domingo, 28 de febrero de 2021

 

PACA PACA MALAGUERA…

*****COSTUMBRES Y TRADICIONES DE MI TIERRA*****

Escribe: José Santos Gamarra Soto

De niño, cuando me quedaba solo en Cochacar, pajareando los maizales que estaban en plena etapa de maduración me sentía de maravilla, era mi habitad, a la hora del almuerzo y durante el día no tenía problema porque sacaba los mejores choclos para sancocharlos en una olla grande, para ello llegaban desde Marca en distintos días, mis primos el “Chino” Máximo Sayán, Elmer Gamarra y/o Hermógenes Gamarra. Premunido de ondillas recorría con cada uno de ellos todas las chacras, cazando una buena cantidad de Palomas, Tortolitas, Carhuaoyocs, Pichichancas, Perdices y cuantas aves se nos cruzaba en el camino; de regreso con las palomas cazadas, al llegar a la casa, eviscerábamos los animales, los untábamos con sal y manteca de chancho, a las más grandes se les insertaba en un palo, como pollos a la brasa y se les ponía al carbón que había quedado en gran cantidad, después de hervir los choclos.

Palomas asadas y choclos tiernos era el almuerzo, más una buena dotación de agua de la acequia de Cochacar que pasaba muy cerca a la casa nos tenía la barriga llena y el corazón contento. Cuando cazábamos buena cantidad de palomas cada uno de ellos llevaba a la ciudad para comerlos junto a sus padres. Dentro de nuestras andanzas nos contábamos cuentos de almas y aparecidos así como aves malagueras como la “Paca Paca”. Una vez que el Chino, Elmer o Hermógenes se marchaban en las tardes de retorno a Marca y cuando me quedaba solo, venían mis temores.

En Cochacar, tenía gran temor cuando en la oscuridad de la noche escuchaba el canto de éstas aves pasadas las siete de la noche. En la cultura popular, a ésta ave de mal augurio se le asocia con lo maligno, su plumaje es gris obscuro, algunos ocre con incrustaciones de plumaje negro, sus ojos, enormes y fosforescentes, brillan en la sombra de la noche. Esta luz y sus gritos agoreros son las únicas señales que anuncian su vuelo silencioso, cuando subían volando de sur a norte por el río:

¡Paca! ¡Paca! ¡Paca! ¡Paca! ¡Paca!.........

¡Paca! ¡Paca! ¡Paca! ¡Paca! ¡Paca!.........

Ave carroñera que infundía mucho temor, solamente sale en las noches, decían que ésta ave era malagüera, pasaba volando muy cerca de la casa donde vivíamos, poniéndome los nervios a punto de estallar, pero me aguantaba el llanto, no quería que me escuchasen llorar los vecinos de las chacras contiguas y porque mi padre me había dicho que jamás se llora de miedo y porque los hombres nunca lloran; los minutos pasaban, cada minuto era una eternidad y mi padre no aparecía. Cercano a las ocho de la noche rompe el silencio de la noche y por fin escucho:

 Piiiiiiiiith....... Piiiiiiiiiith....... Piiiiiiiiiith.........

Era el silbido de mi padre que aparecía, lo reconocía inmediatamente el silbido casi a un kilómetro de distancia del valle de Cochacar, por Rosas pampa, el llanto se convirtió en alegría y el silbido cada vez más cerca se escuchaba en la oscuridad de la noche. Mi padre silbaba con el labio inferior de la boca haciendo una especie de chiflón, doblaba y jalaba fuerte el labio inferior y le salía un silbido chillón. Me alegraba porque ya era cuestión de minutos la llegada de mi papá y como dicen en Marca, mi padre llegaba medio “Shinca”-un poco picado- , me llevaba un par de caramelos, que al comerlos, no quería que se me acabe, sentía tanta satisfacción al consumir el caramelo, aparte era muy dulce, era las pocas veces que podía comer una golosina.

Fuente: “Historia de Ivo”, Autor: José Santos Gamarra Soto.

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