viernes, 18 de febrero de 2022

 

CAMINATA DIARIA A LA ESCUELA DESDE ICHOCA, CHAUCAYÁN Y PACAR(WASHAHUACTA) – SEGUNDA PARTE

Por: José Santos Gamarra Soto

 



Continúa…....CAMINATA DIARIA A LA ESCUELA…En la década del 50 y 60 del siglo pasado las escuelas de Marca tanto de varones como de mujeres tenían gran cantidad de alumnos, concurrían desde distintos puntos y anexos a estudiar su educación primaria, desde Ichoca, caminaban un gran número de estudiantes entre hombres y mujeres, los días lunes partiendo a las cinco de la mañana rumbo a Marca regresaban a Ichoca los sábados; los ocho kilómetros de distancia que separa Marca de Ichoca, lo recorrían Pedro Silva a quien llamaban “El Ruso” junto a ellos iban los hermanos Eloy, Sergio, Rómulo, Juan e Irene Silva Diego, otro grupo de estudiantes lo integraban Edgardo y Tadea Diego Padilla, Alejandro Diego, Raúl Diego, Raymundo Villanueva, y los hermanos Ezequiel, Valerio y Alejandro Florián Montoya, así mismo caminaban Crisóstomo y Loyola Cueva, entre los más destacados. Desde Chaucayán llegaban a Marca los días lunes muy temprano hasta el sábado Adiberto Santiago, Asenciano Santiago, Moisés Soto, Julio Jesús Riquelme, René Augusto Ruiz, Javier Ramírez Gómez, Demetria Padilla y Edith Padilla Virhuez, Manuel Fabián, Eduviges Fabián, Anselmo Fabián, los otros hermanos eran Juan Fabián y Felipa Fabián Quispe, Marino Padilla Soto, Los hermanos Cosme Padilla caminaban desde Mogote quienes años más tarde formaron una orquesta vernacular.

 

Desde el anexo de Packar y la parte oeste de Marca lugares que comúnmente se le denomina “Wuashahuacta”, llegaban alumnos entre hombres y mujeres desde Ullunto, Huamancayán, Llapta desde donde nuestros compañeros de salón Aguinaldo Fabián y Mélem nos traían Lúcumas, Rancar y Sokotoro. Igual caminaban los alumnos desde Corre Corre, Kochu, Cachín, Mal Paso, Ucrutup, Karatzucu, Shinua, Curcu, Marahuayi, Llahuac, Mayapi, Lucma, Ninarumi, Chinchehuas, Kemish Jircan, Ninahuas, Jancush y Pukcahuayi de esos lugares caminaban alrededor de treinta a cuarenta alumnos entre hombres y mujeres. En total desde los cuatro puntos cardinales más los anexos de Ichoca, Churap y Chaucayán caminaban los días lunes o diariamente entre ciento ochenta a doscientos alumnos entre hombres y mujeres, siendo el cincuenta por ciento de la población total estudiantil de la Escuela Primaria de Varones Nº 1339 y Escuela Primaria de Mujeres Nº 1350; animaban ansias de superación y sana efervescencia para el estudio.

 

Había una leal competencia entre las dos escuelas en cantos y poesías. La Escuela Primaria de Mujeres, estaba situada en la Plaza de Armas, bajo la orientación de la directora Sra. Ana Trinidad de Porcel, profesora a quien la recuerdo con especial cariño, porque ponderaba alimentándome el espíritu y la mente, afirmando que yo era un niño muy inteligente y que llegaría muy lejos porque me había ganado la confianza del profesor Félix Montenegro Ríos, quien me enseñó las primeras letras desde transición a quinto de primaria. Fui el mensajero de los dos directores que habían establecido los sábados culturales por los primeros años del 60, el papel protocolar era mi responsabilidad al invitar a la Directora, las profesoras y alumnas de la Escuela Primaria de Mujeres N° 1350.

 

Esos sábados culturales, me formó intelectualmente por el alto nivel educativo de sus programas, con asistencia inclusive de autoridades y padres de familia, que a la fecha se ha perdido el nivel cultural. La Directora de la escuela era una señora muy fina y elegante, me gustaba visitarla, por especial encargo de mi profesor y director, cual embajador plenipotenciario y extraordinario, con educación y seguro de mí mismo, en posición de firmes, me presentaba frente a la Directora para manifestarle, con voz firme y varonil:

 

          - ¡Señorita Directora, los alumnos de la Escuela Primaria de Varones Nº 1339, se encuentran formados, esperando a las niñas de la Escuela Primaria de Mujeres Nº 1350 listos para comenzar con la actuación central! Ella, muy atenta me respondía:

          - “¡Comunica al señor Director, que en cinco minutos estamos partiendo!”.

