domingo, 11 de junio de 2023

LA FIESTA DE CORPUS CHRISTI.

JORGE H. FLORES RÍOS


Fuimos testigos, de esta fiesta costumbrista, en la década de los 60 en la antiquísima hacienda de Infantas ubicada la altura del kilómetro 24 de la Panamericana Norte, se celebró la fiesta de Corpus Christi, a la usanza de la ciudad de Marca con la danza del CORTAHUARANGO, asumiendo la mayordomía, Francisco Ventura, que en Marca de chicos le llamábamos con suma picardía: “Panchita”, por ser el cocinero de la profesora Rosa Inti; pero las personas mayores, se mofaban diciéndole “Panchupa rurunta caldurishun”
A las diez de la mañana Roberto Padilla se paró al centro de la polvorienta plazuelita de la antigua hacienda de Infantas, acomodó su pincullo entre sus labios para infundirle con su aliento fuerza y coraje; y luego, febril su caja retumbó y su pincullo guerrero convocó a los danzantes.
La cuadrilla de danzantes ingresó a la plazuelita polvorienta formando un ruedo, la ovación del público no se hizo esperar. El caparí de Bartolomé Gamarra Padilla rasgó el velo de sorpresa de los extraños y los danzantes empezaron a formar figuras rítmicas y lentas. Uno, era el Capitán, luciendo un sombrero de paño adornado de plumajes, mascara de badana negra, una banda bordada encorchada de General, cruzaba una levita y, llevaba al cinto, una espada. Otro, era el Cid Campeador, que lucía una monterilla y portaba en sus manos, un mazo quechua y un broquel español. Igual armadura adornaba al Capitán. Eran desafiantes, demostrando la fibra de sus músculos hercúleos.
Los negritos vestidos con diferentes disfraces, acompasando al ritmo del pincullero Roberto, manos en la cintura y puños en alto, contorneando sus cuerpos danzaban, intercalados entre danzantes; unos, vestidos de señoritas o las famosas chingas vestidas con bonillas blancas cubriendo sus hombres las multicolores llicllas y saya negra que dejaba ver el albor de su ropa interior como símbolo de pureza; el Alguacil, cubría su rosto con una mascarilla de forma avalada tejida de alambre fino; y otros, los negritos comunes,, lucían vestidos elegantes a la usanza antigua o la actual, intercalaban la ronda con los viejitos o los vestidos de policías, pero todos llevaban máscaras diferentes.
El `pincullo como clarín de guerra anunció el CORTA HUARANGO, el público se llenó de júbilo. Nuestros corazones aceleraron sus ritmos, nuestros puños se elevaron desafiantes y de nuestras gargantas salieron los gritos de combate. El Cid Campeador y el Capitán se citan desafiantes a la lid, llevando en la mano izquierda el broquel y con la mano derecha arrastra al mazo pesado elaborado de guarango o chachacoma. La música marcial convoca a dos gladiadores. El Cid reta una y otra vez levantando su mazo a su ocasional rival; el Capitán asentando su cuerpo sobre sus pies, con el pie izquierdo adelante, espera a su ocasional rival con el cuerpo tirado hacia atrás, broquel en alto, cruzado por otro mazo. Empieza el combate con sucesivos golpes felinos de ataque y defensa.
Los garrones se astillan, el público delira de asombro y jubilo. La tarde arde de alcohol y apuestas. Eran dos gladiadores romanos alentados por el júbilo pueblerino. Los cambios de mazazos se suceden hasta, que el pincullero Roberto cambia de tono y suena la tonadita de la conciliación y la paz.
Aquella fiesta de Corpus Cristi celebrado en Infantas, tocó las fibras más hondas del espíritu maquino y brotó rotunda nuestra música mística regional, viendo danzar a Pablo Ferrer Bartolomé Gamarra Padilla, Marín Gamarra Padilla, Juvenal Soto Sarria, Frank Gamarra Padilla. Cesar Ferrer Gamarra, César Soto Cueva como “auquish” y otros. La fiesta se prolongó hasta entrada de la noche. En aquella ocasión nos contaban, que en nuestra Plaza de Armas al escuchar la música del Corta Guarango se lanzaron al ruedo Alberto Soto, el gobernador y Artecio Gómez, el Juez de Paz al son del maestro pincullero y triunfador de las tardes de corta guarangos, el recordado Honorato Cubillas ‘‘

Este rico venero se mantiene incólume a la fecha, y año tras año cobra brillantez. Los chapetones enseñaron la fe en Cristo, empuñando la cruz y la espada, pero con la más abyecta indolencia frente a las lágrimas, el dolor y la sangre india. 




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