lunes, 15 de mayo de 2023

 

Puerto Supe, mis inicios…

(José M. Arguedas lo llamó puerto paradisiaco)

 

Escribe: José Santos Gamarra Soto

 

Guardo especial cariño y consideración por Puerto Supe, por haberme iniciado en el ambiente laboral, profesional y empresarial en dicho puerto en el rubro del Comercio Exterior apenas culminado mis estudios secundarios allá por el lejano año de 1970; ramo en el que me he desempeñado toda mi vida y haber dado trabajo a muchos de mis paisanos, así como a hombres y mujeres de muchas provincias de nuestro Perú profundo; en éstos más de cincuenta años de trabajo ininterrumpido  primero como empleado, luego con mi propia empresa estando ya en el Callao, en el rubro del Comercio Internacional.

 

Ahora, ya retirado de mis vaivenes empresariales, recuerdo también que dicho puerto fue el lugar de mis inicios de lectura de obras literarias que marcaron mi vida. Guardo especial admiración y gusto por las obras del novelista nacional José María Arguedas y del francés Alejandro Dumas – Padre, como los principales autores en mi inclinación a la literatura por esos años, y por haberme impactado profundamente en mis años juveniles la lectura de “Los ríos profundos” del primero, y  “El Conde de Montecristo” del segundo, el impacto que causó en mi persona el personaje de “Ernesto” del primero de los nombrados, y de “Edmundo Dantés” del segundo, fueron personajes que me identificaba de alguna manera, por aquellos años de mi juventud.


A mi llegada a Puerto Supe a fines de 1970 luego de culminar mis estudios de secundaria en el colegio nacional mixto San Lorenzo de Marca, empecé a trabajar un 11 de febrero de 1971 en las oficinas de una Agencia de Aduana. El sector pesquero en nuestro país estaba en su apogeo más importante, Banchero llegó a tener en los años 70’ en Puerto Supe hasta 7 Plantas o fábricas de harina y aceite de pescado, dos plantas conserveras, un astillero, además poseía una flota pesquera en todo el litoral peruano compuesta por más de 150 embarcaciones anchoveteras, poseía embarcaciones boniteras, arrastreras, y barcos Atuneros, barcos congeladores tipo madrina. En Lima, por aquellos años tenía una cadena periodística nacional, donde se editaba los medios impresos o periódicos como el Ojo y Correo. Tras haber abierto nuevos mercados para vender la harina de pescado desde los primeros años de 1960. Recordemos que en los inicios estas ventas estaban en manos de los brockers, que manejaban los precios a su antojo y conveniencia.

 

Al iniciar mi trabajo en dicho lugar me enteré que años antes a aquella época, había sido lugar donde pasaban su temporada de verano algunos artistas y escritores quienes viajaban desde Lima dada su cercanía y apacible ubicación así como su estilo de vida tranquila, entre ellos: José María Arguedas, Augusto Salazar Bondy, Blanca Varela y Fernando de Syzlo por citar solo a estos cuatro íconos de la literatura y del arte entre otros grandes personajes de las letras, música y el arte. Llegaban al puerto en cada temporada de verano principalmente a desarrollar sus actividades literarias. Arguedas, era uno de los escritores que llegaba en temporadas de verano, cuenta el mismo, que en el año de 1966 en Puerto Supe inicia su novela llamada “Harina Mundo” la que no terminó, sino cuando se traslada a Chimbote donde dicho manuscrito lo convierte en “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, publicado póstumamente.


Es que Puerto Supe con su playa “La Isla”, y posterior descubrimiento de “El Áspero” era el paraíso de paz y sosiego para personajes como los nombrados, luego se convierte en el paraíso de la industria de anchoveta, al convertirse en un puerto de industria harinera, llegan hombres de todas las clases sociales. Esa obra iniciada por Arguedas es la narración de como un pequeño puerto de nuestra costa, Puerto Supe, se convierte en un centro productor de harina de pescado, parte del nuevo trabajo de Arguedas decía entre otras cosas:

                      

                               “Hace dos años empecé a escribir una novela sobre el tema de los pescadores de anchoveta y la verdadera revolución que ha causado en la costa peruana la industria de la harina de pescado. Yo solía pasar el verano en un pequeño puerto semiabandonado que está a 170 kilómetros de Lima; se llama Supe. Tenía una maravillosa playa y cuando llegué ya solían pasar el verano en ese lugar algunas pocas familias de clase media baja. En 1960 se instaló 28 fábricas de harina de pescado y convirtió al puerto en un inmenso surtidor de humo pestilente y la playa en un fango de gusanos nunca vistos. Fui testigo de la transformación del puerto y de sus gentes. De cómo esta silenciosa y paradisiaca caleta se convirtió en una especie de urbe entremezclada de negros, cholos, indios monolingües, quechuas, chinos e injertos, prostitutas, ladrones y de empresarios sin entrañas. Varios omnibuses venían de Lima los sábados cargados de rameras y se volvían el lunes cargado de oro…La novela sobre el puerto ése y la repentina industria que salvó al Perú y lo convirtió en el primer país del mundo en producción de harina de pescado lleva el título provisional de “Harina mundo”.

Para febrero de 1967 Arguedas asegura que «es la segunda vez que me encuentro en Chimbote» y todavía cuenta con incluir las historias de Puerto Supe en el proyecto, como se lee en un reportaje aparecido en El Comercio, entrevistado por M. J. Orbegoso (1967). Dice: «Trabajo en una obra que pretendo hacer representativa de toda la complejidad cultural del país, de su estratificación social. Estoy trabajando en Puerto Supe, en Chimbote».

En marzo de 1967, en un añadido a esta última entrevista, Arguedas precisa su proyecto literario en construcción, la novela tendrá como ambiente principal la costa, donde ha vivido más de treinta años, cuyo título original era Pez Grande, lo que más tarde se convertiría en “El zorro de arriba y el zorro de abajo”. El mismo cuenta que en Puerto Supe ganó a muchos amigos, y los mejores amigos costeños, aparte de los que iban desde Lima, que lo iluminaron con su sabiduría, su penetrante humorismo y esa especialísima generosidad del hombre de campo de San Nicolás, o de los puertos menores de la costa peruana.




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