentario