sábado, 29 de julio de 2023

 

*****COSTUMBRES Y TRADICIONES DE MI TIERRA*****

DON LEONOR GAMARRA CUBILLAS

El Señor Cura del Pueblo…

Escribe: José Santos Gamarra Soto


Marca, es uno de los pueblos que mantiene intacta sus costumbres y tradiciones; unas, de carácter nativo, y otras con profundo sentimiento religioso como es la celebración de la Semana Santa, los actos religiosos, cada año comienzan con las novenas una semana antes de dicha festividad. Don Leonor Gamarra Cubillas como cantor del pueblo reemplazaba muchas veces al cura en las actividades de carácter religioso del pueblo, en buenos términos era el “Señor Cura del Pueblo”, se preparaba desde meses antes en las chacras de Cochacar, donde vivía, siendo pequeño yo veía como se preparaba para las festividades religiosas del pueblo.

Era nuestro vecino, muy religioso, al igual que toda su familia, su esposa doña Eracla, su hija Nora a quien la llamaban cariñosamente “Isabelita” por ser su nombre Nora Isabel, y su mamá doña Teodora a quien llamaban doña “Ticu”, ella, era hermana de mi abuela paterna, mi abuelita Juana. Don Leonor, estaba en cada actividad religiosa que se realizaba en la ciudad, era ferviente devoto de todas las vírgenes, sabía las fechas religiosas de todo el año cuando me encontraba con él por las chacras de Cochacar siempre me manifestaba de las fechas religiosas y constantemente me decía faltan tantos días o semanas para cada festividad religiosa, contaba los días en forma regresiva hasta el día del acto religioso.

Cuando acompañaba a los párrocos durante la misa lo hacía en latín y castellano, nunca supe por qué le pusieron nombre de mujer a don Leonor, el cantor del pueblo, paraba cantando de día y de noche canciones religiosas por la campiña de Cochacar; tenía una voz especial muy dulce y armoniosa; a don Leonor en su niñez le había dado la enfermedad de la uta, que casi le desaparece la nariz, quedándole visible los cartílagos de los orificios nasales, para el que no estaba acostumbrado tenía un aspecto muy extraño y diferente a las demás personas, hasta fantasmal, entonces al cantar, le salía una voz muy gangosa y lastimera, mezcla de castellano y latín, dándole un toque muy melancólico a las canciones religiosas que cantaba.

En oportunidades nos encontrábamos en alguna chacra o en el camino de herradura, aprovechaba para darme buenos consejos, me felicitaba por mi aprovechamiento en la escuela primaria de varones y como recitador de poesías en cada actuación, me decía que siga ese camino indicándome que la fe en Dios es lo más importante en la vida de una persona. Cada año, antes de la Semana Santa comenzaba con las novenas en la iglesia del pueblo, todas las tardes a partir de las 6 pm., los feligreses confluían en la iglesia matriz para las novenas, se rezaba en las noches, luciendo vestidos negros las damas, antes del día de Viernes Dolores, luego el Domingo de Ramos, que rememora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, con palmas, olivos y eucaliptos, especialmente colocados en las paredes de las casas por donde pasaba el Señor del Triunfo.

En Semana Santa, la ciudad mostraba un aspecto monacal de honda fe religiosa, las escenas de la vida y pasión de Cristo cobraban inusitada autenticidad, era común y hasta obligación el uso del vestido de color negro en Viernes Santo por las damas marquinas y no se podía matar a ningún animal ni a las “pulgas” porque Cristo había muerto y todos estábamos de luto. Los preparativos se iniciaban muchos días antes, se iniciaba cuando los estandartes de la Semana Santa llamados “alumbrantes” elaboran los panes, cuayes, bizcochuelos, huahuas, el dulce común, el dulce de higo, el frijol colado, el manjar blanco; así como los cirios, velas y velones que son previamente entregados a los feligreses para acompañar en la noche de procesión de Jueves Santo y Viernes Santo.

En horas de la tarde de Jueves Santo se realiza el “Wataqui”, que consiste en hacer un arco grande de cipreses con flores silvestres de llima llima, el pullu pullu y otras flores especialmente traídas desde las punas de Marca, este arco se va llenando de flores silvestres en una gran cruz de madera donde está Cristo Crucificado llamado “Cúmuchi”, hasta darle un peso de 120 kilos aproximadamente, para ser llevado en procesión por un solo hombre llamado Apóstol o Santo Varón. En horas de la tarde se sirve un rico potaje de sopa de quinua con queso a todos los asistentes, este plato rememora la última cena de Jesús y sus doce apóstoles, así como la acción del lavado de pies de los doce apóstoles; este plato tradicional es ofrecido por los mayordomos de la fiesta del patrón San Lorenzo de Marca que se celebra el 10 de agosto de cada año, es obligación de los mayordomos de la fiesta patronal de proveer las flores para el llenado del arco de Cumuchi de Jueves Santo.

En la noche, antes de la procesión de jueves Santo, se canta el “Maitines” en latín y castellano por cantores aficionados, en total son doce caballeros, pueden ser también damas, especialmente designados con anticipación, toman asiento a los lados de la mesa, seis a cada lado. A las ocho de la noche comienza el maitines con la potente voz de don Leonor, se escuchaba al entonar el primer salmo y don Antonio Méndez contestaba con voz más suave, eran los cantores religiosos, donde sobresalía la voz de don Leonor Gamarra Cubillas con el Laudatus y Miserere; otros cantantes de esas épocas eran, Félix Padilla, Inocencio Soto, posteriormente Edmundo Espinoza y Jeremías Padilla; entre las damas sobresalían en los cantos religiosos: La Sra. Damiana, Elcira Quispe, y las hermanas Lucila y Frida Soto Ramírez, y últimamente se han integrado Elva Espinoza Padilla, Beatriz Palacios Silva y Marilyn Bustamante Soto estas canciones se hacen acompañados por el arpa.

Estos cánticos generan hondo sentimiento religioso, donde todo el pueblo va confluyendo hasta llenar la Iglesia. Cada caballero y dama en su respectivo lado y asiento con un libro de salmos en la mano, ambos al unísono entonan melodías sagradas que se parecen a preguntas y respuestas. A la señal de don Leonor Gamarra, el sacristán toca la matraca para que otro feligrés apague un cirio del triángulo donde están colocados doce cirios encendidos, así sucesivamente hasta apagar el último cirio, al apagar el último cirio, en ese momento se apagan todas las luces del templo, las velas y velones se apagan en su totalidad y el templo queda a oscuras.

En la oscuridad los doce caballeros y damas se sitúan debajo de la mesa, y con velas encendidas  continúan cantando; la lumbre no sale al exterior porque el manto negro que cubre la mesa se extiende hasta el suelo. Alguien grita en el silencio de la noche ¡Tinieblas!, aterraba la obscuridad reinante, el silencio se interrumpe con el llanto de algunas mujeres o niños. Los seis caballeros de un lado repiten el “Miserere mei Deus” mientras que los otros seis del otro lado contestan con “Secundum Magnam voluntates misericordian tua”. La matraca anuncia el comienzo de otro versículo que es entonando en latín…

Fuente: “Historia de Ivo” Autor: José Santos Gamarra Soto

 

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