 

Luego del saludo protocolar y la invitación correspondiente regresaba raudo a mi escuela, para comunicarle a mi Director, que las niñas estaban en camino para la actuación. Las ceremonias eran todos los sábados en el auditorio de la escuela de varones que quedaba en el jirón Alfonso Ugarte, junto al río, local que no contaba la escuela de mujeres, ellas formaban en la plaza de armas y no había mucho espacio para ésta clase de eventos sabatinos. En cambio en la escuela de varones había mucho espacio y se había construido un inmenso salón de actos que era donde siempre se desarrollaba los eventos culturales. Estas actividades habían generado tal competencia con cantos y poesías expresamente preparados para cada sábado que los asistentes se retiraban muy gustosos. Ambas escuelas celebraban la fechas cívicas del calendario escolar, en especial, el Día de la Madre, en cuya ceremonia fungía como maestro de ceremonia, así como en las demás actividades y declamaba poesías como número central de la actuación.

 

Mamá Ellpicha asistía ataviada con su mejor vestimenta para la ocasión: saya negra, monilla rosada, lliclla roja, con sus trenzas largas y sombrero adornado de flores silvestres, se sentaba en primera fila, como mi invitada de honor, un recuerdo que me viene a la memoria, cuando estudiaba el cuarto año de primaria abrí la ceremonia exclamando:

 

            - ¡Señoras y señores, muy buenos días, vamos a celebrar el Día de la Madre, y, como primer número entonaremos las sagradas notas de nuestro Himno Nacional!

            - Y daba la orden: A mi voz: ¡1, 2, 3!

 

El Himno Nacional era entonado a viva voz, al finalizar el canto con timbre de orgullo decía: ¡Viva el Perú! grito que se escuchaba en toda la apacible ciudad de Marca, hasta los lugares de Tirijirca y Chihuis  ¡Qué tiempos aquellos!. A esa hora, en la ciudad había calma y solemnidad. Luego, se entonaba el Himno de la Escuela, compuesto por el profesor Lucio Cubillas Tolentino, un maestro que muchas veces había hecho caminar de rodillas en el patio de la escuela a los alumnos desaplicados o a los que llegaban tarde, cuyos cocachos y palmetas recuerdan muchos alumnos; era músico y director de las banda de música de la Escuela, caminaba por las aulas, por las calles, por las chacras, por los caminos, siempre cantando y tarareando alguna nueva canción que le venía a la mente; el himno de la escuela se cantaba obligatoriamente todas las mañanas después del Himno Nacional, cuyas letras guardo en el cofre de mis recuerdos:

                        Nuestra Escuela 339

                 forja en sus aulas, lo mejor de la Nación;

                 dándole temple a sus corazones

                 de su selecta y noble juventud.

 

                 Tú me enseñas, amar a mi Patria

                 tierra de los Incas, el magnífico sol

                 viva esa lumbre, con que iluminas

                 la mente de la muchachada de hoy.



 

Me gustaba recitar poesías en cuantas actuaciones que se realizaban, cada año ocupaba el primer puesto en aprovechamiento, mi adorada madre siempre me acompañaba muy complacida por lo que hacía su hijo y era la que recibía de mis manos el diploma que me entregaban por ocupar el primer puesto, sintiéndose orgullosa por las declamaciones que le brindaba, recuerdo cuando estaba en transición a la edad de seis años, recité mi primera poesía y antes de que subiera al estrado, mi profesor Félix Montenegro, en actitud paternal me arregló el pantalón que lo traía muy raído y sin correa, recordándome que en el salón de actos estaba mi mamá y que recitara con voz muy fuerte y clara, de cuya poesía recuerdo solamente el primer verso:

                - Mi Mamá chiquita.........mi Papá grande.....

 

Pero lo que más me impactó fue la canción:

 

                Madre querida, al ofrendarte,

                          este tributo

                Con el fervor de mi alocada

                          Inspiración

                 Quiero que sepas, madre mía,

                          con certeza,

                  La honda pena que taladra

                           el corazón.

 

                  Cuántos recuerdos ya lejanos,

                           madre mía

                  De aquel pasado que jamás

                           ha de volver.

                  Cuán inquieta, vigilabas

                          noche y día,

                 Con tu cariño, maternal

                          a mi niñez.

Con los años me fui convirtiendo en un elemento de apoyo de mi profesor, quien me fue encomendando más responsabilidades y ganando el respeto de mis compañeros de estudios. “Dictaba” muchas veces las clases, cuando salía mi profesor, específicamente desde el segundo hasta el quinto de primaria, año en  que me otorgaron la Beca, ocupando el primer puesto en el Orden de Méritos, hecho que me sirvió para ir a estudiar al Colegio La Libertad de Huaraz. Desde mis nueve hasta los doce años que terminé la primaria fui consolidando mi personalidad, para ello mucho tuvo que ver mi profesor “Monticho”, gran artífice de muchas generaciones, al que le guardo especial cariño y gratitud por haberme formado desde mi niñez.

Ruego me disculpen por omitir más nombres de Caminantes a las Escuelas.

Fuente: Historia de Ivo, Autor: José Santos Gamarra Soto



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario